A lo largo de este sexenio, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha demostrado de manera sistemática su rechazo a las formas tradicionales de hacer y comunicar la política. El plano diplomático no es la excepción. Las recientes declaraciones del presidente sobre la “pausa” en las relaciones con España , son una manifestación más de su ejercicio del poder. De modo similar como actúa con la política doméstica, el presidente no ha dudado en señalar, criticar y revirar en materia de política exterior.
El presidente no tuvo reparo en ordenar de último momento que se enviara a un representante mexicano a la toma de protesta de Daniel Ortega en Nicaragua cuando no se tenía previsto. En cuanto a la discusión de la reforma eléctrica en México y la reforma migratoria en Estados Unidos, el presidente aseguró que señalaría a los legisladores estadunidenses que se opusieran y finalmente, en el caso de los nombramientos de embajadores de México en España y Panamá, fueron anunciados en su conferencia matutina sin que, previamente se consultara a ambos países. El presidente gobierna comunicacionalmente y en materia de política exterior, sus decisiones están determinadas por una agenda preponderantemente nacional.
Habitual a su estilo, el presidente lanzó el anzuelo al sugerir “pausar” las relaciones bilaterales con España y aseguró que sus declaraciones no implican en ningún caso una ruptura con España “sino una protesta respetuosa y fraterna”. El día anterior, el presidente aseguraba que algunas empresas españolas del sector energético habían incurrido en abusos y corrupción y que ahora, se oponen a su reforma eléctrica y cabildean en contra de ésta. Tanto el tema eléctrico como el energético, forman parte de las principales arterias del lopezobradorismo. Ahora, España es el destinatario de la molestia presidencial después de la visita de la Secretaria de Energía de Estados Unidos, Jennifer Granholm, así como de John Kerry , Enviado especial de Estados Unidos para el Clima a México en días recientes. Mediante un comunicado, el gobierno español “rechazó de manera tajante” las declaraciones del presidente y señaló que existen 7,000 compañías españolas en México y que la inversión española se eleva por encima de 70,000 millones de euros y la mexicana en España supera los 25,000 millones. España es el segundo país de mayor inversión en México solo detrás de Estados Unidos.
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El presidente López Obrador mandó el mensaje de que no busca ahuyentar las inversiones españolas, sino que empresas como Iberdrola, OHL o Repsol que presuntamente se enriquecieron al amparo del poder político, rindan cuentas y no saboteen su reforma eléctrica.
Bajo esta estrategia, el presidente pone al gobierno español en un lugar complicado ya que, si respalda a las empresas, estaría validando su tesis sobre el involucramiento del gobierno con las empresas señalados por corrupción pero, si se deslinda, estaría mandando un pésimo mensaje al sector empresarial español.
Bajo la tesis de la “reconquista económica”, el gobierno de López Obrador pone el cascabel al gobierno socialista de Pedro Sánchez quien, por cierto, fue el primer mandatario en visitarlo tras su llegada a la presidencia en 2018. El presidente no dudó en mostrar una retórica beligerante ante la aparente colusión entre el gobierno y las empresas españoles que derivaría en casos de corrupción.
Por otro lado, si el presidente busca cambiar el paradigma de la relación bilateral entre ambos países como él mismo lo ha expresado, sería interesante saber por qué la carta del presidente para tan atender tan compleja misión sería el exgobernado r Quirino Ordaz .
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