Bruselas.—Con la derrota de en las presidenciales estadounidenses, las fuerzas de ultraderecha europeas pierden un aliado que los empoderaba con su discurso incendiario emitido desde el célebre Despacho Oval

No obstante el rotundo descalabro, la marcha ultra por el poder continuará, desde la Liga e Interés Flamenco en Italia y Bélgica hasta Alternativa para Alemania y Foro para la Democracia en Holanda. 

De manera independiente y a velocidades distintas, cada agrupación continuará explotando los miedos y preocupaciones de la ciudadanía en busca de alcanzar la cuota electoral que les otorgue el mando del Estado

También seguirán minando los intereses de la Unión Europea, aprovecharán cada oportunidad para torpedear el proceso de integración. Por ejemplo, Hungría y Polonia, dos países sumidos en una deriva autoritaria, han bloqueado la aprobación del presupuesto comunitario en rechazo a la introducción de un mecanismo diseñado a condicionar los fondos al cumplimiento del Estado de derecho.  

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La negativa de Budapest y Varsovia, contrasta con el sentimiento de 77% de los ciudadanos europeos que consideran que los fondos colectivos deben destinarse a los países con un sistema judicial estable y de respeto absoluto a los valores democráticos europeos, de acuerdo con una encuesta del Parlamento Europeo

La caída de Trump representa la retirada de un aliado, mas no supone la derrota de la guerra en curso frente a los partidos democráticos, quienes siguen teniendo enfrente la tarea de resolver los problemas sociales y económicos que alimentan el populismo y permiten el ascenso de figuras como el propio magnate estadounidense.  

“No fue por Trump que la extrema derecha emergió en Europa, pero definitivamente Trump apoyó el movimiento, involucrándose directamente o a través de sus embajadores quienes especialmente operaron a favor de las fuerzas euroescépticas. Ahora que Trump se ha ido, han perdido un fuerte partidario”, dice a EL UNIVERSAL Sven Biscop, experto del Royal Institute for International Relations con sede en Bruselas (EGMONT). 

“Los gobiernos de extrema derecha, como el de Hungría y Polonia, se sentían sueltos para ir en contra de los principios de la UE al contar con el apoyo del presidente de Estados Unidos. Finalmente eso ha llegado a su fin”. 

El director para Europa del Programa Mundial del EGMONT y autor de European Strategy in the 21 Century, no prevé que tenga un impacto en la cruzada euroescéptica, aunque a largo plazo sí debilitará su posición. 

“La retirada de Trump no significa que vayan a cambiar de políticas. Antes de Trump ya estaban allí, durante Trump aprovecharon para impulsarlas, ahora sin Trump no cambiarán, aunque su posición sí se verá debilitada con el tiempo, especialmente si (Joe) Biden (presidente electo de EU) se manifiesta también en contra del ascenso del populismo en Europa”.  

Anticipa los mayores impactos en el Reino Unido, concretamente en el ala más radical del partido conservador del premier Boris Johnson, quien encontró en Trump el mayor promotor del Brexit en el extranjero.

La herencia

Antes de la victoria de Trump en las presidenciales de 2016, el húngaro Víktor Orbán y el polaco Jaroslaw Kaczynski, con Unión Cívica Húngara (FIDESZ) y el partido polaco Ley y Orden respectivamente, ya eran dos figuras consolidadas en la política europea.  

Durante la presidencia de Trump, la mayor exponente de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen fue finalista en las presidenciales; la xenófoba Alternativa para Alemania entró al Bundestag, la radical Liga de Matteo Salvini probó el poder en una fallida coalición de gobierno, y emergió exitosamente en Holanda la primera versión europea de la llamada alt-right, Foro para la Democracia de Thierry Baudet

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Los expertos consultados por este diario no ven una correlación entre Trump y el avance de la derecha radical populista en Europa en aquellos días, más bien fueron dos fenómenos que progresaron simultáneamente. 

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Sin embargo, la aparición de Trump redituó en beneficios para las agrupaciones del otro lado del Atlántico que seguirán dando rendimiento tras su salida de Washington. 

“Trump representó un apoyo para los líderes de la extrema derecha, como Orbán y Kaczynski, pero ante todo representó la normalización de las ideas de la derecha extrema”, explica en entrevista Pietro Castelli, experto del Centro para la Investigación sobre el Extremismo de la Universidad de Oslo (C-Rex)

“Trump no lo detonó, pero sí consolidó el proceso en el que las ideas de la extrema derecha son cada vez más normales en el debate democrático. Hoy estas ideas están circulando y gozan de legitimidad gracias a la presencia de Trump”, puntualiza el investigador. 

Para Castelli, la derrota de Trump no supone un importante retroceso para los partidos extremistas europeos, existían antes de su llegada y seguirán existiendo tras su salida. 

“Pierden un aliado en el poder, pero al final no era uno estratégico. Era un aliado porque podía poner a circular sus ideas, los fortalecía y los empoderaba en el debate público, esto ya quedó establecido y no pienso que se elimine en los años por venir”. 

En los últimos cuatro años, ideas como el nacionalismo, xenofobia, negacionismo ante la ciencia y teorías de conspiración, fueron agregadas al diccionario de lo “normal”, en gran parte, porque fueron promovidas desde la propia Casa Blanca. Ahora, toca a populistas como Orbán, Le Pen y el holandés Geert Wilders darle continuidad a esas fuentes de inspiración.

Irónico

Trump también deja como legado lo que parecía inimaginable, el que hubiera simpatía entre las bancadas xenófobas europeas por ciertas vertientes estadounidenses. 

“La ironía es que la extrema derecha en Europa era mayoritariamente antiestadounidense desde la Segunda Guerra Mundial. Veían en Estados Unidos el modelo de democracia al que ellos se oponían, pero con Trump se encontró una conexión entre la extrema derecha y EU”. 

Después de todo, como señala el politólogo de la Universidad de Harvard, Yascha Mounk, fue Trump el que generó respeto para las figuras más visibles del populismo como Marine Le Pen y Víktor Orbán. Al darles la bienvenida en la Casa Blanca dejaron de ser los outsiders extremistas.  

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Los cuatro años de Trump dejan como lección el riesgo de que los populistas pueden hacerse del poder sin necesidad de utilizar como plataforma las plataformas de extrema derecha, llámese Partido de la Libertad de Austria (FPO), Partido Popular Danés (DF) o el Partido de los Finlandeses (PS).  

“Al final de cuentas Trump emergió del Partido Republicano, no era el líder de un partido de extrema derecha. Era un político de extrema derecha que gobernó Estados Unidos en nombre del Partido Republicano. Es algo que siempre debemos tener presente”, dice el analista italiano Castelli. 

“No hemos encontrado un antídoto ante los partidos tradicionales de extrema derecha ni ante la corriente en la que ideologías de la extrema derecha se incorporan en nuestras sociedades y la agenda política (…) procesos que continuarán en los próximos años y suponen un desafío para los políticos europeos”, detalla.