Hace poco, en una mañanera, AMLO planteó un problema que es necesario debatir: “¿Qué hizo el neoliberalismo o quienes lo diseñaron para su beneficio? Una de las cosas que promovieron en el mundo para poder saquear a sus anchas fue crear o impulsar los llamados nuevos derechos. Se alentó mucho, incluso por ellos mismos, el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, la protección de los animales… Muy nobles todas estas causas, muy nobles, pero el propósito era crear o impulsar, desarrollar estas causas para que no reparáramos en que estaban saqueando al mundo. Y para que la desigualdad en lo económico y social quedara fuera del centro del debate. Por eso no se hablaba de corrupción, se dejó de hablar de explotación, de opresión, de clasismo, de racismo” (El País, 29/X/2021).

Nancy Fraser, una de las filósofas más importantes, ha trabajado este dilema y nos ayuda a entender el problema. Ella admite que hubo una incorporación de estos temas progresistas en el discurso neoliberal, pero lo importante es entender el dilema. La autora lo planteó así: “La «lucha por el reconocimiento» se está convirtiendo rápidamente en la forma paradigmática del conflicto político a finales del siglo XX. Las reivindicaciones del «reconocimiento de la diferencia» estimulan las luchas de grupos que se movilizan bajo la bandera de la nacionalidad, la etnicidad, la «raza», el género y la sexualidad. En estos conflictos «postsocialistas», la identidad de grupo reemplaza al interés de clase como motivo principal de movilización política. La dominación cultural reemplaza a la explotación en tanto injusticia fundamental. Y el reconocimiento cultural reemplaza a la redistribución socioeconómica como remedio contra la injusticia y objetivo de la lucha política” (New Left Review, enero-febrero 2000).

AMLO se pelea —con algo de razón— contra la apropiación neoliberal de los nuevos movimientos sociales, ya no tan nuevos, pero al mismo tiempo los descalifica como si sólo existieran en función de que el neoliberalismo, su enemigo ideológico, los atrapó en su narrativa. Sin embargo, el problema es mucho más complicado. El presidente se ha enfrentado a esos movimientos como si sólo fueran parte del mundo de sus adversarios, lo cual distorsiona la realidad. De acuerdo con Fraser las dos dimensiones, redistribución y reconocimiento, es decir, lo que tiene que ver con explotación, por una parte, y con la dominación cultural, por la otra, forman parte de un mismo espacio del capitalismo. Ella apunta a que las dos partes se pueden unir en función de un elemento común, la justicia. Las luchas por la igualdad y las luchas por la redistribución forman parte del mismo universo, a pesar de que tiene narrativas que en muchas ocasiones no se conectan. Las visiones que se quedan sólo con una parte de la ecuación y desconocen a la otra, como la del presidente, solo ven una parte de la realidad.

La dimensión política del dilema nos lleva al problema de la representación. Un proyecto que se dice de izquierda, como el de la 4T, no puede establecer fronteras de exclusión con los movimientos sociales que demandan reconocimiento, simplemente por no estar en sintonía con la ideología del presidente. El resultado es que se genera una rivalidad que excluye partes muy importantes de la sociedad. Hemos visto de qué forma el sistema de justicia excluye a los más vulnerables porque les niega el derecho a una defensa efectiva, es la cancelación de los derechos cívicos de la ciudadanía. En la agenda del feminismo y del ecologismo, hay una exigencia de transformación, en contra de un modelo capitalista porque genera injusticias y exclusiones.

En suma, si AMLO niega una parte del dilema vinculada con género, sexualidad, medio ambiente, etc. estará cada vez más lejos de amplios sectores sociales que también padecen injusticias culturales (reconocimiento), y que son tan importantes como las injusticias económicas (redistribución)…

Investigador del CIESAS. @AzizNassif

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