Academia Nacional de Arquitectura

Por Félix Sánchez





Por la ciudad que todos queremos y en contra de los falsos amigos de la ciudad.

Entendible la protesta. Inadmisible el vandalismo, la violencia xenofobia. Además desvía la atención. Sin duda el enemigo es la desigualdad. Me pregunto, ¿me desgentrifique cuando vivía en San Ángel y me mudé a la Roma sur, porque no podía pagar la Condesa? Y luego ¿Me gentrifique cuando me pude mover a la Hipódromo?

Club El Universal

Por más de 45 años he caminado mi barrio Hipódromo-Condesa. La gentrificación es algo intrínseco a todas las grandes ciudades del mundo y la CDMX es una de ellas. El cambio en la ciudad es evidente, de pasar del sector secundario al terciario. Hoy los habitantes de esta ciudad tienen las de ganar. Son buena onda, hospitalarios, amables, divertidos, serviciales y coadyuvamos a la ciudad en algo altamente competitivo como el arte, la gastronomía, la cultura, el entretenimiento y esto es lo que ahora se valora más a nivel mundial. Aprovechémoslo.

El nuevo fenómeno de la modernidad es la migración y transculturización. En la ecología humana los desplazamientos se denominan cesión-sucesión. Y suceden cuando un grupo abandona un espacio y otro lo retoma. Sin ir muy lejos en la CDMX ha habido varios; por ejemplo, el hoy denominado Centro Histórico cuya población se desplaza a la Zona Rosa, luego a Polanco, al Estado de México y luego a Santa Fe y cuando el tren cuando funcione a lo mejor hasta Toluca. Urge una política metropolitana para la megalópolis con aspectos fundamentales como: una nueva relación ciudad y campo entrelazados, infraestructura, agua, movilidad, transporte, equipamiento y por supuesto el ingrediente fundamental de una ciudad : la Vivienda. Como diría un clásico “el arroz es el ingrediente de la paella, o no es paella”. Y así para la ciudad el ingrediente es la vivienda y el espacio público o no es ciudad.

Hoy el tema del día es la gentrificación. Según Ruth Glass que en 1964 utilizó por primera vez el término y lo define como el cambio residencial de la población de clase media a las antiguas áreas de clase baja de Londres. Es decir intervenir con capital una zona deteriorada para ofrecer nuevos entornos a residentes de mayores recurso y desplazar a los residentes originales. La definición aplica a las viejas zonas industriales habitadas que entran en desuso por la modernidad. De acuerdo, el desplazamiento es malo, la mejora de los barrios es buena. En realidad lo que es muy grave es que la gentrificación destruya el núcleo social y que los desplazados se vayan a la periferia, pero el lado positivo de la gentrificación es la inclusión de nuevos actores que se mezclan, además de la inversión en la zona y revitalización del área con nuevos oficios que llegan, aumentando el valor catastral. Así que el lema no debe ser en contra de la gentrificación, si no a favor de la reinserción.

La primera gran duda que me surge es que las “colonias” Roma, Condesa e Hipódromo no eran de clase baja. ¡Que va! eran de alcurnia con cierta sofisticación urbana, particularmente en el trazo con calles y banquetas amplias. Todo esto con una visión moderna del urbanismo que permitió los uso mixtos que son los que le dan vida a la calle.

En mi opinión a 100 años de su fundación esta zona esta mejor que antes. Está más mezclada, más heterogénea, más densa y tolerante. El paso del tiempo le ha hecho bien. Y debo reconocer que ha pasado por altas y bajas, como cuando en la época de los setentas del siglo pasado aparecieron edificios horripilantes y desproporcionados, fuera de contexto y escala en su relación altura-ancho de calle. Recuerdo que en 1978 al construir un pequeño edificio en Ámsterdam, se nos dijo que no se vendería porque la zona estaba en franco deterioro, y nosotros tercos en reanimar la zona. El punto más bajo fue el devastador sismo del 85. La huida fue impactante y los precios se fueron al suelo, pero las ciudades no mueren y poco a poco los jóvenes empezaron a llegar otra vez, con un acento más cosmopolita y surge un fenómeno que desata el comercio y los restaurantes en la banqueta, algo nuevo para la ciudad de clase media. Recuerdo que en 1992 la Fonda Garufa en la calle de Michoacán al lado de una vulcanizadora, puso en la banqueta dos mesas de Corona con sus sillas plegables, ofreciendo una carta con churrasco barato y la posibilidad de tomar una copa de vino. Fue el inicio de la Fondesa y el repoblamiento de la zona, y a su lado nuevos comercios y otra arquitectura más adecuada a las necesidades y gustos jóvenes. Así comienza la regeneración del barrio con el cambio generacional y un edificio nuevo llamaba a otro, ofreciendo un diseño más atractivo y así hasta que nos cae el chahuistle con la pandemia. Terminado el encierro que mostró las grandes posibilidades de la vida digital, no tardaron en aparecer los nómadas digitales y para algunos la vida de la gran ciudad se vuelve realidad. De acuerdo, el fenómeno ha sido muy veloz, pero la resiliencia de los pobladores y su organización ha sido más.

