Cuando se abre la puerta penetramos un mundo de sueños. Mujeres dormidas flotan, vuelan, sus cuerpos desnudos comparten el espacio con las almohadas sobre las que alguna vez, quizá, se posaron y soñaron. Sus sombras forman parte de la atmósfera, igual que las nuestras, proyectadas en un muro azul, azul noche. ¿Formamos parte de su sueño? ¿Soñamos que estamos ahí? Saber que María José Lavín dibujó en el aire con una pluma 3D ¿nos hace parte de su sueño?

Con Sueños a la carta, la galería del Seminario de Cultura Mexicana se convierte en espacio onírico, territorio de silencio donde la voz de la materia poética se impone. ¿Hay algo más misterioso que el sueño, ese universo que habitamos la mitad de la vida?, ¿algo más misterioso que la muerte? María José Lavín nos ayuda a desentrañar sus tejidos en el aire: “Quiero poetizar sobre el sueño y la muerte, indagar en los cuerpos suspendidos y su sombra; así como los huecos y objetos que contienen al sueño. Uno está asido al aire, flota; el otro a las cosas se hunde, se aferra. El centro está en la participación del que mira: del voyerista que es parte de la propuesta”.

Somos, dice María José, “seres pensantes y soñantes”.

Esta artista, escultora, ceramista y pintora que ha trabajado el cuerpo femenino con una visión propia rompiendo los cánones de belleza del arte griego clásico, que trabaja con barro y con porcelana, con madera y con resinas, con polvo de mármol, encausto, vendas de yeso, fibra de algodón de maíz y hasta con Pet, leyó un día La casa de las bellas durmientes, la hermosa novela de Yasunari Kawabata. Y decidió crear una instalación alrededor de esa poética sobre la belleza, el sueño, la muerte, el erotismo. Encontró el instrumento para realizarla en una pluma 3D y se entregó al tejido con filamentos tan finos como la línea que divide al sueño de la muerte. “El sueño trazado en líneas delgadas gruesas, enmarañadas, largas, rojas, rosas, blancas, negras, entre la desmesura y el cálculo, la luz y la sombra” dice. “Quiero sospechar los sueños de otros y reflexionar sobre la ausencia- presencia a través de las sombras que los cuerpos soñantes proyectan. (…) El espectador con las mujeres verá la sombra de los sueños de otra, construyendo su propio sueño a la carta. ‘El voyeur’ que mira las piezas suspendidas y su sombra detona su propia sombra. Él es también la huella del sueño”.

El título de la exposición viene de una idea de Gilles Lipovetsky: “En la hiper modernidad ya no hay sueños colectivos, el sueño como la moda es a la carta”.

En pleno vuelo se mezclan con las mujeres o viajan en otros materiales hacia la mirada las almohadas de bronce o resina con ese hueco o huella del sueño, nocturno o eterno, de quien se posó en ella.

En “Sueños en porcelana”, Lavín guardó las mujeres durmientes más frágiles dentro de un capelo para que las veamos como aquél anciano de Kawabata mira a las jóvenes entregadas al sueño, sin tocarlas. También están los “Sueños rotos” y esa vulva femenina gigante en la escultura “Origen” (resina pigmentada y pulida). En el patio, con las “Venus” de María José, penetramos sus “Territorios de piel” que se anuncian con piezas desde adentro.

También se anuncia la clausura de la exposición el domingo próximo. Y una conversación el sábado 14 a las 12, en la que participaremos con la artista Luis Ignacio Sáinz, Jaime Moreno Villarreal, Felipe Leal y yo. Porque puede cerrarse la muestra, pero los sueños no pueden clausurarse. Ni podemos darle la razón a Serge Daney cuando dice: “A los seres humanos ya no les pasa nada, ya solo les pasan cosas a las imágenes.”

adriana.neneka@gmail.com

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