Son los últimos días del 2013, a las afueras de la Gran Plaza de Acapulco. J tiene veintitantos años, es delgada, pesa 44 kilos, y a pesar de su complexión ligera, resiste durante horas el calor que se siente en la Costera de la Bahía de Santa Lucía . Ella pertenece a una fundación bautizada como “Casita de los perros” y está ahí, en un stand, para hacer una colecta que ayude a solventar los gastos de los perros y los gatos abandonados, que ella y los suyos rescatan en calles acapulqueñas.

No sabe, ni sabrá durante mucho tiempo, que su vida cambiará para siempre unos instantes después, cuando un hombre robusto, moreno y cacarizo, de penetrantes ojos oscuros, luego de mirarla con detenimiento a la distancia, se empieza acercar hacia ella. ¿Quién es? Al principio el sol la deslumbra un poco y no acaba de reconocer el rostro, que le parece familiar.

Sí, es Félix. Félix Salgado Macedonio , ex alcalde del puerto.

Amablemente, el político guerrerense, luego de preguntar por las actividades de la fundación, dona suficiente dinero para beneficiar a algunas mascotas. Después le dice a J que pase a verla a su “negocio”. Su negocio es el periódico La Jornada de Guerrero, del cual es director. Ahí, le promete, le ayudará con promoción para Casita de los perros: lo hará, le promete, de forma “gratuita y desinteresada”.

No pasará mucho tiempo para que la joven, casada con un abogado laboralista, reciba una invitación de Félix para que trabaje en áreas administrativas del periódico. El 8 de enero de 2014, J ingresa al diario como empleada.

A veces Salgado Macedonio la manda a llamar a su oficina y la mira lascivamente. Ella se inquieta. Y más aun cuando le hace comentarios que la incomodan. “Cuando se pasaba, me decía que era juego, que me veía como a una hija”.

No pasó nada más.

Desde ese momento, su calma, su paz, durará dos años y cuatro meses…

*****

Es 19 de mayo del 2016. Félix Salgado Macedonio manda a llamar a J. Ella entra a su oficina.

-Tengo perritos y gatitos para donarte. Y te voy a dar comida y otras cosas para los perros, para la fundación, pero tienes que ir al Fraccionamiento Las Playas para dártelas… -le dice el hombre.

Se refería a su casa.

“Me dijo que fuera con mi esposo y que lleváramos una camioneta para poner las cosas. Le dije que él bien sabía que mi esposo no se encontraba porque había viajado a Estados Unidos. Yo le había pedido permiso para viajar con mi esposo, pero él me negó el permiso.”

Al día siguiente, 20 de mayo, alrededor de las nueve de la mañana, J recibe una llamada de Félix. Le insiste que vaya a su casa.

-Van a estar unos familiares y una trabajadora, P, porque yo voy a llegar más tarde. Me esperas… -le dice, le ordena.

A las diez de la mañana J arriba al lugar. Hace hace mucho calor para esa hora, como suele suceder en Acapulco durante cada mes de mayo. La señora P, la trabajadora de Félix, le abre la puerta principal, y le dice que pase, que se siente en un sofá, en una especie de sala junto la cocina.

-Me dijo el ingeniero que le gusta la Coca Cola… -le comenta la P. J le dice que tiene mucha sed. P se dirige a la cocina.

Y sí, a J le gustaba mucho la Coca Cola. P regresa con un vaso grande del refresco. J se percata del silencio en el enorme lugar (“es una casa muy grande, incluso ahora sé que sale de calle a calle, es un terreno demasiado enorme”) y pregunta dónde están las mascotas. P le asegura que están en otro patio y le pide que espere al ingeniero.

J bebe con sed.

“Sentí que sabía algo raro. Pensé que era Pepsi, o que le faltaba gas. Por pena y por la sed, me lo terminé todo”.

Se escucha la voz de Felix, que llega a la sala.

“Como a los dos minutos me empecé a marear. Todavía alcancé a escuchar que me decía que si me sentía bien”.

-No te preocupes, es solo un pequeño mareo… -le mintió Félix.

“Después, no recuerdo nada más…”

Quedó inconsciente.

