Si alguien es especialista en poner trampas y envolver a las personas para lograr sus propios fines, que generan males de consecuencias muy peligrosas, es quien hoy es portador de la Banda Presidencial. La estrategia de Andrés Manuel López Obrador como dirigente partidista, candidato, funcionario, jefe de Gobierno y ahora presidente siempre se ha basado en dos ejes: polarizar entre los que lo apoyan (ciegamente) y los que no; y señalar culpables cuando las cosas no salen como él esperaba, mediante una narrativa "anti-manchas" hacia su persona para seguir -desde su punto de vista- con una imagen inmaculada, aunque no haya resultados. Esta es la forma para no responsabilizarse de las decisiones que solo él toma, porque echa al ruedo a los floreros que están a su disposición.

Funcionarios que por desconocimiento, irresponsabilidad, conveniencia y hasta por complicidad "de servir" a un hombre -que no al país- han decidido acompañar a la persona y meterse en la trampa: no mentir, no traicionar y no robar al pueblo, lo que debería incluir informar con veracidad, acabar con la simulación y erradicar la manipulación. Nada de esto se hace.

Con una cuidadosa estrategia desde el área de Comunicación Social de la Presidencia, se infló la figura de otro López, el Dr. Hugo López-Gatell, subsecretario de Salud, Epidemiólogo que resultó ser hábil con las líneas discursivas para informar lo que el presidente quiere que se difunda y también para adularlo. Recordemos cuando le recitó al pueblo de México que la "fuerza del presidente es moral, no de contagio". Ahora sí que alabado sea el señor presidente. A la soberbia presidencial se le suma la soberbia de un funcionario que solo busca dar una: atinarle a lo que el inquilino de Palacio Nacional necesita, quiere y espera escuchar. El funcionario cayó en la trampa y no halla como zafarse.

Es difícil entender cómo quien es responsable de difundir los datos de la pandemia, es capaz de distorsionar la información para que en Palacio Nacional nadie se enoje, ni se altere, ni se preocupe; informa datos a modo y no lo que por ética profesional y médica está obligado a comunicar. Inflado como globo, por una exposición diaria ante los medios de comunicación, el doctor ha presentado pronósticos fallidos y recomendaciones equivocadas, pero que se ajustan a la narrativa presidencial. El funcionario por sí mismo, hizo que se perdiera la credibilidad y confianza cuando mordió el anzuelo presidencial.

Más de 300 mil personas contagiadas, alrededor de 40 mil defunciones contabilizadas por Covid-19 y un número desconocido de personas que han perdido la vida por la falta de atención médica oportuna (no sólo de Coronavirus) son parte de los saldos que arrojan los mensajes contradictorios del Gobierno Federal.

¿Y el presidente? En su mundo paralelo, sin reaccionar, perdido entre papeles que le ayuden a demostrar e informar, según los reportes oficiales de su gobierno, que "... la pandemia va a la baja, que está perdiendo intensidad". Es más fácil repartir culpas, señalar la "ineficacia de los gobiernos estatales", cuando en los hechos los ha dejado sin apoyo de la federación para enfrentar la crisis sanitaria y, según él, evidenciar a la prensa "alarmista, conservadora, amarillista" por presentar la realidad, tal cual, y no la interpretación de sus propios datos. El victimario se victimiza.

¿Hay forma de salir de la trampa? Por supuesto, si los miembros del gabinete tuvieran la valiente honestidad de hablar con la verdad y defender con convicción y congruencia los principios de vida en el servicio público, así como tener la madurez suficiente para tomar decisiones en beneficio del país, aunque a su jefe no le guste. Lamentablemente, la mayor parte, y usando palabras del presidente López Obrador, han preferido “callar como momias” y ser cómplices de los daños causados a nuestro país.

De las renuncias o despidos en este sexenio, la única honrosa excepción es la de Carlos Urzúa, ex secretario de Hacienda, quien no se permitió caer en la trampa de López Obrador. En su carta de renuncia expuso las razones técnicas y profesionales que lo llevaron a tomar esa decisión, postura que hasta el momento ha mantenido en sus distintas colaboraciones en El Universal y otros espacios de opinión.

Lastimosamente hay quienes a pesar de la humillación pública y el trato que recibieron como servidores públicos por parte del titular del Ejecutivo, han permanecido silenciosos y envueltos en la trampa de la culpa.

Así es como López-Gatell, quien entre más declara de día y aclara en la noche, no puede salir del enredo en el que está porque tiene miedo de "perder" la gracia presidencial y más si cuenta con las porras de su jefe como: “No estás solo” y "Hugo, aguanta, el pueblo se levanta". Está en la trampa y no lo quiere aceptar. Quizá, solo quizá, tengamos a la vista a uno de los Lozoya del siguiente sexenio.

Diputada federal

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