Donald Trump quiere la revancha. No importa que las elecciones hayan dejado claro que 2024 no será 2016. No importa que ya no sea un outsider.
Tampoco importa el mensaje que los estadounidenses dejaron claro en las elecciones de medio término, en las que en aquellos estados donde el aborto era todo un tema de debate, o donde había candidatos negacionistas de las presidenciales de 2020, a los republicanos —más allá de contadas excepciones— no les fue muy bien. Menos si los apoyó Trump.
Los republicanos esperaban arrasar el 8 de noviembre, pero no fue así. Su triunfo en la Cámara de Representantes es el más magro que haya tenido un partido en la oposición en este tipo de elecciones. Descubrieron que el trumpismo ya no es lo de hoy y que si desean tener más opciones de éxito de cara a 2024, necesitan desmarcarse de aquello que huela a Trump.
Por eso, la misma noche de las elecciones comenzaron los llamados de republicanos moderados a buscar otros horizontes. El éxito de Ron DeSantis probó que no necesitan al exmandatario para triunfar.
Trump lanzó su campaña pese a la falta de apoyo. Y la ausencia de personajes clave de su familia, incluyendo Ivanka, la niña de sus ojos, evidencia que, esta vez, va solo. Su presidencia, y la forma como salió, dejaron exhausto a más de uno. EU vive una crisis económica, pero también un hartazgo de la misma cantaleta de “¡fraude, fraude fraude!” que Trump entona cada vez que habla. El exmandatario es un animal herido. Y siempre son muy peligrosos. No tiene algo que perder, así que se puede esperar que se juegue hasta la última carta. Más cuando aún faltan dos años para las elecciones y ya es un aspirante con todos los foros a su disposición para tratar de seguir sembrando la división.
En 2016 utilizó un discurso temerario que le funcionó muy bien porque no era un político, sino un outsider, que se quejaba de las mismas cosas de las que se quejan miles de estadounidenses. Pero ahora tiene en su currículum cuatro años de presidencia, marcados, además, por una pandemia en la que, a pesar de que diga lo contrario, se mostró como todo lo que no hay que hacer. Presume que en su gobierno se adquirió la vacuna más rápida de la historia, aunque no es un logro suyo, sino de la ciencia a la que tanto criticó.
Los demócratas deberían ser lo suficientemente inteligentes para mover sus fichas y, con lo aprendido en las elecciones, empezar a hablar de lo que les importa a los estadounidenses, y resolver sus inquietudes. Evidentemente, no es sólo el bolsillo. Por ahora, el clima político para Trump es nublado, con alta probabilidad de chubascos.
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