Vaya penitencia lleva quien en esta 4t tenga la osadía de tomar sus propias decisiones en un pleno acto de libertad y sensatez, y que vayan en contra de los postulados del “pastor supremo” que temporalmente se hospeda en Palacio Nacional.

Ahora sí que en estos tiempos, “ni te cases ni te embarques”. Tal pareciera que nadie tiene derecho sobre su vida personal, porque ello puede molestar al que se ha obstinado en demostrar que él es quien decide y tiene el control absoluto no sólo de las acciones individuales de sus cercanos, sino de todo lo que sucede en este país.

¡Quién lo dijera! Si algo han tenido en común la separación de perfiles estratégicos en este gobierno, es haber manchado su narrativa de austeridad republicana con “ostentosas prácticas del pasado neoliberal”. Pero eso sí, en la cuarta dimensión ni se observan las falsas declaraciones inmobiliarias de unos, ni se señala el tráfico de influencias que incluyen “aportaciones al movimiento familiar”, ni tampoco se castiga a políticos denunciados por abusos en contra de mujeres. No, aquí simplemente se aplica la justicia selectiva, se sanciona lo que molesta y no conviene al presidente.

El mensaje es muy claro dentro y fuera de su partido: sólo él debe tener el control de todo, incluida la vida personal de sus colaboradores, y hay que tener cuidado en lo que se hace, porque la venganza es el motor de la mayoría de sus acciones. A eso se reduce la exigencia de lealtad ciega a su persona: no pensar, no cuestionar, solo acatar.

El pecado de César Yáñez, su incondicional por tantos años, fue haber tenido una “ostentosa y aristocrática boda” en el 2018, acontecimiento que ocupó varias páginas en revistas de sociales y en las que se incluyeron imágenes del trajeado candidato ganador.

Juan Collado, abogado que para él representa lo “peor” de la administración anterior y que también apareció en otra ostentosa y escandalosa boda, es otro personaje que ha sufrido los efectos de la venganza, pues fue detenido y señalado por delitos de delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita.

¡Y qué decir de la reciente boda en Guatemala del extitular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto, que lo llevó a renunciar, porque para el presidente también fue un acto ostentoso! Sus expresiones sólo fueron el pretexto para justificar y cobijar desde el máximo poder, las ineficiencias del Fiscal General de la República. ¿Qué le deberá López Obrador a Gertz Manero que a pesar de todo lo defiende a capa y espada?

Lo preocupante son las señales que trae consigo la llegada de Pablo Gómez justamente a la UIF, no sólo por lo que implicará el manejo a modo de la justicia, sino porque es evidente que en este segundo trienio de administración morenista, prevalecerá la radicalización para someter a todo aquel que manifieste o insinúe algo distinto a la voz presidencial, que de antemano ya nos anunció que este cargo será más político que técnico. Ya veremos como se dará carpetazo a investigaciones que incomoden al círculo rojo del poder, así como el curso que tomará el expediente sobre el caso de la Universidad de Las Américas de Puebla que Santiago Nieto dejó pendiente.

Es altamente probable que en los próximos años no tengamos información sobre los graves casos de corrupción que solape este gobierno, sobre todo si se trata de familiares y protegidos, porque está visto que lo importante es guardar las formas sin entrar a las soluciones de los problemas.

Lo cierto es que tres aspectos han caracterizado a este gobierno: estar en campaña permanente para polarizar a la población; no haber dado resultados, y las incongruencias entre la narrativa presidencial y la realidad de las cosas, lo que orilló a algunos funcionarios –como Carlos Urzúa, Germán Martínez o Jaime Cárdenas- a desmarcarse de la constante simulación. Es lamentable que hoy estemos en las manos de incondicionales, leales a sus órdenes y dichos, que en personas comprometidas verdaderamente con las causas ciudadanas.

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