Me pregunto cuántas veces al día pronunciamos la palabra “vida”. Con qué frecuencia la escribimos, como si fuera solamente una más en la infinita gama de posibilidades que nos regala la combinación de letras que nos ofrece el abecedario. Pero cuando la existencia nos pone en medio de situaciones límite, deletrear esas dos sílabas, pensar la vida, sabernos vivos, cobrar conciencia del valor de la respiración, y decir o escribir “vida”, es el ejercicio más importante y significativo del mundo.

A mediados de 2021 a Mariluz Durazo le diagnosticaron un cáncer avanzado. Y decidió cambiar su vida. Por primera vez pensaría en ella. “A las mujeres nos enseñan que si hacemos felices a los demás nosotros lo seremos, pero es al revés y la enfermedad me lo reveló”. Entendió, dice, que había que sanar el cuerpo, pero también el alma, desaprender mucho. Y en solo tres meses hizo cambios radicales en su vida personal, se mudó de casa y retomó la escritura de un libro de cuentos. Entre quimioterapias y cirugías lo terminó, lo editó y logró su publicación. Sorbos de vida se convirtió, como sus hijas y amistades, en parte de la sanación, el motivo para despertarse cada mañana y llenarse de vida.

Había leído Reflejos, su libro anterior (2014). Sabía de su fascinación por Cortázar, Borges y Rulfo y que aprendió como publicista a comunicar mucho en poco tiempo; que dejó los comerciales, pero conservó el ímpetu creativo y descubrió que en el cuento las palabras van directo a la yugular y a lo esencial, y que es posible llevar al lector, sin darle un respiro, de principio a fin de la lectura. Conocía su sentido del humor y su risa subversiva que le da la vuelta al lugar común y a la corrección política. El dato de que nació en México, pero reside en Miami desde hace más de tres décadas, es definitivo. Dentro de ella y sus cuentos, pues, palpitan simultáneamente la cultura popular mexicana que tanto asombro le ha provocado y la diversidad cultural y lingüística que se atraviesa a diario en su camino. Suyo es el pueblo donde las mujeres viven de su llanto en los velorios, pero también, la violencia de las dictaduras militares sudamericanas que se quedó a vivir para siempre en el corazón de sus víctimas. Suyas son las bodas en la India o los paisajes majestuosos de Tailandia. Pero también, lo que de universal tienen el abuso desde el poder patriarcal, el terror de los migrantes en ser deportados y el amor inconmensurable de una madre. Tan suya es aquella asignatura pendiente de los grandes amores interrumpidos en un momento de la vida, como el mundo silencioso de quienes pierden el sentido del oído y adquieren un mundo propio, sin sonidos, pero lleno de significados. Suya es, sobre todo, la convicción de que la energía femenina es capaz de cambiar el mundo.

Escribí el prólogo desde la entrañable amistad y la admiración por su talento. Pero el jueves pasado, el asombro nos tomó por asalto durante la presentación virtual del libro, en el marco de la Miami Book Fair. Quienes participamos —Concha León Portilla y Jorge Ramos, que llegaba de Ucrania “inundado de realidad”—, descubrimos junto con sus lectores la potencia luminosa de la voz de Mariluz Durazo para narrar estos meses reveladores en su vida. Como mujer y autora: “sé quién soy por lo que escribo”. Y que el nacimiento de un solo cuento en algún lugar del mundo significa un paso más en la eterna búsqueda por nombrarnos, deletrearnos, indagar el sentido de nuestra existencia o reinventarla. Una y otra vez.

adriana.neneka@gmail.com

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