Entre muchas frases, hay una que la define: “Estar rodeada de bellezas y no emocionarte es un paso estéril por la vida”. El libro Miriam Kaiser: una guerrillera por amor al arte, de Angélica Abelleyra, es testimonio del camino fértil de una mujer de 87 años que, con una memoria y una sensibilidad privilegiadas, le cuenta su vida y su larga experiencia en la gestión cultural a una periodista que se puso a la altura de la historia que escuchó.

El libro (UANL, 2023) se comentará este viernes durante el Seminario Internacional de Crítica de Arte en el marco de la FIL de Guadalajara. Contiene la historia que está detrás de la creación de los museos y colecciones en este país, la que se oculta detrás del montaje de grandes muestras internacionales como Esplendores de 30 siglos, y nacionales como El arte del Templo Mayor, las grandes y pequeñas historias que se guardan en instituciones públicas y privadas, universidades, galerías, oficinas y talleres.

Con un punto de vista crítico que privilegia el sentido común y la verdad sobre la corrección política, Kaiser decidió responder preguntas inteligentes y no guardarse nada. Con la gracia, la pasión y la elegancia que conocemos comparte lo que sabe. Habla de su vida privada, la maternidad, sus padres, a quienes México abrió las puertas: “Ellos me enseñaron a querer este país (…) lo he hecho a través de la cultura. Y ha sido grandioso”, dice. Mexicana de nacimiento y políglota, se formó como maestra en Israel y regresó al país para “(…) enseñar, transmitir conocimientos, estar rodeada de gente joven y mostrarle caminos”. Revoltosa y rebelde se describe. Entre sus “travesuras” cuenta cómo logró que curadores de todo el mundo vieran que la riqueza del arte prehispánico no estaba solo en el Museo de Antropología o que hay muchos artistas más allá de Frida Kahlo. Y muchas otras, porque transitó desde Radio Universidad con Max Aub al Comité Olímpico en el 68; de la galería de Arte Mexicano a la dirección del museo del Palacio de Bellas Artes que ocupó en dos periodos, del INAH a Conaculta… y ha contribuido a la creación de nueve museos en México, como el MUNAL.

Audaz como Fernando Gamboa y rigurosa como Raquel Tibol, a Káiser no le gusta “figurar sino hacer” y nos consta que ha sido clave durante más de medio siglo en la formación de públicos y acervos en México. Hace una radiografía del sistema cultural: las carencias y las riquezas, las legislaciones, el uso político del arte, el problema de los artistas intestados y “el síndrome de las viudas”; la limitada difusión cultural y los siempre escasos presupuestos, la urgencia de la educación artística, el “show” de las ferias de arte, las obras embodegadas en los museos, la ignorancia de los administradores… Habla de sus preocupaciones, como la precariedad laboral en la cultura en México, a pesar del talento y la riqueza artísticas. “Me pagaban una miseria, pero no me cambio por nadie”, dice por ahí.

Se autorretrata: “Una titiritera que mueve los hilos para que las cosas se den”. Con franqueza y mucho humor llama a las cosas y a los protagonistas por su nombre mientras narra las polémicas y múltiples batallas en su trayectoria. Siempre con la ética y la integridad por delante. Revela los caprichos salinistas (Museo de San Ildefonso), pero también cuestiona proyectos de la 4T (Chapultepec). Su lucidez, su análisis crítico y siempre propositivo le urgen a nuestro medio cultural.

En medio de la polarización y la ausencia de un debate serio, la mirada de Kaiser en la pluma de Abelleyra irrumpen cuando más lo necesitamos.

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