Lo que vimos en el Auditorio Nacional con “Despertares“ el sábado es “lo mejor del mundo de la danza en un mismo escenario” según la mirada, la sensibilidad y la energía de Isaac Hernández, el niño prodigio de Guadalajara que decidió traer a su país un espectáculo que aspira a la perfección. Así se anunció. Pero hay mucho más.

Está su historia: un niño que nace en 1990 y desde los ocho años baila cuatro horas diarias en el patio de su casa en Guadalajara, junto a sus diez hermanos. Con el impulso de sus padres, Laura Fernández y Héctor Hernández, bailarines de clásico, revela un talento y una dedicación fuera de serie. A los once años recibe su primera beca y emprende el vuelo para recorrer las compañías más importantes de Estados Unidos, Australia, Francia, Alemania, Canadá… En 2008 destaca en el San Francisco Ballet, en 2012 se convierte en figura principal del Ballet Nacional de Holanda y en 2015, en solista y primer bailarín del English National Ballet. En 2018 obtiene el Premio Benois de la Danza al mejor bailarín del mundo.

Después de siete años en Londres, Isaac Hernández se despide de Inglaterra y decide volver al San Francisco Ballet este año, compañía de la que su talentoso hermano Esteban forma parte. Y es que tiene proyectos que van más allá de su luminosa trayectoria individual. Proyectos derivados de su convicción acerca del arte como instrumento de movilidad y transformación social. Así se lo recordó al público el sábado antes de que iniciara la función con el Guetto Funk Collective de Ámsterdam que, en un instante, electrizó a la audiencia.

A los 20 años, este joven virtuoso decide crear “Despertares”, reunir a los y las mejores de la danza y el ballet y traerles a México, no sólo como espectáculo sino con la idea de crear infraestructura cultural, capacitar maestros y despertar vocaciones. Así lo hizo cada año desde 2012 hasta 2019 cuando anunció el fin de la gala internacional por falta de apoyo del gobierno federal. Luego vino la pandemia, dos años perdidos para muchos bailarines que dijeron adiós a sus sueños por la precariedad en el horizonte. Isaac se encendió de nuevo y decidió, no sólo retomar el proyecto, sino hacerlo autosostenible mediante alianzas con la iniciativa privada y gobiernos locales; convenció al Royal Ballet de Londres a viajar para hacer audiciones gratuitas (se postularon a becas 248 bailarines de 12 a 18 años), él mismo dio clases magistrales sin costo y continuó con “Despertares Impulsa”, conferencias y talleres para jóvenes con la idea de animarlos a ponerse zapatillas de ballet. En San Francisco pretende crear puentes que les ofrezcan oportunidades en Estados Unidos y Canadá y vincularse con la comunidad latina.

En el escenario vimos zapatillas y puntas de clásico, pero también de tap, tenis para hip hop, pies descalzos para ritmos africanos y danza callejera, tutús, mallas y pants. Contemplamos a 30 bailarines, como los hermanos Hernández, Brooklyn Mack, Misa Kuranga o Chey Jurado interpretar en movimiento a Tchaikovski y a Piazzolla, a Petipa, a Nureyev y Forsythe, pero también a María Teresa Vera con Geo Meneses y el trío Los Macorinos. Fuimos testigos de la diversidad de formas de la excelencia y la emoción y recordamos palabras de la productora, también familiar, Emilia Hernández: “Aspiramos a la perfección”. Escuchar eso en un entorno que promueve la mediocridad es tan agradecible como ver en Isaac Hernández a un bailarín de altos vuelos con los pies en la tierra y el corazón en México. Cómo no ovacionarlo. Nos recordó que, a pesar de todo, la humanidad no se cansa de bailar.

adriana.neneka@gmail.com

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