Washington.— Cuenta que la primera frase que decía a los primeros líderes internacionales que le llamaron poco después de concretarse su victoria electoral que “America is back”. Los Estados Unidos del demócrata quieren estar de vuelta al ruedo global, a la posición de privilegio dominador del multilateralismo planetario. A la política del diálogo, de la presencia internacional: las antípodas del America First y el America Alone del aislacionismo trumpista.

“Cuando Biden asuma el cargo habrá inmediatamente un cambio de percepción en todo el mundo”, asegura Paul Poast, de la Universidad de Chicago. Un cambio que augura que no sólo será de fondo, sino también de forma: “Obviamente habrá un cambio de retórica, el tono de Biden siempre ha sido más diplomático”, aseguró el experto.

El mensaje es único, sólido, claro: “Estamos listos para liderar el mundo, no para retirarnos de él”, dijo Biden en la presentación de su equipo diplomático.

“La diplomacia está de vuelta”, añadió Linda Thomas-Greenfield, la elegida para ser la embajadora ante las Naciones Unidas, una selección de una funcionaria de carrera que manda además el mensaje de que otra vez la diplomacia tenía que estar en manos de expertos y no designaciones políticas sin experiencia.

La necesidad de regresar a la escena internacional se demostró con el hecho de que, entre las primeras decisiones que tomó como presidente electo, estuviera la de armar un equipo encargado de las relaciones exteriores y la posición en el mundo, empezando por el que será su secretario de Estado, Antony Blinken: “Necesitamos trabajar con otros países, necesitamos su cooperación y su alianza”, señaló el versado funcionario en su presentación en sociedad.

La idea es volver a la situación anterior a Trump, al statu quo post Segunda Guerra Mundial de internacionalismo liderado por Washington. Entre las primeras acciones que tomará la nueva administración están el regreso a acuerdos multilaterales como el del Clima de París, el intento de volver a forjar consensos como el acuerdo nuclear con Irán, hacer nuevos gestos multilaterales como el regreso a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y demás organismos de Naciones Unidas a los que Trump insultó y desdeñó.

Los principales retos que tendrá Biden son bien conocidos: enfrentar los desafíos de Rusia y China, ambos de distinta índole pero igual de importantes para la política exterior de Estados Unidos.

Con Rusia tiene una primera papeleta complicada: el ciberataque masivo, hecho público a finales de diciembre, que afectó miles de empresas y penetró en el gobierno federal, tensa todavía más las relaciones con un enemigo público declarado. De hecho, ya ha advertido a Moscú que le hará “pagar un precio” por sus intentos de injerencia.

El presidente ruso, Vladimir Putin, dijo que no espera que las relaciones entre ambos países vayan a cambiar mucho.

Con China las cosas son diferentes, ya que probablemente es el reto más importante de Biden. La tensión generada por Trump, basada prácticamente en la guerra comercial, todavía seguirá latente después que Biden confesara que no actuará inmediatamente para quitar aranceles.

“No haré movimientos inmediatos”, precisó el presidente electo al periodista Thomas Friedman, del The New York Times: “No voy a perjudicar mis opciones”, añadió, dando a entender que el juego con Beijing se debe basar más en ventajas e influencias que se puedan generar.

Especialmente cuando, en la nueva diplomacia de Biden, China puede ver cómo se rearman coaliciones internacionales diseñadas en contrarrestar su poder global: “Creo que la mejor estrategia de China es aquella que pone a todos nuestros aliados [o al menos a los que solían ser nuestros aliados] en la misma página. Va a ser una de las principales prioridades para mí en las primeras semanas de mi presidencia tratar de que volvamos a estar en la misma página con nuestros aliados”, dijo Biden a Friedman.

Incluyendo, obviamente, que su administración será crítica con las prácticas abusivas del gobierno chino y sus violaciones de derechos humanos, que seguro serán perseguidas y denunciadas.

En cuanto a México, todo será una incógnita. A pesar de las buenas palabras en público, nadie sabe si va a afectar la tardanza del gobierno de Andrés Manuel López Obrador en felicitar a Biden por su victoria electoral. La duda más importante será el desempeño de Esteban Moctezuma al frente de la embajada de México en Wa- shington, cargo al que llega sin experiencia previa en tareas diplomáticas tras su paso por la Secretaría de Educación, y que llegará a la capital de Estados Unidos para llenar la vacante producida por la sorpresiva jubilación de Martha Bárcena tras 43 años de servicio.