Le llaman el contaminante invisible. Causa daños fisiológicos irreversibles como la pérdida auditiva. Tiene relación directa con alteraciones en la salud mental como el estrés, la depresión y la ansiedad y puede desencadenar padecimientos cardiovasculares e hipertensión. Sus efectos inmediatos: aumento de irritabilidad, dolor de cabeza y detrimento en la concentración. La Organización Mundial de la Salud califica la contaminación acústica, segunda causa de enfermedad por motivos medioambientales, como una “amenaza infravalorada”.

El rediseño del espacio aéreo en el Valle de México le cambió la vida, de un día para otro, a un millón 200 mil personas del norponiente y el surponiente de la ciudad cuando el ruido de los aviones, en su cambio de ruta, se convirtió en estruendo. Si México y otros países han fijado en 65 el límite de decibeles antes de perjudicar la salud, las aeronaves que sobrevuelan hoy zonas como Las Águilas, Lomas de Tarango, Lomas de San Ángel Inn, Atlamaya, Merced Gómez y Mixcoac alcanzan 75, y hasta 85 decibeles por las noches con los aviones más pesados. Para darse una idea, la escala para medir el sonido es exponencial, de manera que el incremento de 60 a 70 representa 10 veces más ruido. Y es que la altura promedio de los aviones detectada en estas colonias, desde el 25 de marzo, es de 3 mil pies o 914 metros.

Pero para las autoridades los daños a la salud y al medio ambiente son producto de la imaginación ciudadana. “Se acostumbrarán”, dicen los funcionarios de la SCT y de Servicios de Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam). Lo que equivale, según Alfredo Acle, consultor especializado en el campo de aviación, a decirle a un paciente sometido a radiaciones que acabará por acostumbrarse, cuando sabemos que el daño es producto de la acumulación.

La contaminación acústica no se trasladó de unas colonias a otras con el rediseño del espacio aéreo, sino que a las zonas ya afectadas se sumaron otras más que, debido a su orografía (más alta, más accidentada y con eco), reciben el impacto con más fuerza. A la exposición continua, porque ahora los aviones sobrevuelan más tiempo la ciudad, al ruido sobre zonas habitacionales, escolares y hospitalarias de más de mil colonias de estratos socioeconómicos mixtos, se suman las partículas de Co2, Óxido Nítrico, Dióxido de Nitrógeno y otros gases tipo invernadero que la quema de combustible arroja. Los logros, según la SCT, son el aumento en la capacidad del espacio aéreo, disminución de trabajo para controladores y la reducción de demoras en 11 minutos.

Para las autoridades, la denuncia de controladores aéreos acerca del peligro de colisión reciente de dos aviones es producto de la imaginación. Igual, la opinión del Colegio de Pilotos Aviadores de México que expresó su preocupación por el incremento de gases contaminantes, o la voz de ciudadanos que protestan porque, contrario a la recomendación de OACI (Organización de Aviación Civil Internacional) nunca se les tomó en cuenta ni se hizo un estudio de impacto ambiental y de salud.

Lo que no es imaginario es la violación a los derechos humanos ambientales contenidos en el artículo 4º constitucional, por lo que se han promovido decenas de amparos. Uno de ellos fue admitido por un juez federal quien ordenó a la SCT la suspensión del rediseño del espacio aéreo.

Hoy, Día Internacional de la lucha contra el Ruido, se espera una respuesta.

adriana.neneka@gmail.com