Sonsonate, El Salvador.— El canto de las chicharras o cigarras se escucha en este “reino de paz”, en el cual, desde hace tres días, yacen los restos de la migrante salvadoreña Victoria Salazar, asesinada por policías mexicanos en Tulum, Quintana Roo.

Para los salvadoreños, este pequeño insecto tiene un sentido religioso. Dicen que su zumbido anuncia el fin de la Semana Santa. El funeral de Victoria fue el Domingo de Resurrección, cuando inició la Pascua, y las chicharras siguen cantando para después morir y regresar a la tierra.

En el contexto de la pandemia de Covid-19 en Sonsonate, el de Victoria fue el único servicio que se realizó en el panteón privado Parque Jardín La Generosa de esta localidad, ubicada a unos 60 kilómetros de San Salvador.

En la entrada del mausoleo se posa un Cristo blanco de piedra con los brazos extendidos sobre un mundo.

Para llegar al lote 173 —donde Salazar fue enterrada— hay que caminar entre verdes lotes que parecen alfombras, un camino con árboles bien podados, palmeras y árboles de mango, y estatuas de un pulcro color blanco con imágenes de la Virgen María y la Virgen de la Guadalupe.

La tumba de Salazar acaba de ser regada. Le han colocado el pasto que retiraron y los trabajadores regresan las flores con las que fue despedida. Los pétalos de rosas blancas, rojas, amarillas, nardos y claveles comienzan a marchitarse.

Todavía no se ha colocado la placa con el nombre de Victoria:. “Eso es a gusto del cliente”, comenta Dagoberto Pineda Escobar, uno de los vigilantes del cementerio.

El hombre, originario de Ahuchapán, departamento de San Pedro Puxtla, dice que “varía mucho el trabajo”, sobre todo por la pandemia, pero el fin de semana sólo realizaron ese servicio.

De buen trato, Pineda Escobar —exintegrante de las Fuerzas Armadas de El Salvador (FAE)— asegura que este cementerio es el más seguro: “Aquí no viene el brujo que saca los huesos”, explica.

Pero sobre todo, lamenta la tragedia que puso fin a la vida de su compatriota.

“Cuando nos enteramos fue una sorpresa que no la esperaba uno, porque, tal vez, por buscar mejorar a veces se pierde la vida (...) Para nosotros, siendo del mismo lugar, nos sentimos mal. Por querer mejorar se encontró con la muerte”, afirma. Dice que la familia de Victoria era conocida (...), eso lo hace sentirse triste y, “como humano, me hace sentir mal”.

El sonido de la chicharra se escucha alto y agudo, al igual que el reclamo de justicia por la brutalidad con la que Victoria fue asesinada.