Madrid.- Más de 70 mil menores son víctimas cada año de explotación sexual en México, muchos de ellos aunque apenas algunos centenares son identificados y asistidos.

En estas circunstancias claramente deficitarias no basta con aplicar las leyes, advierten los autores del libro Trata de seres humanos en Iberoamérica, publicado por el Observatorio Iberoamericano sobre Movilidad Humana, Migraciones y Desarrollo, de la Universidad Pontificia Comillas de España.

Catalogado como un país de origen, tránsito y destino de víctimas de trata, en México este fenómeno se expresa en toda su complejidad, debido sobre todo a su interseccionalidad con el crimen organizado y otros delitos, además de la corrupción y la impunidad. Al igual que en el resto de la región, las modalidades de trata más frecuentes en México son la explotación sexual y el trabajo forzado, que afecta sobre todo a migrantes centroamericanos, en su mayoría mujeres.

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En el primer caso, en el campo de la prostitución y turismo sexual, y en el segundo, en el ámbito agrícola, de la construcción, el comercio informal y, en menor proporción, en la mendicidad y labores domésticas, indican los autores del libro que cuenta con la participación de acreditados especialistas iberoamericanos.

En el capítulo dedicado a México se subraya que las acciones de prevención son insuficientes, además de que existen irregularidades en la procuración, investigación y persecución de los delitos relacionados con la trata, lo que se refleja en el reducido número de casos con sentencias y en las bajas cifras de víctimas identificadas o atendidas.

Los expertos destacan que la trata es un problema difícil de combatir, entre otras razones, porque está vinculado a la corrupción de las fuerzas de seguridad, en especial de los agentes fronterizos y aduaneros.

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“En México y países centroamericanos, la persecución de la trata es deficitaria, porque a veces incluso las fuerzas del orden están implicadas y se dan situaciones de arbitrariedad, sobre todo en las fronteras. Son pocos los casos punibles”, señala a EL UNIVERSAL Joaquín Eguren, investigador y profesor del Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia Comillas y uno de los editores del libro.

El estudio aborda la trata vinculada a la migración latinoamericana, y muchas veces las legis- laciones se olvidan del tema, por lo cual los migrantes aparecen incluso como infractores a ojos de las autoridades, alerta el doctor en antropología y licenciado en sociología y teología.

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Tanto en la trata de explotación laboral como sexual sobresale la presencia de mujeres. Los datos a nivel internacional hablan de 66% que son mujeres, con la agravante de que en algunos países latinoamericanos la explotación laboral, en especial de indígenas, está normalizada, subraya.

Las zonas de México donde se ha registrado explotación sexual son Chiapas, Ciudad de México, Tlaxcala, Estado de México, Puebla, Quintana Roo, Baja California, Oaxaca, Jalisco y Veracruz. La mayoría de las víctimas suelen proceder de Guatemala, Honduras, El Salvador, Belice, Nicaragua, Costa Rica y, en menor medida, Cuba y Argentina.

 Con frecuencia, las víctimas son desviadas a su llegada a México hacia centros fronterizos de actividad petrolera o núcleos turísticos como Chiapas, Tabasco y Quintana Roo, apuntan los autores del libro. 

En Centroamérica y México hay casos en los que niñas, niños, adolescentes y mujeres en situación de tránsito hacia México y Estados Unidos, han sido explotados sexualmente después de robarles su dinero, extorsionarlos o encontrar tropiezos en su camino. Aproximadamente 25% son niñas indígenas. 

La trata de seres humanos en sus dos vertientes de explotación laboral y sexual tiene causas estructurales en la pobreza, la falta de expectativas económicas y sociales y las familias desestructuradas, lo que posibilita que muchas personas caigan en las redes de mafias que las explotan, relatan los especialistas. 

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Para el grupo de expertos es importante entender la trata de personas como un proceso, más que como un delito aislado, el cual se inicia con el secuestro o la captación de una persona, continúa con su transporte, ya sea a otro Estado o a una zona distinta dentro del mismo país, para finalmente ser recibida y acogida en el lugar de destino con fines de explotación. Por ello, es fundamental la coordinación internacional a todos los niveles: prevención, acción punitiva y sensibilidad social, entre otras iniciativas. 

Los autores del libro señalan la existencia en Latinoamérica de al menos siete zonas transfronterizas donde tiene lugar un peculiar mercado de trata de personas humanas: la triple frontera de Paraguay, Argentina y Brasil; la triple frontera andina: Bolivia, Chile y Perú; la amazónica: Venezuela, Guyana y Brasil; y las fronteras de México-Estados Unidos, Brasil-Uruguay, Colombia-Venezuela y Guatemala-México

La pandemia, que agrava las condiciones de pobreza y aislamiento en la región, también ha incrementado la vulnerabilidad de los grupos más expuestos a la trata en América Latina, según los expertos.