La epidemia que ha tocado México está por parar las cámaras del Congreso de la Unión; ayer detuvo al Poder Judicial. De ese tamaño es la fuerza del coronavirus y de ese tamaño la medida para enfrentarlo.

Quizá nunca los liderazgos del Senado tuvieron enfrente la responsabilidad de tomar decisiones tan graves como las que deberán asumir ya, a más tardar este miércoles, en su sesión plenaria: suspender sesiones de tres en tres y cuando la pandemia Covid-19 cabalgue en México a todo lo que da clausurar sesiones y esperar cada quien en su aislamiento.

¿Cerrar o no cerrar el periodo de sesiones? Esa es la pregunta. Que cerrar despierta el miedo, que seguir es temerario desafío a la suerte, de los mismos senadores y de sus familias, ya que 90 de ellos van y vienen por los aeropuertos cada semana.

Esa es la cuestión. ¿Cerrar o no cerrar? No, no hay exageración. Se han vivido horas inéditas en el Senado de la República, donde este martes entraron 2 mil 500 personas por un filtro sanitario riguroso, eficaz, y sólo eran los que son parte de la maquinaria que es la Cámara Alta.

Habría que oír a Josefina Vázquez Mota urgir acciones confiables estremecida por la preocupación. No. Por la angustia, tampoco. Temor, es una emoción cercana a lo que verdaderamente despierta el desconcierto en el ataque al virus. “¿Cómo quiere que no nos sintamos aterrorizados?”, dice con voz sin consuelo esta mujer política, excandidata a la Presidencia, que le indica al subsecretario Hugo López-Gatell, que mucha gente no cree en la autoridad federal. Y que se instale el Consejo de Salubridad General.

Mientras, el Palacio Legislativo de San Lázaro, aquel edificio emblemático que se inauguró en 1982 como esa gran obra arquitectónica que albergaría a la Cámara de Diputados y el Senado, hoy es un monstruo sin alma o un fantasma.

El miedo de un contagio masivo entre diputados y trabajadores prendió las alertas y se tomaron medidas desde ayer. Muchos empleados tienen permiso para faltar y algunas áreas definieron guardias para evitar la presencia de más personal. También se restringió el acceso de visitantes, debido a que se cancelaron todos los foros, conversatorios y reuniones de comisión hasta nuevo aviso.

En todos los accesos, los elementos de seguridad portan guantes de látex, cubrebocas y un termómetro para medir a cada visitante .

Doña Tere, secretaria de un diputado de Morena, ingresa por la puerta vehicular que se encuentra en la calle de Zapata. Un elemento de seguridad le avisa que para poder ingresar a la Cámara de Diputados le tiene que tomar la temperatura y con un aparato le señala a la frente y resulta 36.4 grados. En los coches también se hace la prueba a conductores y pasajeros.

En días de sesión ordinaria pueden confluir hasta 7 mil personas; sin embargo, este martes no hay sesión ordinaria y la población disminuye hasta 50%, es decir, sólo acuden unas 3 mil personas. Pero hoy sesionarán, quizá por última vez antes de parar por el Covid-19.

Desde el pasado 5 de marzo la Suprema Corte de Justicia de la Nación cerró sus puertas al público y a partir de hoy también negará el acceso a sus trabajadores para evitar la propagación del coronavirus.

Es la primera vez que una contingencia sanitaria obliga al máximo tribunal del país a frenar sus actividades casi por completo durante un mes, pues hace 11 años, durante la epidemia del A-H1N1, sólo cerró sus puertas un día.

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