Para Ciro Gómez Leyva

El atentado a Ciro Gómez Leyva es contra todo el gremio periodístico, contra la sociedad toda, contra la libertad. Así escribí en redes la noche del jueves pasado al saber que, a este compañero de muchos años, admirado colega y queridísimo amigo, intentaron matarlo. Las balas no pudieron alcanzarlo por el blindaje de la camioneta que conducía para llegar a su casa luego del noticiero. ¿Por qué tiene que protegerse así un periodista en México?

Porque hace años lo amenazaron. Y la empresa donde trabaja le proporcionó esa camioneta que finalmente le salvó la vida. Pero también por el clima tan adverso en el que se ejerce el periodismo en este país.

Dos días después del atentado a Ciro murió Nélida Piñón, a quien le escuché en 2015 en México una de las más bellas reflexiones sobre el valor del periodismo. En un encuentro con Elena Poniatowska, la escritora nos reveló la poderosa influencia de la prensa en su vida, la labor didáctica que ejerció la lectura cotidiana del periódico en la niña brasileña, descendiente de gallegos, fascinada desde pequeña con el espíritu aventurero de los reporteros. “Aquí viene la vida”, pensaba mientras abría las páginas del diario como una manera de inaugurar el mundo. “Era una obertura extraordinaria, aquello tenía plasma, sangre, historias y narrativas que me vinculaban con la existencia de otros”.

El periodismo le permitía entender lo que pasaba en su país y en el mundo. Su capacidad para crear mitos, héroes y personalidades le fascinaba. Los necesitamos, decía de los periodistas, “porque uno es insuficiente, nuestra familia es insuficiente, tenemos que abarcar todas las instancias humanas, sólo así nos damos cuenta de que somos múltiples”. La autora de La República de los sueños se preguntaba: “¿Cómo se puede vivir sin las noticias, sin las intrigas, sin el conocimiento, aún sin el disenso?”.

En su libro de ensayos Aprendiz de Homero, Piñón incluye el texto “Arquímedes, el buen reportero”, personaje real que fue definitivo en su vida y en su idea de estudiar periodismo, aunque supiera, desde siempre, que sería escritora. “Lo veía desesperado en la calle como con un sentimiento de culpa por no haber contado la historia que la vida requería, como si estuviera en falta con la vida. Él no tenía vida propia sino la vida que la gente le delegaba. Iba y buscaba abrir ventanas y gavetas de la casa ajena para descubrir, lo que me parecía extraordinario”, y si bien la literatura hace lo mismo “el lenguaje periodístico está más conectado con la oralidad que siempre ha sido una pasión en mi vida”. Aunque ninguna sala de redacción huela a santidad, el reportero debe ser motivo de reconocimiento y admiración, insistía.

Es urgente una revaloración social del periodismo. Para que ningún comunicador requiera de un coche blindado para salvar su vida. Ni defenderse de la humillación cotidiana en “las mañaneras”. O lamentar que han muerto asesinados en México 157 periodistas desde el 2000; 37 en este sexenio y 12 durante 2022, en casi absoluta impunidad. No tendríamos que esperar a que cada historia se convierta en documental de Netflix (¿Quién mató a Manuel Buendía?, A plena luz, el caso Narvarte…) para buscar la verdad y esperar justicia. Necesitamos, como dijo Ciro en su noticiero de antenoche, hacernos una mejor vida: “Algún día México vivirá en paz y con seguridad. Ese día realmente habrá transformación”.

“Una transformación radical en la que no sintiésemos miedo”, diría Theodor Adorno en su definición de utopía.

Les deseo felices fiestas navideñas, un buen año, una mejor vida y mucha paz.

adriana.neneka@gmail.com

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