San José. – A sus cuatro emes de mujer, madre, médica y maestra, la venezolana Geraldyne Aular Franco añadió la v de violencia, la c de carencias, la e de escasez, la h de hiperinflación, la d de dólares y la f de fallecidos, para describir una combinación de factores que se agravaron en Venezuela por el ataque del coronavirus .

“Los médicos ganamos tres dólares al mes. Todo junto acentúa el estrés. La vida se nos puso todavía más al revés”, dijo Geraldyne, de 51 años, con dos hijos, educadora y cirujana general en el (estatal) Hospital Rafael Medina Jiménez, de La Guaira, del norcentral estado de La Guaira.

“Ver fallecer por el contagio a cuatro, cinco pacientes cada turno es muy duro. Ver morir a colegas por lo mismo me pega mucho”, narró a EL UNIVERSAL.

“No sufro de violencia doméstica, pero es suficiente con la violencia que sufrimos a diario los venezolanos y más los profesionales (de cualquier disciplina) obligados a ser buhoneros o vendedores ambulantes: dejaron sus trabajos porque no rinde laborar en una empresa privada o en el Estado”, lamentó.

La crisis agudizó en Venezuela el encarecimiento y escasez de alimentos, medicinas, insumos de bioseguridad, combustibles, artículos básicos y de cualquier tipo que recrudecieron desde 2014. La inflación subió 3 mil 713% en 2020 y completó seis años seguidos con la mayor tasa inflacionaria del mundo, con la economía prácticamente dolarizada y sueldos insuficientes, según fuentes opositoras venezolanas.

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De las carencias de 2020 solo mermó la de combustibles, en lo que la doctora describió como recuerdos “duros”: llenar el tanque de gasolina de su vehículo le cuesta de 30 a 40 dólares y por un taxi de ida y vuelta al centro de salud paga 60 dólares.

“Ir al hospital era la odisea de conseguir combustible. Pasar dos días haciendo cola en la estación y después ir a hacer guardia al hospital. O hacer cola tras venir de guardia, violando medidas de bioseguridad porque lo que uno quiere es regresar a casa a bañarse y cambiarse de ropa”, contó.

Por atender a numerosos pacientes del virus, rememoró, en una época “salía solo al hospital, me devolvía a mi casa y me metía en cuarentena obligada, en encierro. Pasé meses sin abrazar a mi hijo: fue muy duro para mí”.