Lascontinúan como las principales proveedoras de atención, en condiciones de alta precariedad y vulnerabilidad a sus derechos humanos, afirmó la investigadora posdoctoral del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la Lourdes Velasco Domínguez.

En la primera sesión del Seminario Internacional Políticas públicas y derecho al cuidado en América Latina y el Caribe, sostuvo que la región de América Latina y el Caribe atraviesa por una crisis en las labores de los cuidados, donde persiste el modelo basado en las desigualdades sociales.

Consideró que es necesario abrir la discusión de cuál es el papel de los estados de la región para transformar esta situación de desigualdades e injusticias.

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En la sesión, dedicada al tema Regímenes de bienestar y cuidados en Latinoamérica, la profesora e investigadora del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México, Melina Altamirano Hernández, reiteró que esas prácticas se realizan en un contexto de desigualdad económica, de género y acceso a la protección social.

En la región latinoamericana ellas dedican más tiempo a las labores del hogar y del cuidado no remunerado en comparación con los varones; se trata de una doble jornada. Pero no sólo eso: son más propensas a dejar la fuerza laboral o las posiciones de tiempo completo, después de la maternidad.

De igual manera, consideró, la brecha salarial entre hombres y mujeres también muestra las expectativas de los empleadores, esa idea de que en algún momento dejarán la fuerza laboral para dedicarse a las labores de asistir a otros.

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Las desigualdades de género tienen impactos marcados en las trayectorias laborales y el poder adquisitivo que van a tener las mujeres a lo largo de su vida, incluso por esos trayectos diferenciados tienen menos probabilidad de contribuir en planes de retiro y tendrán jubilaciones más precarias.

Este fenómeno, aclaró, tiene una explicación clara cuando pensamos en la desigualdad de las cargas de cuidado, pero también en la insuficiencia de la oferta pública para contribuir a proporcionar cuidados.

Altamirano sostuvo que un incremento sostenido de la participación laboral femenina resulta en una reducción mayor de la desigualdad, a diferencia de un escenario donde esa participación se estanca.

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No obstante, recordó, según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo, en 2019 solo 45 por ciento de las mexicanas mayores de 15 años tenía un trabajo remunerado “y esta cifra coloca a México en el segundo lugar más bajo en términos de inserción laboral femenina en América Latina”. En la zona hay gran variación entre países.











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