La VI Cumbre de jefas y jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), tuvo el objetivo de afrontar retos comunes y avanzar en la integración de la región. El resultado, una Declaratoria de intenciones que ninguno de los países firmantes está obligado a cumplir y, por tanto, cada uno abordará o no, de acuerdo con su conveniencia y contextos particulares.

Lo bueno. El pronunciamiento de la CELAC para detener el bloqueo que vive Cuba desde hace más de 60 años. Este llamado no es nuevo ni parte sólo de los países de la región, en junio pasado 184 países de la Asamblea General de la ONU, exigieron que se ponga fin a esas medidas coercitivas unilaterales. La exigencia ratificó los principios de la Carta de las Naciones Unidas, el multilateralismo y el comercio global, ligado con el bienestar. Además de los compromisos para afrontar los impactos de la pandemia, la crisis climática y la urgencia de que exista una verdadera solidaridad regional.

El tema de la vacunación, sin embargo, es un tema que nos separa, pues a pesar de las arengas y discursos de una “Latinoamérica Unida”, “hermana” y “bolivariana”, algunos países de la CELAC se han comportado de forma egoísta y, en los hechos, no han apoyado un mecanismo eficaz para evitar el rezago y la brecha epidemiológica en América. Así, países como Nicaragua sólo han podido vacunar al 3.8% de su población, a diferencia de países como Chile y Uruguay que acaban de superar el 70%. ¿En los momentos de crisis olvidamos la hermandad?

Lo malo. En todas las Cumbres a nivel mundial, es común que las y los mandatarios utilicen estos foros para posicionarse ideológicamente frente a sus seguidores y detractores. La inestabilidad política que caracteriza a la región y que se agrava con la crisis económica global, hace que los mandatarios estén concentrados en la forma más que en el fondo del encuentro, así como en los discursos y en simular acciones más que realizarlas. El presidente de Venezuela, por ejemplo, además de confirmar su participación y llegar a México de último momento, se concentró en defender su régimen, sin hacer el mínimo esfuerzo por reconocer los errores y contradicciones de su gobierno.

Si bien la Declaratoria aborda problemas y acciones importantes, si los países no son congruentes en su actuar, cumbres y reuniones como la sucedida este fin de semana se quedarán sólo como anécdotas y sin tener algún impacto en la vida de las personas que vivimos en Latinoamérica y el Caribe.

¿López Obrador firmando a favor de alcanzar los objetivos de los Acuerdos de París, pero apostando por el combustóleo?, ¿Díaz-Canel a favor del fomento al acceso a internet en Cuba, pero bloqueando y controlando su acceso y privacidad? ¿Maduro reafirmando su compromiso de garantizar el pleno respeto de la democracia y la participación ciudadana en Venezuela? ¿México a favor de proteger los derechos humanos de las personas migrantes? Si los participantes de la cumbre tuvieran más tiempo para dialogar, al estilo Ángel Exterminador de Buñuel, estas y otras contradicciones aflorarían, regalándonos una escena cinematográfica de época.

Lo feo. La participación de sólo tres mujeres en la Cumbre, lo cual muestra de cuerpo entero el machismo profundo que persiste en la región. La propia Declaratoria no hace una mención clara de la necesidad de aumentar la participación de las mujeres en la toma de decisiones. Sin embargo, es importante mencionar que, la participación de Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la CEPAL, fue la voz más sensata y objetiva en la cumbre. Más allá de ofrecer sólo un discurso ideológico como muchos de los participantes, presentó un marco de acción para hacer frente al problema sanitario con una mirada de autosuficiencia, es decir, con una auténtica integración de la región. Una vez más, una mujer hizo la tarea de 29 hombres que representaron a sus respectivos países.

Google News

TEMAS RELACIONADOS