Chapultepec ofrece toda la riqueza posible: socioambiental, histórica, cultural y artística, arqueológica, recreativa, simbólica, turística, botánica, sentimental. De ahí el debate alrededor del proyecto de Gabriel Orozco que presentaron recientemente la Secretaría de Cultura y el gobierno de la Ciudad de México. Y porque todo un entramado democrático que ha funcionado durante 15 años en el manejo del bosque se frenó en seco a partir de una decisión presidencial.

El Bosque de Chapultepec es parte de nuestra vida personal y colectiva. A todos nos importa y difícilmente alguien se opondría a que se rehabilite este gran espacio, se alivien sus árboles enfermos, se recuperen zonas abandonadas, se limpien sus lagos, se mejore la accesibilidad, se conecten las cuatro secciones y se abran más puertas hacia el asombro renovado que regala todo jardín. La crítica va por otro lado.

Además de presentarlo en plena crisis sanitaria y económica, extraña que un proyecto “prioritario”, como lo anunció el Presidente durante una mañanera en 2019, pase por alto al Consejo Rector Ciudadano (CRC) y al Fideicomiso Pro Bosque de Chapultepec que hace más de 15 años se crearon para involucrar a la ciudadanía en la toma de decisiones junto con las autoridades del gobierno de la Ciudad de México en torno al parque urbano más antiguo del continente. Y es que esta organización tripartita se formó con AMLO como jefe de gobierno y Claudia Sheinbaum como su secretaria de Medio Ambiente.

Apenas en marzo de 2018, el CRC aprobó un Plan Maestro para la rehabilitación de la tercera sección de Chapultepec, área natural protegida y una de las más dañadas del bosque, con un 35% de su cubierta forestal muerta o en agonía. Una de las críticas más fuertes al proyecto de Orozco es, precisamente, que privilegie la construcción de más espacios cuando ambientalistas y arquitectos han insistido en que el bosque ya no aguanta más concreto y requiere mayor atención en temas como la reforestación o el potencial del bosque en la captación de agua de lluvias. Hoy en día el torrente de aguas que captan las cañadas en la tercera sección va a dar a la presa de Dolores y de ahí a la segunda sección, donde se entuba para canalizarse al drenaje profundo. Probable destino también para los 100 millones de pesos que el Fideicomiso Pro Bosque había reunido en donativos para un proyecto hídrico en beneficio de los mantos acuíferos.

Otro proyecto aprobado y suspendido por falta de fondos es el que diseñó un grupo de jóvenes arquitectos para rehabilitar el Museo de Historia Natural. Y en el nuevo Museo Nacional de Energía y Tecnología (MUNET), a cargo de Enrique Norten, está por terminarse la primera etapa de construcción con enormes problemas presupuestales.

Si en la primera y segunda sección ya hay 16 museos y centros culturales abiertos, pero sin fondos de operación mínima, y dos en proyecto o en obra que no pueden terminarse por falta de recursos ¿tiene sentido construir 12 más? Si México cuenta con arquitectos paisajistas, ingenieros hidráulicos y equipos arquitectónicos de reconocido nivel que tienen proyectos integrales de rehabilitación para Chapultepec sobre la mesa, ¿por qué Orozco no los tomó en cuenta? Las preguntas se multiplican, las voces también, el debate inició.

adriana.neneka@gmail.com

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