San José. – Un abundante listado de estructuras de la burocracia interamericana—OEA, CELAC, Prosur, SICA, MERCOSUR, Caricom, AEC, Alianza del Pacífico o ALBA-TCP y su andamiaje paralelo— quedó rebasado por el impacto de la pandemia del Covid-19 en América Latina y El Caribe en el primer cuatrimestre de 2020.
Aunque recibió múltiples estocadas en dos décadas del siglo XXI que le debilitaron y sumieron en el desprestigio y la inoperancia, el sistema latinoamericano y caribeño de integración fue colocado en un dilema por el ataque del coronavirus: transformarse y dejar de ser una serie de clubes de turismo político y de producción de proclamas retóricas sin trascendencia que nunca se cumplen o se acatan parcialmente.

“La inutilidad de ciertos organismos internacionales es pasmosa y vergonzosa” y quedaron en evidencia “gracias” a la enfermedad, dijo el analista político costarricense Pablo Barahona, ex embajador de Costa Rica en la Organización de Estados Americanos (OEA).

“Esos organismos internacionales son burocracias ‘hiperinfladas’ que sirven de parqueos con sombra a ex ministros y afines (…) todos amistados al poder de turno, en sus respectivos países y con cargos o consultorías que les permitieron refugiarse en esas instituciones sin auditoría ni vergüenza”, declaró Barahona a EL UNIVERSAL.

Tras clamar por “erradicar pesos muertos y volver a centrar en lo pertinente” la función de las instituciones interamericanas, pidió eliminar “tanta grasa residual que la burocracia ha ido recetándose con tantas adherencias que más sirven de bolsas de empleo para amiguetes de los gobiernos”.

América Latina y El Caribe edificaron una telaraña de aparatos de coordinación en política, derechos humanos, milicia, policía, economía, comercio, finanzas, salud, educación, ciencia, tecnología, justicia, empleo, migración, energía, ambiente, telecomunicaciones, transporte y otras áreas, en un proceso con variados énfasis y matices ideológicos a partir de la segunda mitad del siglo XX.

Los nombres de las armaduras interamericanas cambiaron en el transcurso de los años para satisfacer el antojo de gobiernos de derecha o de izquierda, pero sin modificar su esencia burocrática y su costo millonario.

Fue así como en varias etapas del siglo XXI emergieron la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América–Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) o la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), sepultada en 2019 y reemplazada ese año por el Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur), y la Alianza del Pacífico.

En el mapa institucional ya figuraban, desde finales del siglo anterior, instancias como el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), la Comunidad del Caribe (Caricom), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y la Asociación de Estados del Caribe (AEC). Cada institución desplegó su respectiva parafernalia y agenda y convivió con mecanismos paralelos dentro de las regiones.

Para el abogado boliviano Jaime Aparicio, embajador de Bolivia en la OEA, “la integración fue un gran fracaso”.

La “proliferación” de “supuestos” entes de integración y concertación, como CELAC, UNASUR o Alba, fue “un instrumento de un proyecto ideológico y sin pensar en el bienestar de la gente, en políticas comunes sociales, energéticas, comerciales y de infraestructura y de productividad y en ayudar al progreso social, tampoco nos llevaron a ningún lugar”, alegó.

“No estábamos preparados para la pandemia. No había coordinación en política de salud pública o de infraestructura hospitalaria. Cada país está tratando de salvarse a como puede. Si el futuro de la integración no es económico y social (...) para solucionar problemas vitales de educación y salud, no habremos entendido este momento histórico”, advirtió.

La pandemia obligará a “repensar” los organismos multilaterales, en especial los financieros, previó el venezolano Pedro Uruchurto, coordinador de formación de Vente Venezuela, una de las principales agrupaciones opositoras de ese país.

“El esquema financiero multilateral será sobrepasado por solicitudes de ayuda para extender deudas. Pero el objetivo deberá ser que esos y otros sistemas sirvan para generar bienestar y dejar de ser clubes de dictadores y de dictaduras”, declaró Uruchurto a este periódico.

América Latina y El Caribe “han estado lamentablemente más sumidos en cooperación ideológica que en organismos verdaderos de integración con respuestas oportunas y no tardías”, sentenció.

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