La serpiente humana es interminable. Aquí conviven personas que llegaron sanas con casos positivos de Covid-19 que aún lo ignoran. Tal vez saliendo de este mar de gente el virus los hermane.

Es el kiosco de pruebas rápidas Covid ubicado en la explanada de la alcaldía Benito Juárez, a un costado del parque Francisco Villa, mejor conocido como el Parque de los Venados. En otros tiempos era una zona de esparcimiento para la clase media, pero el virus tiene vocación democrática y no hace distinciones. Los residentes de la Del Valle y la Napoles igual hacen fila.

La gente que acude sabe que perderá la mañana y si no, aquí se entera. Los sábados el servicio inicia a las 10 horas, pero desde las seis hay gente formada y poco a poco las filas se multiplican. Es el precio que hay que pagar por un diagnóstico sin dañar el bolsillo. Karen vino con su madre, una mujer adulto mayor, y su hija de nueve años. En un laboratorio habría pagado al menos 2 mil 500 pesos por las tres pruebas. “Y la verdad no los tengo, si acaso para una”, comenta a este diario.

Llegó a las nueve de la mañana y le tocó la ficha 193. “Por fortuna mi mamá y mi hija son población preferente y los pasaron al frente, pero me deben esperar a que yo salga y no sé cuándo será eso”. A las 11 de la mañana el sol pega fuerte y las personas buscan la sombra de los árboles. Los más previsores descansan en bancos plegables que llevaron para la ocasión. Otras recurren a sombrillas; sin embargo, la gran mayoría aguanta a pie firme.

“Con gusto me echo 10 horas si resulto negativo”, dice un joven a su acompañante en un intento de hacer plática. Lleva cuatro horas formado, va de gane. Aquí también el maldito virus hace fila para propagarse. “Estoy tranquila, si llegara a resultar alguna de nosotras contagiada ya pensaría en ocuparme”, advierte Karen.

—¿Y cómo lo harías? —se le pregunta.

—No tengo la menor idea… —responde relente.

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