El jueves de la semana pasada, el reconocido fotógrafo mexicano Pedro Meyer anunció el cierre del Foto Museo Cuatro Caminos, abierto por él desde hace cuatro años en Naucalpan. Las razones que dio a conocer son espejo de la realidad que enfrenta México: cobro de derecho de piso por parte del crimen organizado; corrupción en cada trámite para hacer posible la operación de una asociación civil como la suya; compromisos por escrito para brindar apoyos que no se cumplieron; robo por parte de los policías que custodiaban el espacio y, el último golpe: la cancelación de eventos programados debido al coronavirus.

Meyer ha sido maestro de varias generaciones de fotógrafos, gran divulgador del rico movimiento de jóvenes autores en México y Latinoamérica, y tuvo el valor y la generosidad de abrir un espacio cultural y educativo en uno de los municipios más inseguros al norte de la Ciudad de México. Además de las muestras temporales, llevaba a cabo un programa pedagógico en torno a la fotografía y tres de sus galerías fueron sede de las exposiciones de Jóvenes Creadores del Fonca.

Solo un día después de recibir esta noticia, fotógrafos, artistas visuales, cineastas, escritores, bailarinas, músicos, libreros, editores, directores, actores, el gremio de las artes escénicas… y públicos que llevan semanas de confinamiento en casa debido a la contingencia por el Covid-19, se publica una fotografía en redes: con la sonrisa más amplia posible, Irma Eréndira Sandoval, secretaria de la Función Pública (SFP), y Alejandra Frausto, titular de la Secretaría de Cultura (SC), aparecen literalmente codo a codo y hombro con hombro para informar que el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) se extingue como fideicomiso para incorporarse a la SC en calidad de dirección general.

Sandoval escribe un tuit que acompaña la foto: “Se acabó el FONCA salinista, nacido para controlar a los rebeldes y premiar a los compadres (…)”. Su insensibilidad provoca indignación y además agudiza la polarización de posturas. Artistas de todas las disciplinas y gestores de primer nivel protestan por la falta de respeto a su trabajo y enlistan obras realizadas gracias a la beca de ese Fondo que ha enriquecido el patrimonio cultural de México a lo largo de 30 años. Entonces la funcionaria reacciona con otro tuit: “Serénense artistas. Es un hecho histórico que Salinas (…)”.

La noticia es polémica en sí misma, sin embargo, la oportunidad de un debate a la altura del asunto se pierde por el tono y el momento en que se da a conocer. Posiblemente el Fonca era perfectible, pero su incorporación a la SC implica riesgos como la pérdida de autonomía, la discrecionalidad en las asignaciones y en el uso de recursos y el obligado ajuste al presupuesto federal. Justo cuando se cierran teatros, cines, salas de concierto, museos y galerías y la cuarentena hace estragos en la vida de muchos creadores, empresarios y trabajadores de la cultura, se anuncia un cambio de esta envergadura. Apenas unos días antes, Ángeles Huerta, diputada federal por el distrito de Naucalpan (precisamente donde se cierra el museo de la Fundación Pedro Meyer), dijo ante la Comisión de Cultura y Cinematografía: “Nadie del sector cultura se está muriendo de hambre ni es pobre (…) No es momento para pedir dinero al gobierno”.

Lo anterior ilustra la pobre idea que en las esferas políticas se tiene de la cultura y de la relación del sector con el Estado. El tono de la titular de la SFP tiene que ver más con el desprecio al arte que con la aspiración a la excelencia y más con la propaganda ideológica que con los derechos culturales. En el esquema del gobierno actual no cabe el diseño de políticas públicas y de Estado en el que colectivos, ciudadanos y profesionales participan, sólo hay dádivas desde el poder, como en épocas del viejo PRI.

Cierra un museo bajo acoso, se congelan las becas a investigadores del Instituto Mora, se extingue el Fonca, se desploma el petróleo, el lunes se registra el día más violento del año, entramos a la Fase 3…

adriana.neneka@gmail.com

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