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Bruselas.- La guerra en Ucrania y el agresivo comportamiento del presidente Vladimir Putin, ha obligado a la Unión Europea (UE) a mostrar un rostro que resulta irreconocible.
De la noche a la mañana, en un periodo de cuatro días a partir del inicio de las hostilidades en Ucrania, Bruselas adoptó decisiones que rompieron con el molde operativo con el que ha venido trabajando a lo largo del proceso de construcción europea.
Además de la avalancha de sanciones económicas, diplomáticas y mediáticas, todas únicas en su tipo y alcance, el club comunitario finalmente decidió proyectar su músculo militar, alterando así drásticamente su imagen, de campeón del poder suave a potencia coercitiva.
La UE ha entendido que la persuasión, por la vía comercial y de defensa de los principios democráticos, no es suficiente para garantizar la paz en su entorno más inmediato, en ocasiones hay que recurrir al poder duro, a la fuerza y el castigo.
Después de todo, la situación que enfrenta la comunidad no es menor, en el calendario de las redes sociales, el 24 de febrero, día de la invasión rusa, quedó marcado como el 11 de septiembre europeo, en referencia al ataque terrorista en Washington y Nueva York, cuyo impacto prevalece.
“La agresión rusa ha obligado a los europeos a replantearse su entorno de seguridad. Como consecuencia, la arquitectura de seguridad que conocíamos ha cambiado fundamentalmente”, dice a EL UNIVERSAL Mihai Chihaia, analista del European Policy Centre (EPC).
“La UE ha respondido con una serie de decisiones sin precedentes, como enviar por primera vez equipo letal a un país tercero, esto constituye un enorme cambio. En el ámbito de la defensa además muestra que los instrumentos adoptados en papel realmente funcionan”.
Hasta hace unos días, las entregas armamentistas a países en conflicto eran tabú. Este se rompió con la aprobación de 450 millones de euros para la compra de armas y municiones para Ucrania; además de 50 millones para material no letal.
La decisión fue tomada en un plazo de tres días, un record, considerando los tiempos que suele necesitar el bloque para avanzar.
Los dineros proceden del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz, instrumento creado por iniciativa de la entonces Alta Representante de la Política Exterior, Federica Mogherini, para eludir los impedimentos que hay en materia de transferencia de material de defensa. El Fondo se había limitado a financiar las misiones de paz de la UE en Africa, y por primera vez es usado para armar a un país en guerra.
“Se ha logrado en estos días mucho más que en los últimos años, lo que es un gran paso adelante, muestra que sí puede suceder, que la UE tiene la capacidad de poner en práctica los instrumentos diseñados en una secuencia rápida de decisiones”.
Chihaia sostiene que ésta situación creará condiciones para adoptar nuevas iniciativas en defensa, definir las líneas directrices para una auténtica autonomía estratégica y aumentar el gasto militar.
“¿La pregunta es si la UE podrá mantener el momentum?”, dice en entrevista Zachary Paikin, de la Unidad de Política Exterior Europea del Centre for European Policy Studies (CEPS).
Afirma que el convertirse en actor geopolítico tiene serias implicaciones para la UE, que durante décadas ha desempeñado el papel de la mayor potencia normativa.
“Aquí hay cierta contradicción, porque todo actor geopolítico tiende a fijar sus propias normas y proyectar su visión del orden internacional. La UE no es como Rusia o China, que actúan con las normas que les son más convenientes”.
“Allí se percibe cierta tensión, entre el deseo de la UE de convertirse en un actor geopolítico sin dejar de ser un actor normativo en el sentido tradicional”.
Para Paikin, la habilidad de la UE para convertirse en un actor geopolítico dependerá además de cómo se resuelva el conflicto ucraniano. Para tener proyección exterior debe mostrar primero que puede influir en sus vecinos del este.
“Si ésta guerra termina con la ocupación rusa, la habilidad de la UE para ejercer esa influencia se verá limitada”, asegura.
Al igual que la UE están cambiando de rumbo algunos de los estados miembros que habitualmente pasaban por alto en el tablero armamentista.
Alemania, el miembro económicamente más poderoso, hizo a un lado los miedos heredados desde la Segunda Guerra Mundial para manifestar su deseo de convertirse en un actor militar.
El Canciller Olaf Scholz anunció que gastará este año 100 mil millones de euros más en defensa, al tiempo que se fijó la meta invertir en las fuerzas armadas el 2% del PIB, compromiso asumido en la OTAN y que ha incumplido. Alemania gastó el 1.53% de su PIB en 2021.
“El Ejército alemán necesita refuerzos y acceder a la última tecnología. Así será si el esfuerzo se mantiene en los próximos años”, indica Chihaia.
Como punto de arranque, Berlín suprimió el veto a las transferencias de material bélico a países en conflicto con la aprobación del envío a Ucrania de 400 lanzagranadas antitanques desde Holanda.