Este fenómeno gentrificador siempre ha existido y se regula con oferta y demanda, cuando no hay oferta se vuelve muy difícil controlar. Una calle o un barrio que ofrece gran variedad de espacio público y servicios además de lugares singulares siempre es apetecible y los nuevos residentes llegan con el ánimo de vivir mejor. Esta visión aspiracional existe en cualquiera de nosotros, somos de carne y hueso y…un pedazo de pescuezo.

Fue un absurdo pensar en la vivienda como cuestión económica y colocarla en la periferia de las ciudades. Esto a la postre es lo más insustentable. Y la gran deuda de los falsos amigos de la ciudad es la falta de transporte y conectividad. Otro error elemental fue que el estado dejara de hacer vivienda dentro de la ciudad y por ello la expulsión hacia el Estado de México y otros lados. Si de verdad se quiere solucionar la gentrificación , la única manera que creo posible es llenar de proyectos de vivienda y diseño urbano en todos los barrios. Abrir la mente y pensar fuera de la caja y atreverse a explorar mil soluciones con mil equipos que produzcan mil nuevos entornos. No es metáfora, si no intervenimos con ese empuje nos volvemos a estrellar con la ignominia.

Pienso sobretodo en la velocidad del cambio que se ha tenido y se seguirá teniendo, en gran medida por la pandemia. Como de repente la migración de los países pobres hacia los ricos se voltea y son ahora los países ricos los que envían a nuevos habitantes para construir una nueva mezcla.. Es el gran cambio del SXXI cuando las ciudades pueden llegar a ser más importantes que los países. Basta ver la cantidad de turistas, semi-residentes que cohabitan nuestras calles y la socialización que se hace. Todo este cambio sociológico repercutirá en las futuras generaciones que verán como su ciudad se hace más cosmopolita y abierta a la migración. Sin lugar a dudas, hay que regular las estadías cortas tipo Airbnb, bastaría con aplicar la reglamentación que ya existe. El problema no son los extranjeros es la falta de vivienda diversa.

Sin duda el término gentrificación no tiene traducción al español, algunos hablan de blanquear la zona, termino de enorme racismo disimulado. Viene de la palabra inglesa Gentry para definir a la burguesía terrateniente inglesa. Recuerdo cuando la Zona Rosa estaba en auge la tienda Gentry que vendía artículos aspiracionales. El deterioro de la Zona Rosa me permite el siguiente comentario: el éxito se vuelve su propio fracaso. Claro al sobredimensionar y saturar las actividades se satura el espacio y con el tiempo la gente emigra. En fin, lo ideal es que la Ciudad de México no se circunscriba a un puñado de colonias nice, si no que se inunde calle por calle con las mejoras en vivienda- espacio público, equipamiento y transporte en todos las barrios de la ciudad. Y si queremos mejorar barrios hagamos un programa similar a la reconstrucción después del sismo del 85 cuando vecindades renacieron, sin desplazamientos.

El tema de los bandos es muy serio, el Bando 2 en cierta forma desató la gentrificación actual. Ahora con el Bando 1 aparece en el horizonte el fantasma de los controles contra la oferta, es sabido que la demanda lleva todas las de ganar y los controles pueden llevar al congelamiento, a la inacción y deterioro. Creo que debemos pensar al revés para volver a sentir orgullo de la vivienda que hacemos porque le sirve a la gente, al barrio y la ciudad.

Arquitecto

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