Un día me llamó por teléfono, muy emocionado, mi tío Guillermo Arriaga. Bailarín y coreógrafo, admiraba con pasión a su bisabuelo Ponciano Arriaga y decía que su célebre pieza Zapata venía de aquel espíritu indomable. Preparaba una conferencia acerca del llamado “Padre de la Constitución de 1857” cuando descubrió al personaje. Y me urgió: “Hay que investigar a Avelina Villarreal, la esposa del tío Camilo, no sabes qué mujer fascinante”.

Camilo Arriaga, hijo de un sobrino de don Ponciano, fue uno de los precursores intelectuales de la Revolución Mexicana y, junto con Ricardo Flores Magón, fundador del Partido Liberal Mexicano (PLM). Creció en el seno de una familia de liberales militantes donde comenzó a leer a Marx, a Engels, a Bakunin y a otros socialistas y anarquistas europeos. Se graduó como Ingeniero de Minas y muy joven, a los 28 años, fue diputado local en San Luis Potosí primero y después en el Congreso Nacional. Sin embargo, sus ideas no eran afines a Porfirio Díaz y se convirtió en su adversario justamente en 1900, el año en que viajó a Europa e introdujo a México, desde París, una famosa biblioteca que sería clave para los simpatizantes del socialismo y el anarquismo. Se reunían en la que fuera casa de los Arriaga, atrás del Hotel Jardín en San Luis Potosí, a leer y debatir las ideas revolucionarias. Al grupo se une Ricardo Flores Magón, quien define a Camilo como “el alma del actual movimiento político”.

Avelina Villarreal se casó con Camilo Arriaga en 1905. Originaria de una familia adinerada de Tamaulipas, optó por la causa social desde joven escribiendo para Regeneración y entregando todos sus recursos al PLM y a la lucha contra la dictadura porfirista. Gracia Molina-Enríquez y Carmen Lugo Hubp cuentan, en Mujeres en la historia. Historias de mujeres, que Avelina y Camilo patrocinaron la sublevación que, con miras a derrocar a Díaz, tendría lugar el 27 de marzo de 1911 en Tacubaya con la participación de maderistas, intelectuales, dirigentes obreros y altos oficiales del ejército federal. Ella misma financió la compra de materiales de guerra, en especial cartuchos de dinamita, y fabricó personalmente sacos de parque, insignias, vendajes y banderas, así como distintivos que utilizarían los diversos grupos revolucionarios organizados para identificarse. Puso en comunicación a todos los complotistas y les hacía indicaciones tanto para su seguridad como para informarles del estado en que se hallaba la conspiración.

Sin embargo, alguien los traiciona, el gobierno de Porfirio Díaz descubre su plan, aprehende a la pareja y los encierra en Lecumberri, donde coinciden con otros presos políticos. Desde prisión, Avelina continúa su comunicación clandestina con los elementos del complot que habían logrado escapar y con jefes revolucionarios que ya están combatiendo. Tres meses después, Madero firma los convenios de Ciudad Juárez y Camilo y Avelina recobran su libertad. Habían entregado a la causa de la democracia todo su patrimonio: un hotel en San Luis Potosí y tres ranchos que vendieron para financiar al PLM, a Regeneración y los preparativos de la revolución maderista.

Cuando Huerta usurpa el poder, Camilo y Avelina vuelven al exilio, está vez, en Nueva Orleans. Y regresan en 1920 para continuar su periodismo crítico en El Demófilo y en El Heraldo de México. En 1940 la Secretaría de la Defensa Nacional reconoce a Avelina Villarreal de Arriaga como “Veterano de la Revolución” y se le concede el “Mérito Revolucionario”.

Y en el centenario de muerte de Ricardo Flores Magón, Avelina también toca las puertas de la memoria.

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