El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene puntos válidos en su discusión sobre España que se enmarcan en un debate global que plantean temas como neocolonialismo, abusos de las potencias en la colonización y la conducta de empresas extranjeras en países en desarrollo. Pero la forma en que expresa sus cuestionamientos, con exabruptos en las mañaneras, una ambigua “pausa” diplomática y la ausencia de investigaciones concretas, demerita el fondo.
López Obrador desató la rispidez con el segundo mayor inversor extranjero de México en 2019, cuando envió una carta a rey Felipe VI para que España pidiese perdón por los agravios cometidos contra los pueblos originarios durante la conquista y la colonia. Mas su petición no es inusual: Reino Unido ofreció disculpas en 2013 por los abusos coloniales en Kenia y anunció reparaciones económicas, y ese mismo año Holanda pidió perdón por los “excesos” cometidos en la ocupación colonial de Indonesia.
Además, los papas J uan Pablo II , Benedicto XVI y Francisco han admitido los abusos de la Iglesia católica durante la evangelización de Latinoamérica. Esta reflexión de los estragos coloniales no ha calado en España, donde los partidos de derecha, Vox y el Partido Popular (PP), coinciden en creer que el legado de la conquista ha sido “el catolicismo, y, por tanto, la civilización y libertad al continente americano”, según Isabel Díaz-Ayuso, presidenta de la comunidad de Madrid.
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Y algunas compañías también adoptan actitudes que organizaciones civiles y gobiernos tachan de neocoloniales. Como recordó López Obrador la semana pasada, Repsol está acusada de presunta negligencia por “el peor desastre ecológico ocurrido en Lima en los últimos tiempos” en Perú, donde un derrame petrolero dañó al menos 1.7 millones de metros cuadrados.
Repsol primero negó responsabilidad y lo atribuyó al “oleaje”, pero después reconoció que no advirtió a tiempo del derrame por “un error de percepción”. Asimismo, Greenpeace publicó un estudio en 2020 que acusa a compañías españolas de vender a África y América pesticidas prohibidos en Europa.
El caso de la constructora OHL también ha implicado arrestos en México y España por corrupción en los contratos, mientras que en el país ibérico también hay polémica por exfuncionarios públicos que terminan en consejos de empresas energéticas.
La lista de presuntos abusos sigue y López Obrador se encarga de recordarla a menudo. Pero en lugar de propiciar debates serios e investigaciones formales, el presidente proyecta sus críticas bajo una imagen de caprichos, venganzas personales y discursos superficiales.
El mandatario sacudió como nunca las relaciones entre México y España cuando pidió una “pausa” para ambos países, pero esta incertidumbre terminó en “nada”, según reconoció el viernes.
“Nada, nada más decir: no se permite robar, no somos tierra de conquista”, expresó cuestionado por la prensa en Hermosillo, Sonora.
De igual forma, sus ataques a las empresas energéticas ocurren en el marco de su cuestionada reforma eléctrica, que privilegiaría, entre otras cosas, las plantas de combustibles fósiles de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) sobre las renovables de privados. Y no está de más decir que sus denuncias sobre los abusos contra los pueblos originarios se producen mientras comunidades indígenas se han opuesto a sus megaproyectos como el Tren Maya y la Refinería Dos Bocas, en el sureste mexicano.
Mermar las relaciones con España tiene un costo. El país ibérico es el segundo inversor extranjero en México con 76 mil millones de dólares al cierre del tercer trimestre de 2021, el 12 % de la inversión extranjera directa (IED) total en el país, y 6 mil 500 empresas.
Aunque López Obrador tenga razón en el fondo, sin investigaciones ni discusiones formales, sus críticas resultarán en peligrosas disrupciones que no solucionen nada.
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