Sólo quien goza la lectura de clásicos mexicanos como José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, Sergio Pitol o Carlos Monsiváis en ediciones impecables. Quien se deja sorprender por escritoras jóvenes como Valeria Luiselli o Verónica Gerber o con plumas como las de Juan Villoro y Arnoldo Kraus. Quien agradece la edición de autores como Enrique Vila Matas o Nell Leyshon; quien aprecia la calidad de una portada de Alejandro Magallanes o disfruta tener en sus manos Gato encerrado, el reciente libro pop up de José Gordon ilustrado por Sebastián Ilabaca, que reúne arte, ciencia y poesía, podrá entender lo que cuesta imaginar a México sin las casas editoriales que hacen posible esos prodigios. Y aunque cueste creerlo, hoy Ediciones Era, Sexto Piso y Almadía están en riesgo.

Como están en riesgo el teatro independiente y las artes escénicas, la investigación científica, la producción cinematográfica y musical, la difusión de artes visuales en museos y pequeñas galerías, las becas de jóvenes investigadores del CIDE y del Instituto Mora… Es decir, están en riesgo el motor de la vida creativa y la producción de conocimiento, justo lo que necesitamos para imaginar y construir una nueva manera de habitar el mundo después de la pandemia. Y necesitan ayuda, porque la contingencia por el Covid-19 aunada a una política de austeridad radicalizada ha puesto todo aquello al borde de la inanición.

A la extinción del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) siguió el decreto de la 4T que exige una disminución de 75% a los gastos operativos de las dependencias gubernamentales con todo lo que eso significa para un sector ya muy precarizado. Diego Prieto, titular del INAH, ya anunció un recorte del 50% que impactará la contratación de personal bajo el capítulo 3000 (honorarios), así como proyectos de investigación y conservación del patrimonio, por mencionar un ejemplo.

Hoy, que la calle no es un foro posible para la protesta, las redes virtuales y los medios dan voz a un coro cada vez mayor de colectivos que no sólo piden auxilio a través de fondeadoras (como la alianza Era-Sexto Piso-Almadía) y exigen una reconsideración, sino que ofrecen propuestas como la de un censo de artistas y su inclusión a un seguro de desempleo. El recién creado Frente Amplio de Trabajadores del Arte y la Cultura por un lado, y por el otro investigadores del INAH y profesores eméritos, entre muchos más, piden un alto al desmantelamiento y un cambio en la jerarquización del gasto público que, por un lado, recorta drásticamente presupuestos y por otro le da prioridad a megaproyectos del Ejecutivo, como el Tren Maya, Santa Lucía, Dos Bocas... Cabe agregar que el gasto militar en el primer año de este gobierno (2019) subió 6 mil 500 millones de dólares, mientras que el presupuesto de cultura en 2020 es de 13 mil 517 millones de pesos.

El reto es mundial, pero en Alemania, por ejemplo, el gobierno anunció la inclusión de la cultura dentro de los bienes de primera necesidad y, por lo tanto, un programa de rescate financiero que contempla 120 mil millones de euros para el sostenimiento del empleo y una línea de liquidez ilimitada a la que podrán acceder desde grandes teatros hasta Pymes y profesionales afectados por la cuarentena cultural. Mientras, Reino Unido destinará 200 millones de euros al rescate del sector y Francia ya extendió un primer apoyo de 22 millones. Por su parte, España aprobó ayer todo un paquete de medidas urgentes que destina 76 millones de euros a la cultura, garantiza seguro de desempleo a los artistas, eleva al 40% las deducciones por mecenazgo y otorga créditos inmediatos a Pymes culturales. De este lado del mar, el ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile distribuirá 15 mil millones de pesos para el sector artístico y cultural y los espacios y organizaciones afectadas por la contingencia.

Y es que entienden, como Diego Rivera, que el arte “es un asunto de salud pública”.

adriana.neneka@gmail.com

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