Serrat (1943) ha decidido dejar los escenarios y hacer un recorrido para despedirse personalmente. El 19 de mayo cantó dos horas y media en el Auditorio Nacional en el último concierto en México de la larga gira “El vicio de cantar”, que terminará en Barcelona el 23 de diciembre.

Después de 53 años de venir a México, Serrat y sus canciones se han convertido en una referencia muy importante para muchos de nuestra generación; su música y su poesía se han vuelto una pista afectiva y musical de acompañamiento a lo largo de todos estos años, y seguirán siendo, aunque ya no lo veremos en el escenario.

Serrat llegó a México por primera vez en 1969 con su disco-homenaje a Antonio Machado y —desde entonces— dice que hizo una entrañable relación con este país. En 1973 estuvo un tiempo exiliado aquí, antes de que terminara la dictadura en España. Sus historias y sus personajes, que no han envejecido, como a él mismo le gusta decir, ya son parte de nuestra memoria musical y de nuestro gusto generacional. En pleno auge del rock, Serrat musicalizaba poemas de Antonio Machado y Miguel Hernández y, unos años después, haría un disco con Mario Bendetti, “El sur también existe”.

De profesión cantautor, natural de Barcelona, como dice en una de sus canciones, Serrat abrió la noche ante un auditorio completamente lleno y empezó con una pieza, casi una plegaria, “Dale que dale”; siguió con esas bellas imágenes de infancia en “Mi niñez”, “era un bello jinete sobre mi patinete/ burlando cada esquina como una golondrina/ sin nada que olvidar porque ayer aprendí a volar/ perdiendo el tiempo, de cara al mar”. Y entonces llegaron los personajes en dos canciones únicas, el mundo de las ferias con “El carrusel del Furo”, “siga la senda de los niños y el perfume a churros”, y los grandes amores con el “Romance de Curro El palmo”, “Ay mi amor, sin ti no entiendo el despertar”. Ya entrados en las historias de amor no podía faltar “Lucía”, “la más tierna historia de amor que tuve y tendré”. Siguió con “No hago otra cosa que pensar en ti”.

El concierto tomaba ritmo y altura y llegó uno de los homenajes de la noche, a Miguel Hernández con su enorme poema que musicalizó Alberto Cortez, “Nanas de la cebolla”. Aquí Serrat confesó que era un deber de España y del mundo recordar a Hernández. No podía faltar otro de los grandes poemas que suele cantar en sus conciertos, “Para la libertad”, que ahora tuvo el plus de acompañar con las imágenes de Bansky.

En un momento de mucha intimidad Serrat hizo un homenaje a su madre y la recordó con una canción de cuna, “Cançó de Bressol”. La noche transcurría en el encuentro con las diez mil personas que fuimos a escucharlo y a despedirnos. Rescató una de las mejores composiciones del trabajo que hizo con Sabina, “Hoy por ti, mañana por mí”. Con Tania Libertad cantó “Es caprichoso el azar”; luego “Los recuerdos”. La lista siguió con el rescate de tres canciones que se han vuelto himnos: “Hoy puede ser un gran día”; luego la pieza que más identidad da a Serrat, “Mediterráneo”, “de Algeciras a Estambul”, y otra vez a la memoria de “Aquellas pequeñas cosas”, las que nos “hacen que lloremos cuando nadie nos ve”.

El auditorio cantaba con Serrat, y llegó otro de los momentos emblemáticos de la noche con la canción en catalán, “Pare”, que habla de la destrucción del río que ya no canta y del bosque que ya no tiene árboles. Una pieza que tiene 50 años y que hoy está más vigente que nunca. Así arribamos al primer cierre con una de las piezas más poderosas, “Cantares”, “golpe a golpe, verso a verso”.

La parte final del concierto fue memorable, vino “Un mundo raro” de José Alfredo Jiménez; luego “Las golondrinas”. Se fue y regresó porque nadie se movió y el aplauso fue prolongado y de pie. Serrat, generoso, cantó “La fiesta”, “De vez en cuando la vida”, “Esos locos bajitos” y, al final, final, la que se quedó sentada en la estación, “Penélope”.

Lo escribió Benedetti: “Si alguien me preguntara qué esperamos aún de Serrat, yo diría que esperamos lo que siempre aguardamos de su arte original, comunicativo, sincero, tan riguroso que parece espontáneo, y además que nos siga queriendo como nosotros lo queremos a él”.

Investigador del CIESAS.
@AzizNassif

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