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Unos audífonos rojos son los eternos acompañantes de Isaí Fernández, quien trabaja de 11 de la mañana a siete de la noche en un puesto de dulces frente al Metro Tlatelolco.

El joven quiere ser músico pero dice que primero debe regresar a la preparatoria de la cual desertó porque no le gustaban sus paredes grises ni las tareas escolares.

Hace tres años decidió salirse del Colegio de Bachilleres que está cerca de Metro Rosario, “quise hacer una pausa para saber qué es lo que deseo realizar con mi vida”.

De lo que siempre estuvo seguro fue de que no quería formar parte de los jóvenes “ninis” y le pidió trabajo a su papá, quien hace más de 15 años vende golosinas y frituras a las personas que entran y salen de Metro Tlatelolco.

Sus días son monótonos, considera que tener una carrera ya no garantiza obtener un trabajo bien remunerado: “Aquí no me va mal, pero no es lo que quiero para siempre, no me veo aquí a futuro, quiero estudiar, aunque eso tampoco significa que pueda vivir cómodamente”.

Los 10 o 15 minutos que camina de su hogar al trabajo escucha música, le gustan el hip hop, el rap y el metal, y sueña con convertirse en un músico, componer “y que artistas famosos compren las letras de mi autoría”.

Llegó a tercer semestre, las asignaturas como física, álgebra, y trigonometría no fueron su fuerte, por más que repasaba sus apuntes “no daba una, era irme a puro extraordinario y hacer trabajos extra para pasar, no valía la pena”, dice.

En las ocho horas que pasa en el puesto de color naranja Isaí aprovecha para estudiar, repasa guías que le han prestado otros amigos porque ahora quiere entrar a un Colegio de Ciencias y Humanidades o a una preparatoria de la UNAM.

Cuando termine la educación media superior buscará una carrera que tenga que ver con la música o que sea afín a las artes.

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