Cuando murieron la mujer se aproximaba a los 30 años, el niño tenía entre ocho y 10. El análisis de la antropología física, apoyado por estudios interdisciplinarios, revela que el menor fue decapitado y que la mujer murió al serle extraído el corazón. Se trata de los acompañantes de la Reina Roja sacrificados para ofrecer su sangre a los dioses.

Los restos óseos de la mujer y el niño, encontrados junto al sarcófago de la Reina Roja en el Templo XIII de Palenque, han sido materia de estudios científicos desde 1994. Las múltiples evidencias arqueológicas, documentales, escultóricas o cerámicas en diversas culturas mesoamericanas han sido abordadas por las personas más expertas. Negar la existencia del sacrificio humano en tiempos prehispánicos es negarse a entender la cosmovisión de nuestros antepasados y sus rituales funerarios. Idealizar a las sociedades indígenas originarias, es negarles la complejidad de su cultura y su pensamiento.

Para la antropóloga física Vera Tiesler: “El sacrificio era la expresión máxima de la religión, de la cosmovisión, era la medida que garantizaba el balance, la continuidad del ritmo vital de la existencia”. También se ofrecían sacrificios para pedirle a los dioses un buen trayecto para el jerarca difunto, ya que aquellos con poder en vida se volvían ancestros con mucho poder después de muertos, eran venerados y se les rendía culto, podían interceder ante los dioses.

Según Martha I. Nájera Coronado, autora de El don de la sangre en el equilibrio cósmico, los sacrificios por extracción del corazón se vinculaban tanto a la fertilidad como a los orígenes míticos. Es en el Popol Vuh donde se encuentra el primer relato de un sacrificio por extracción del corazón, por parte de Ixquic, la diosa madre. En el mito de la creación, uno de los dioses formadores que primero fecundaron la tierra se llama Corazón del Cielo. El corazón contiene el germen de la vida y el cosmos entero se renueva gracias a quien da su corazón para alimentar a las deidades.

En palabras de David Stuart: “El sacrificio fue uno de los acontecimientos primordiales en los mitos de la creación maya, y los rituales del periodo Clásico eran reflejo y evocación de esos acontecimientos”.

La muerte del niño acompañante de la Reina Roja tiene un significado sagrado cuya explicación se encuentra en los mitos originarios. Está en aquel gemelo del Popol-Vuh decapitado por los dioses del Xibalbá. De su cabeza, colgada a un árbol, brota el chisguete que embaraza a la joven Ixquic quien dará a luz al Sol y a la Luna. Desde entonces, dice Víctor Torres Roldán, “todos los decapitados son Huhanhpú; y al sacrificarse ganan la posibilidad de convertirse en seres sobrenaturales”.

Para Miguel León Portilla: “La religiosidad mesoamericana implicaba la creencia de que la sangre de los sacrificados fortalecía la vida de los dioses, en particular del Sol. De ese modo, se propiciaba la perduración de la presente edad cósmica, diríamos que se redimía a los seres humanos de su destrucción cósmica.” El historiador encontraba una analogía con el sacrificio del cuerpo y la sangre de Cristo en la teología cristiana y la eucaristía como ritual. En ambos casos, “el sacrificio humano es elemento esencial de su realidad cultural”. Por ello importa entender su significación más plena: “en Mesoamérica, ofrecimiento que redime a los humanos de su destrucción cósmica; en el cristianismo, fundamento de la redención del género humano”.

Todo esto quiere desmentir Andrés Manuel López Obrador con su Grandeza.

Diría el historiador Peter Brown: “Peor que olvidar la historia es retorcerla para avivar el resentimiento”.

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