Medir y analizar la pobreza de la niñez en México resulta tan complejo como buscar erradicarla. Se requiere de un enfoque multidimensional que considere un amplio abanico de indicadores, desde aspectos sobre su bienestar, educación, derechos sociales -como la calidad y los espacios de la vivienda y el acceso a los servicios básicos de alimentación nutritiva-, al igual que el contexto territorial en el que se desenvuelven.

Para avalar esta situación, la versión más reciente del Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, con cifras que comprenden de 2018 a 2020, realizado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), advierte que más de la mitad de las niñas, niños y adolescentes de nuestro país viven en una situación de pobreza con altos índices de carencias. Esto nos indica que, durante 2020, 19.5 millones de mexicanos, entre 0 y 17 años, vivían bajo dichas circunstancias. Pongámoslo de este modo, llenaríamos 162 veces el Estadio Azteca a su máxima capacidad; o sería el equivalente a dos veces el total de los habitantes de la Ciudad de México.

Estas cifras son desconcertantes y tienen un eco ensordecedor para quienes buscamos generar acciones e iniciativas que impacten positivamente en las personas y sus entornos. Sin embargo, también sé que el trabajo en equipo y las alianzas en todos los niveles no son únicamente necesarias, sino obligatorias para conseguir que nuestras aspiraciones tengan un sentido tangible.

Este año Fundación Quiera cumple 30 años de trabajo continuo y de implementar estrategias que hemos construído y reformulado constantemente para alcanzar nuestros objetivos, como el brazo social del gremio bancario, que desde 1993 acciona la responsabilidad social del sector financiero, con la finalidad de gestionar, distribuir y amplificar el impacto social de los recursos económicos que otorgan los bancos que pertenecen a la Asociación de Bancos de México (ABM), así como de donantes estratégicos del sector financiero. Esto nos ha demostrado que en lo comercial, los bancos compiten; pero en lo social suman esfuerzos trascendentes.

Durante estos años de historia, nuestro modelo de intervención se ha ido actualizando conforme a la nueva realidad de las organizaciones de la sociedad civil en México.

Somos una fundación de segundo piso y trabajamos para ser, no solamente un donante sino también, un aliado estratégico de las organizaciones que atienden directamente a las niñas, niños, adolescentes y jóvenes en situación o riesgo de calle. Por ello, tenemos razones de sobra para querer llegar aún más lejos, por lo que creemos es importante echar un vistazo a todas las personas que hemos impulsado a salir adelante, restaurando sus derechos y transformando su realidad en una historia prometedora; pero aún más importante, reconocer que lo hemos logrado, gracias a una red robusta de aliados del sector bancario.

Llegamos a nuestro 30 aniversario con una visión renovada del cambio social que deseamos lograr; así como con una estrategia clara para ofrecer un mejor panorama de inclusión y desarrollo para los menores que más lo necesitan en México.

Influencia de la responsabilidad social bancaria

La idea de reunir esfuerzos cobra sentido a partir de la concientización que el sector empresarial ha tomado para retribuir a la sociedad y contribuir a reducir las desigualdades que desafortunadamente aún imperan. Podemos entenderlo como una responsabilidad que adquieren al incorporarse a la responsabilidad social y a la cual deben adaptar sus estrategias, lo que no es un trabajo menor. El gremio bancario no se ha quedado atrás y cambió la ruta de sus operaciones hacia una visión de negocio responsable que asegure la creación de valor compartido para ellos, la sociedad y todos sus stakeholders.

El respaldo de las instituciones bancarias ha sido un pilar estratégico, a través de los recursos que han asignado para dar atención a las niñas y niños en situación o riesgo de calle. Por ejemplo, durante la pandemia por el Covid-19, las empresas atravesaron un estrés muy importante y con todo y este contexto, los bancos hicieron aportaciones y esfuerzos extraordinarios.

La salud mental fue otro aspecto de suma importancia, pues con los recursos que recibimos cada año logramos atender la salud emocional de los colaboradores de las instituciones y de las niñas y niños vulnerables, promoviendo su inclusión, así como mejorando el aprovechamiento educativo, e incluso, sus habilidades blandas y desarrollo social.

Hemos comprobado que el sector financiero trabaja fuerte y unido. Esto ha derivado que, en conjunto, ampliemos nuestros conocimientos, fortalezcamos vínculos y encontremos vías de colaboración. Somos conscientes de que el fenómeno de la pobreza en el país es una asignatura pendiente que, sin las alianzas estratégicas entre el sector privado, el trabajo de las organizaciones de la sociedad civil, así como el apoyo y la labor de los ciudadanos es prácticamente imposible de atacar.

Nuestra labor y Fundación Quiera van por el camino correcto y seguiremos trabajando para continuar brindando las facilidades para que las niñas, niños y jóvenes tengan un margen más amplio de oportunidades y sigamos fortaleciendo vidas para transformar historias.

Presidenta de Fundación Quiera.

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