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Un agente ligado al caso, que sigue abierto en la Fiscalía de Guerrero, asumen que a J le administraron, le disolvieron alguna benzodiazepina en la Coca Cola, “aparentemente con efecto hipnótico, tal vez algo flunitrazepam, las famosas roofies, esa droga usada por violadores desde los ochentas, pero también recientemente, como en el caso de líder de la Luz del Mundo, el tal Naasón Joaquín”, comenta al reportero.

Cuando despertó, J estaba en una recámara. Volteó hacia todos lados. Tenía dolor de cabeza.

“Me di cuenta de que mi vestimenta estaba mal acomodada y ahí estaba Félix Salgado Macedonio”, J recalcó el nombre, durante su declaración ministerial.

-¿Ya te sientes mejor, chiquita?

J se incorporó.

“De inmediato sentí húmeda mi vagina, sentí como que me salía semen de mi vagina. Comencé a llorar y le dije que porqué había hecho eso, le reclamé, pero él solo se limitaba a reír.”

J, despavorida, salió corriendo de la casa. Se cercioró que en una bolsita de su pantalón, donde solía guardar su teléfono móvil, llevaba su aparato. En la ofuscación y el miedo, olvidó su bolso de mano.

Desde esa zona, cercana a Caleta, se fue caminando hasta su casa: más de cinco kilómetros de sudor, una hora de agobio, de confusión, hasta la calle Constituyentes.

Ya en su hogar, se sentía fatal.

“Me sentía aturdida, no sabía que hacer, no asimilaba lo que me había ocurrido.”

Como a los quince minutos de haber llegado a su casa, recibió una llamada de La Jornada. Contestó porque pensó que era su jefa. No. Era Félix.

El terror apenas comenzaba.

“Me dijo que tenía que ir, o que iba a arrepentirme. Dijo que quería hablar y darme mi bolso. Pensé en no ir, yo sentía mucho miedo, y le dije que no quería ir, pero él me dijo que viera mi WhatsApp”.

J miro con estupefacción su teléfono. Por WhatsApp, Félix le envió una foto, una imagen donde ella aparece completamente desnuda, sin marcas, sin cicatrices, acostada en una cama. Es el anexo 4 que J ofreció en la carpeta de investigación de su caso.

“Me dijo que tenía mucho más y que me las iba a dar, que estaba arrepentido, que me esperaba en su oficina.”

Para recuperar sus pertenencias, a las cinco de la tarde, que era su hora de entrada laboral, J se dirigió, muy temblorosa, rumbo al diario.

No sabía lo que le esperaba.

“Cuando llegué al periódico traté de aparentar que no había pasado nada.”

J se sentó en su lugar de trabajo. Poco después Félix mandó a traerla.

“Cuando entré, cerró la puerta y me quiso besar, cosa que no permití.”

Félix se rió y volvió a reírse cuando ella le dijo que eso no estaba bien. Él le ordenó que se sentara y viera lo que había en su computadora personal.

“Tenía como veinte fotos de mí totalmente desnuda, incluyendo la que me había mandado por WhatsApp, y dos videos. Uno donde se ve que se unta algo en el pene y después me lo introduce. Otro donde me voltea en el filo de su cama y me está introduciendo su pene.”

-Tengo más. Quiero que vayas mañana a la casa, allá te los voy a dar. Te lo prometo, pero si no vas, se las voy a mandar a tu esposo, y te voy a publicar en redes. No quiero que estemos mal, mejor seamos amigos, ya mañana te las doy…

“Yo me puse a llorar, me puse mal, y le dije que porqué me había hecho eso. Él solo se reía y me dijo que desde hace rato me tenía ganas, que se estaba aguantando.”

Félix le regresó su bolso pero la amenazó, le advirtió lo que sucedería si al día siguiente no iba a su casa:

“Me dijo que mataría a mi esposo y a mi familia.”

El infierno se prolongaba: era cada vez más despiadado.

******

21 de mayo de 2016. Calle M. Fraccionamiento Las Playas, zona de Caleta, Acapulco. Casa de Félix Salgado Macedonio. Diez de la mañana.

