Sorprendió el mensaje de AMLO sobre su Segundo Informe de Gobierno. Durante décadas supimos que en esos discursos del 1º de septiembre había una distancia importante con el país real; así lo hicieron el PRI y el PAN en sus administraciones. Era esperable que un gobierno que se dice de izquierda emitiera un mensaje diferente, es decir, apegado a la realidad, pero no fue así, vimos el mismo dispositivo de vendernos un país irreconocible.

Los informes de gobierno destacan lo bueno, los avances y lo positivo; se colorea el país para que el presidente en turno se posicione como el actor fundamental del cambio que lleva a cabo. En este esfuerzo de retórica se establecen comparaciones con el pasado inmediato para resaltar los logros conseguidos. Si algo ha repetido hasta el cansancio AMLO es que ellos no son iguales y que ya se acabaron las viejas prácticas, pero el Segundo Informe no fue diferente. Hubo una desconexión de la realidad, sólo se destacaron buenos deseos y optimismo. En ningún momento aparecieron los graves problemas que arrastra el país. Por momentos daba la impresión de que estábamos al final del sexenio, porque —según AMLO— ya están sentadas las bases del cambio y ya se habían cumplido 95 de los 100 compromisos que hizo en su toma de posesión. Para el presidente sólo cuenta el vaso medio lleno, sin embargo, con las crisis actuales el vaso está mucho más vacío que el año pasado.

Frente a unos cuantos invitados en el patio de Palacio Nacional el presidente dibujó un hilo conductor: el combate a la corrupción como eje de su gobierno y como el problema principal. El objetivo es transformar, que para él significa “moralizar” y “purificar” la vida pública del país. Afirmó que ya se había terminado con la “robadera de los de arriba”, aunque todavía estaba pendiente acabar con el “bandidaje oficial”, pero no aclaró qué significaba eso y qué dimensiones tenía para poderlo combatir con eficacia.

El optimismo presidencial estuvo lleno de frases contundentes, pero con poco respaldo en la realidad: “vamos saliendo adelante”, “ya pasó lo peor”, pero no dijo nada sobre el tamaño de la crisis, sobre la enorme caída en el crecimiento, sobre la pérdida millonaria de empleos, sobre al aumento de la pobreza. Un día antes el secretario de Hacienda señaló que la crisis estaba muy complicada y que el 2021 sería extremadamente difícil porque ya no había guardaditos. En el problema de la seguridad pasó rápido, señaló que habían bajado casi todos los delitos, incluyendo feminicidios y robos, pero habían crecido homicidios dolosos y extorsión. Otra frase contundente fue que ya no gobierna el crimen y que “ya no hay García Lunas”.

El corazón de su proyecto es el reparto de ayudas y los programas sociales, para eso es el ahorro. El rescate de los de abajo, “primero los pobres”, lo cual es importante y positivo, pero hace falta un empuje general al país, de las empresas que crean empleo. Presumió el ahorro de 560 mil millones de pesos, que le ha quitado al presupuesto en oleajes de austeridad, cierre de subsecretarías y direcciones adjuntas, lo cual se traduce en una pérdida de capacidades estatales. Cuando más se necesita un Estado fuerte y eficiente, lo que tenemos es un sector público disminuido y debilitado.

AMLO está empeñado en una visión absurda para no hacer uso de dos herramientas que son necesarias: una reforma fiscal y el endeudamiento financiero para rescatar al país.

Necesitamos un gobierno que reconozca y hable sobre el país real, de lo otro ya tuvimos suficiente…

Investigador del CIESAS.
@AzizNassif

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