La violencia ácida contra las mujeres no sólo deja una huella en sus cuerpos; de acuerdo con las expertas consultadas por EL UNIVERSAL, también trastoca su salud física, mental, emocional, sus círculos sociales, su proyecto de vida y una despersonalización cuando sus agresores intentan borrarlas con un feminicidio.

Otras de las conductas que experimentan las mujeres que han sufrido un ataque ácido son: falta de atención en los primeros minutos en que esta sustancia toca su cuerpo, ausencia de protocolos médicos para atender un ataque de esta índole y una nula legislación que apoye la reconstrucción de las zonas afectadas, las pone en un estado de vulnerabilidad en una sociedad que, de manera cultural valora la belleza.

Además de que no cuenta con cifras oficiales, la Fundación Carmen Sánchez se ha encargado de recabar información y ha monitoreado las agresiones con ácido registradas durante los últimos 30 años a nivel nacional.

Con la base de datos que tienen, se elaboró un mapa para disponer de un listado sobre este tipo de agresiones. Hasta hoy se han registrado un total 42 agresiones de violencia ácida en México.

“El intento de feminicidio con ácido es la culminación de todas las violencias que tuve con Efrén”, señala Carmen Sánchez en entrevista con EL UNIVERSAL.

Además de que su vida se vio trastocada, agrega: “No volví a ser la misma, la agresión no sólo la viví yo, sino toda mi familia y mi círculo cercano; cambió la vida para mis hijas, en nuestra vida fue sentir miedo, porque seguíamos recibiendo mensajes de amenazas porque pedía ver a sus hijas o regresaría a acabar con mi vida”.

Sánchez estuvo internada en el hospital durante ocho meses tras el ataque con ácido. Cuando se vio en el espejo por primera vez, observó que perdió la mitad de su rostro y cuello, “me propuse que si salía con vida de ese hospital, tendría que pagar mi agresor lo que me hizo, volver a estar con mis hijas y tener una calidad de vida lo mejor posible”, recuerda Carmen.

La vida de Carmen Sánchez también cambió de manera física, emocional y económica, “destruyó completamente a una familia [Efrén García], mientras él estaba gozando de la libertad. Yo iba pues recuperándome poco a poco, iba armando estos pedazos de mí, aún recuerdo el ataque con dolor”.

En 2014, la activista fue agredida con ácido por su expareja, lo que le ocasionó quemaduras en la mitad del rostro, cuello, pecho y piernas. Se ha sometido a varias cirugías, cuyo costo oscila entre 100 mil y 300 mil pesos cada una. Además, ha recibido acompañamiento sicológico, terapia física, medicamentos especializados y el respaldo de su red.

Pese a las adversidades, Carmen Sánchez luchó por casi 10 años para obtener una de las sentencias más altas e históricas en América Latina de 46 años y ocho meses por tentativa de feminicidio contra su agresor Efrén García, quien le arrojó ácido. Una multa de 212 mil 545 pesos y el pago de 3 millones 987 mil 208 pesos como reparación del daño.

En la parte médica no se ha avanzado, recalca la activista; desde la Fundación Carmen Sánchez se han acercado al sector Salud, pero no hay respuesta favorable, no existe un protocolo para atender a las mujeres que tienen un ataque con ácido.

“Hay falta de voluntad por el sector público, pues ellos nos han mencionado que sí se atiende, pero que lo que nosotras requerimos no está dentro de su marco médico, porque ellos lo consideran como cirugías o tratamientos de dermatología o cirugías estéticas, para nosotras son cirugías reconstructivas, son tratamientos que nos permiten recuperar la función de cada uno de los órganos afectados”, denuncia la activista.

Carmen Sánchez reitera que la piel es un órgano importante y la mayoría de las mujeres que tuvieron un ataque con corrosivos lo tienen afectado, “nosotras no consideramos que el sector Salud tenga la razón, nosotras buscamos recuperar parte de la identidad que la violencia machista e institucional nos ha robado, porque teníamos denuncias previas al ataque con ácido”.