“Con todo el miedo que tenía, tuve que ir, con la esperanza de que me entregara las fotos y los vídeos”.

La recibe P, la trabajadora de Félix. En tono burlón, le espeta:

-Te está esperando el ingeniero. Ya sabía que no te le ibas a ir viva…

Desde la parte de arriba de la casa, se escuchó la voz de Félix.

-Sube, acá te entrego tus fotos.

J subió a la recámara de donde provenía la voz. Ahí, Félix tenía una computadora portátil.

“Estaba viendo un vídeo donde me violaba.”

-Saliste bien en la película… -se burló.

“Me dijo que no le había gustado porque no me movía. Que a él le gustaba que le mamaran la verga, y me dijo que así lo hiciera. Yo le dije que no y le pedí que me entregara las fotos y los vídeos para irme.”

“El toro sin cerca”, como le dicen a Félix Salgado Macedonio en Acapulco, y en todo Guerrero, se desquició ante la negativa, y embistió de nuevo.

“Me jaló de los cabellos tirándome al piso. Caí boca arriba. Él aprovechó que yo estaba tirada para golpearme, dándome puñetazos en mi pierna izquierda. Como pude me levanté. Al estar de pie me golpeó de nuevo, dándome puñetazos en el brazo derecho, en las costillas del lado izquierdo, y en toda la espalda”.

La mujer le suplicaba que no la golpeara.

“Él me gritaba que hiciera lo que me estaba pidiendo, o que me iba a arrepentir. Él se desnudó, me agarró de los cabellos, me hincó, y a la fuerza me metió su pene en la boca. Lo metía y lo sacaba. Me amenazó que me iba a matar, me gritaba te quiero coger otra vez, aquella vez ni me gustó porque estabas inconsciente.”

El hombre no hizo caso a las súplicas y cogió un cinturón negro de cuero que estaba en la cama.

“Me agarró de los cabellos y me levantó y me dio cinturonazos en la espalda. De nuevo me tiró al piso. Como caí boca arriba, empezó a quitarme la ropa hasta que me dejó desnuda. Yo lo empujaba para que no me hiciera daño, pero me superaba en fuerza, y no pude impedir que se me subiera encima. Con sus piernas me abrió las piernas y me metió el pene en mi vagina. Después de que me violó me dijo que tenía mucho tiempo de haberse aguantado en cogerme.”

J tuvo un arrebato de valor en medio de la humillación: le advirtió que lo iba a denunciar.

“Él me dijo que era un hombre muy poderoso, que yo no le haría nada, que la perjudicada sería yo, y de nuevo me amenazó, diciéndome que me publicaría en las redes sociales, y le mandaría a mi esposo las fotos y vídeos que tenía. Y que después de eso lo mataría, y que también mataría a mi familia”.

La mujer sintió mucho miedo al escuchar otra vez las amenazas, se vistió como pudo, y se fue.

“Al llegar a casa sentí mucha impotencia, estuve llorando, me sentía muy triste y atemorizada de que el señor Félix cumpliera sus amenazas”.

El 25 de mayo, cuatro días después, una amiga de J la visitó, y al percatarse de los golpes en los brazos, le preguntó que qué le había sucedido. J le narró y tomaron fotos de las lesiones, imágenes que fueron anexadas a la denuncia ministerial que interpondría más adelante.

En junio, J empezó a sentir molestias vaginales. Le hicieron varios exámenes y le detectaron una infección: tenía el virus de papiloma humano. “Félix me contagió”. Más adelante le hicieron una intervención quirúrgica vaginal. Los expedientes médicos también forman parte de los anexos de la denuncia.

J dejó de ir a trabajar y dice que las amenazas de Félix, para que no lo denunciara, continuaron por vía telefónica. J tuvo problemas emocionales, de angustia, de insomnio, comía más de lo normal. Sus alteraciones fueron constatadas y forman parte de la carpeta de investigación en forma de dictámenes psicológicos.

Meses después de las agresiones, J ya no soportó más la presión y le narró todo a su esposo, a M. Él la apoyó para que levantara una denuncia, lo cual ocurrió el 28 de diciembre de 2016. Él ya había notado que su esposa llevaba meses muy mal.

