Aunque el espíritu de la cumbre fue llamar a la unidad, lo que afloraron fueron las diferencias. Desde hacía cuatro años que los jefes de Estado de la no se reunían por falta de coincidencias políticas, lo que generó una parálisis en los trabajos de la agrupación y todo por división ideológica.

Ayer, durante cinco horas de encuentro, de discursos, las 31 naciones congregadas no escaparon de reclamos relacionados con las diferencias ideológicas. Las crisis políticas de Venezuela y Cuba, y el papel de la Organización de los Estados Americanos (OEA) fueron los temas de discrepancia entre gobernantes.

“Fue el presidente Calderón... Felipe que se llama, ¿no?, de México, quien nos convocó, siendo de la derecha, bien de derecha, mexicana y latinoamericana”.

En Palacio Nacional, en una mesa rectangular, jefes de Estado, vicepresidentes y ministros se pronunciaron según sus intereses. El boliviano Luis Arce arrancó yéndose contra la OEA, la cual —dijo— no tiene legitimidad. El cubano Miguel Díaz-Canel cuestionó el embargo a su país, pero llamó a la solidaridad y unidad en la región.

Llegó el turno de Paraguay en voz del presidente Mario Abdo Benítez, quien puso un tono distinto a la reunión:

—Mi presencia en esta cumbre en ningún sentido ni circunstancia representa un reconocimiento al gobierno del señor Nicolás Maduro, dijo.

—Ni del mío para el tuyo, gritó el venezolano.

—No hay ningún cambio de postura de mi gobierno y es de caballeros decirlo de frente, manifestó Abdo Benítez.

Tocó el turno al uruguayo Luis Lacalle, quien defendió a la Celac y a la OEA. Participar en el foro, advirtió, no significa ser complacientes. Y retomó las palabras del presidente López Obrador sobre la autodeterminación y la no intervención.

“La democracia es el mejor sistema que tienen los individuos para ser libres. Cuando uno ve que en determinados países no hay democracia plena, cuando no se respeta la separación de Poderes, cuando desde el poder se usa el aparato represor para acallar las protestas, cuando se encarcela opositores, cuando no se respetan los derechos humanos, nosotros en esta voz tranquila, pero firme, debemos decir con preocupación que vemos grave lo que ocurre en Cuba, Nicaragua y Venezuela”, exclamó.

Maduro respondió que no se llegó a México a tirar piedras, sino a tender la mano para el trabajo, el diálogo y para la unión. Sugirió al paraguayo y al uruguayo llevar a cabo un debate sobre democracia. Díaz-Canel acusó al uruguayo de tener desconocimiento de la realidad cubana y de ser un neoliberal. La respuesta llegó: “Hay algo que sí comparto —mencionó Lacalle—, que en mi país, por suerte, la oposición puede juntar firmas; en mi país, por suerte, la oposición tiene resortes democráticos”.

Y arengó la canción cubana Patria y Vida: “Que no siga corriendo la sangre por querer pensar diferente. ¿Quién les dijo que Cuba es de ustedes, si mi Cuba es de toda mi gente?”. Díaz-Canel no guardó silencio: “Parece que el presidente Lacalle tiene mal gusto musical. Son artistas en contra de la Revolución Cubana. Nosotros defendemos la unidad”.

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