En cambio, Yazmín Ramírez, sicóloga feminista quien lleva dos años acompañando a Carmen Sánchez y otras mujeres que fueron agredidas con ácido, señala que existen distintos niveles de afectación como la salud, la mental, la sicosocial y el estrés postraumático que requiere atención especializada, “la huella posterior al ataque desencadena depresión y ansiedad, un sistema nervioso afectado por la impresión y el choque de ese momento, el daño que provoca el ácido es permanente”.

El acompañamiento sicológico es largo, difícil, cabe destacar que se debe priorizar la atención médica, pero si no se fortalece el área mental, difícilmente se tiene la voluntad de seguir en un proceso legal y de salud, recalca la profesional en sicología.

Una mujer que fue violentada con ácido su proyecto de vida “se rompe completamente, al buscar ahora atención médica, con suerte, un proceso legal, las relaciones interpersonales se ven completamente fracturadas, relacionarse con el grupo cercano como las amistades se verá separado porque pasan mucho tiempo en recuperación”, asegura.

La sicóloga explica que primero hay que restablecer funciones y luego hay que reconstruir, “tenemos que reconstruir porque socialmente somos una cultura que valora muchísimo la belleza, el estereotipo y si ya de por sí las mujeres estamos condenadas a un marcaje sobre cómo lucir, cuánto enseñar, ahora cuando se tiene una lesión permanente en la piel que tan visiblemente queda desfigurada, pues esto va a amedrentar muchísimo no sólo la estima, sino la reincorporación a la vida social. La reconstrucción no existe en la legislación, los primeros minutos en una quemadura con ácido es determinante en atención y no sabemos cómo actuar ante ello, ni el común, ni los médicos”, asegura Yazmín Ramírez.

Cabe destacar que uno de los entornos sociales como el familiar, en muchas ocasiones las revictimizan, también se fragmenta porque muchas son madres. Además, para tener un trabajo se complica para las sobrevivientes de un ataque con ácido, “ya que la belleza es un estandarte determinante en la sociedad, en una contratación y grupos para relacionarse se reducen”, explica.

Yoali Zaret Mancilla, socióloga con enfoque de género, recalcó que un ataque con ácido conlleva un impacto diferenciado, hablando de la pedagogía de la violencia masculina, se instala un miedo y un intento de aislamiento para volver espacio privado; para los agresores es una enseñanza, un mensaje que pueden hacerlo porque hay un encubrimiento por parte de la sociedad y las instituciones.

La socióloga recalcó que las mujeres dejan su vida personal a un lado para convertirse en activistas, les cuesta mucho trabajo volver a retomar sus actividades como sus gustos, pasatiempos, su familia, el trabajo, la escuela, porque sufren mucha exclusión y son expuestas de otra manera tanto por el agresor, así como por la sociedad y las instituciones.

Se enfrentan al estigma que las lleva a aislarse, además convergen diferentes factores culturales, políticos, sociales y sicosociales, hay un acoso frecuente por parte del violentador, el Estado y la sociedad en general. Hay un tema personal, estructural y político que hace que se aparten de la sociedad, los ataques son llevados a cabo en espacios públicos, es “pedagogía de la crueldad”.

Yoali Zaret Mancilla dice que “hay una fenomenología del cuerpo y antropología que nos explica que el rostro es la principal parte, la más expresiva, la que nos da identidad ante el otro y los otros, en los ataques con ácido hacia las mujeres, es la parte del cuerpo más afectada, si hay una desfiguración lo que representa el rostro como humanos, hay un intento de desaparición física, por eso es un intento de feminicidio”.

Señala que los agresores llevan a cabo un intento de despersonalización hacia las mujeres, el rostro es una parte del cuerpo principal en estos ataques, hay una desfiguración, la pedagogía de la crueldad, como dice Rita Segato, la violencia y la guerra se inscribe principalmente en los cuerpos de las mujeres, son aisladas por condiciones de vulnerabilidad y factores de riesgo en términos sociales, el miedo de volver a salir de la calle.

Yoali Zaret Mancilla dice que “hay una fenomenología del cuerpo y antropología que nos explica que el rostro es la principal parte, la más expresiva, la que nos da identidad ante el otro y los otros, en los ataques con ácido hacia las mujeres, es la parte del cuerpo más afectada, si hay una desfiguración lo que representa el rostro como humanos, hay un intento de desaparición física, por eso es un intento de feminicidio.

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