“Su estado de ánimo era cambiante, estresado, distraída. Dos veces se orinó en la cama. Ella eludía mis preguntas de si se sentía mal. Únicamente lloraba y me pedía que quería estar sola”, declaró ante M ante el Ministerio Público.

M murió de Covid durante la pandemia, de acuerdo a Xavier Olea, ex Fiscal de Guerrero, quien en aquel tiempo armó un grupo que encabezó las investigaciones para procesar a Salgado Macedonio, pero no consignó el caso ante un juez porque Héctor Astudillo, el gobernador del estado, le exigió que no lo hiciera, según afirma el abogado.

EL UNIVERSAL pidió al gobernador una respuesta a esa imputación que lo involucra en un presunto acto de obstrucción de la justicia y, vía WhatsApp, Astudillo contestó esto:

“Muchas gracias por el interés de la entrevista.

“No tengo comentarios.

“Menos de Olea.

“Mi saludo y respeto.”

-¿Había pruebas rotundas, indubitables, contra Félix Salgado Macedonio, abogado? -le pregunto a Olea.

-Pruebas indubitables de que él la había violado. Tras los hechos, la mujer sufrió ansiedad y una serie de patologías por haber sido violada y golpeada. Integramos la carpeta conforme a Derecho con las pruebas requeridas y llegamos a la conclusión de que había elementos suficientes para ejercer acción penal, para solicitar una orden de aprehensión. Está comprobado lo de los golpes, comprobado el daño sicológico por secuelas de violación, los daños biológicos. La carpeta de investigación la revisé yo personalmente luego de que un equipo, una comisión interdisciplinaria de tres personas, la documentó. Ocho ojos revisamos esa carpeta y llegamos a la conclusión de que se debería ejercitar acción penal. El agresor debe estar en la cárcel. Hay suficientes elementos. Platiqué con el gobernador y sostuve que se debería judicializar, que deberíamos ponernos de acuerdo con el presidente del Tribunal Superior de Justicia para que los jueces, o el juez que conociera del asunto, no fuera a ser presionado por la contraparte.

-¿Indubitable todo de que Félix Salgado Macedonio la violó?

-Indubitable…

Se le llamó y se le mandaron mensajes al senador de Morena para hacerle una entrevista pero no respondió.

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Amenazada constantemente desde finales de junio y hasta noviembre de ese año, 2016, y antes de denunciar ministerialmente, J fue abusada sexualmente reiteradamente en la casa del presunto agresor, donde a su decir fue “ultrajada en múltiples ocasiones y sufrí toda clase de abusos deshonestos”. Ahí, al menos una vez más fue golpeada con la hebilla de un cinturón. Las marcas fueron fotografiadas después del ataque, cuando J estuvo en su casa, y más tarde las anexó a la carpeta de investigación.

“En fin, he vivido un infierno en los demás meses”, agregó J en la carpeta ministerial, cuando ratificó su declaración, su denuncia por violación contra Félix Salgado Macedonio, hoy candidato de Morena al gobierno de Guerrero.

J dio una entrevista en noviembre pasado, para contar parte de esta historia. Desde entonces, nadie sabe dónde está: no responde llamadas telefónicas ni mensajes, y no ha podido ser ubicada en su domicilio habitual.

-¿Cree que esta víctima corre peligro hoy, que corre peligro su vida? -le pregunto a Xavier Olea, luego de señalarle los dichos de J en la carpeta a la que tuvo acceso este reportero.

-En noviembre pasado dio una entrevista, que causa revuelo unos días. Desde entonces desconocemos dónde está. O está escondida debajo de las piedras por miedo, o de plano… espero que no… ya le dieron para abajo, ¿no? -dice el abogado, en alusión a que podría haber sido asesinada.

“Espero que no, pero no ha vuelto a aparecer. Yo la busqué, busqué al marido, pero de mis investigaciones se desprendió que el ex marido había fallecido por Covid. Ellos se habían separaron después de la violación, ella tuvo ese otro daño colateral adicional”, agrega el ex fiscal guerrerense.

El reportero llamó y mandó mensajes a los teléfonos que solía tener J, pero ella no respondió…