Escribió el domingo en Twitter la secretaria de Cultura Alejandra Frausto: “Acarreada por el corazón. Ya lista para marchar y seguir transformando al lado de nuestro presidente…” Y horas después, al finalizar la travesía que lo glorificó de Reforma al Zócalo de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador bautizaba su modelo de gobierno: “Humanismo mexicano”.

El gobierno de AMLO continuamente produce decálogos, enunciados y consignas: El “Decálogo para recuperar la paz” y la reedición de la Cartilla Moral de Alfonso Reyes, como antecedente de la Constitución Moral de la 4T, en 2019. Luego, el “Decálogo para salir del coronavirus y enfrentar la nueva realidad” (2020); el “Decálogo para la seguridad de niñas, niños y jóvenes en Internet” y el “Decálogo para rescatar el sector energético” (2021). El “Decálogo de la Reforma Político-electoral” y el “Decálogo de acciones en la lucha contra el cambio climático” (2022). Y hoy: “Hagamos realidad y gloria el Humanismo mexicano”, proclama el Presidente de México a dos años de concluir su gestión.

Humanismo es, según el Diccionario de María Moliner: El “conocimiento o cultivo de las humanidades”. Se trata, en resumen, de un movimiento intelectual, filosófico y cultural que nace durante el Renacimiento italiano en los siglos XIV y XV y se extiende por Europa. Rompe con el teocentrismo propio de la mentalidad católica medieval para poner al ser humano en el centro y propone el estudio de los clásicos griegos y latinos como modelo de verdad, belleza y perfección. El humanismo revoluciona las artes, las ciencias y la política y supone la transición de la Edad Media a la Modernidad. Está relacionado con la generosidad, la compasión y la valoración de los atributos y las relaciones humanas.

El Presidente tuitea: “Entre otras cosas, ayer propuse bautizar nuestra forma de gobierno como Humanismo Mexicano (…) poco a poco lo iremos definiendo entre todos porque necesitamos heredar una teoría propia”.

En busca de esa definición, cabe preguntarse, para empezar, si en plena emergencia climática derivada del antropocentrismo es ético poner a la humanidad en el centro por encima de todas las demás especies vivas. Y más: ¿Cómo se puede llamar humanista a un gobierno que alienta todos los días el resentimiento y la polarización social?, ¿es humanista el que denigra a quien tiene aspiraciones de una mejor vida, una educación de calidad, viajar a conocer el mundo?

¿Qué políticas culturales hay que generen ese “humanismo mexicano”? La entrega fugaz de los premios nacionales de ciencias y artes de 2020 y 2021, en solo 20 minutos, durante una conferencia mañanera ¿alimenta la reflexión humanista? Los golpes al presupuesto y las imposiciones a centros de investigación cultural y científica como el Cide, el Conacyt, la Conabio… ¿son humanistas? El recorte dramático a la antes exitosa Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ); la probable cancelación de los premios Ariel anunciada por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas debido a una crisis financiera por falta de apoyos del Estado; el retraso en los pagos a trabajadores de la cultura y a los becarios… El silencio del gobierno frente al Premio Princesa de Asturias otorgado este año al arqueólogo Eduardo Matos, lo mismo que ante la muerte del arquitecto y escultor Fernando González Gortázar (inteligencias críticas los dos), ¿corresponden a un modelo humanista?

La centralización del poder en una sola persona y su endiosamiento parecen más propios de la era medieval que del humanismo.

adriana.neneka@gmail.com

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