San José.— “Me quedé sin familia. Me quedé solo en el mundo. Ese día cambió mi vida”, recuerda el fotógrafo chileno Héctor Javier Martínez Sanmartín, sobreviviente del terremoto del domingo 22 de mayo de 1960 en Valdivia, Chile.

Nacido en agosto de 1947, Martínez tenía 12 años esa fatídica fecha en la que, sepultados por los ladrillos de su casa, murieron su mamá, Isaura; su papá, Mardoqueo; sus hermanos José y Mardoqueo y su hermana Julia.

“Lloraba mucho, más que nada yo solo en las noches. Nada más, porque no los pude ni enterrar. Yo sé dónde está la fosa común donde los enterraron”, cuenta Martínez a EL UNIVERSAL.

“Me quedé casi sin nada, sin ningún respaldo. Fue muy difícil. Lo único que aprendí fue que tuve que ganarme la vida para comer porotos [frijoles] y sobrevivir. Uno no alcanza a medir lo que fue eso. No fue sino hasta después, ya con cierta edad, cuando empecé a pensar lo que realmente me pasó”, dice.

“Me quedé sin familia, solo en el mundo”: sobreviviente de terremoto en Chile
“Me quedé sin familia, solo en el mundo”: sobreviviente de terremoto en Chile

De seguido, narra con fluidez: “Como a las tres y 10 de la tarde hubo un pequeño temblor y como es zona sísmica, nadie hizo caso. El temblor grande empezó despacito [un minuto después]. La gente creyó que era otro pequeño y nadie hizo caso. Por eso murieron muchas personas, porque cuando ya intentaron salir de sus casas no pudieron porque se trabaron las puertas”.

“El terremoto”, prosigue, “pegó un sacudón tan grande que, aunque me traté de afirmar a un árbol, me tiró como a tres metros y ahí terminé botado en el piso como una lagartija. Traté de pararme, pero no pude. Vi la Catedral, al frente, que se balanceó a ambos lados y luego se fue hacia atrás. ¡Me salvé de que me cayera encima!”.

Al reventarse las cañerías de agua, desplomarse los edificios e iniciarse los incendios, comenzó un despliegue policial, militar y de bomberos. “Fue horroroso, tremendo”, apunta.

Numerosos menores de edad huérfanos o extraviados fueron remitidos a carpas de un regimiento militar en Valdivia. Uno de ellos fue Martínez.

“Yo seguía en el regimiento, guardado, solo. Nunca pude volver a la casa. Le informé a la Cruz Roja Chilena dónde yo vivía y los cruzrojistas luego me dijeron lo que pasó en mi casa. Fue como a los 15 días después del terremoto que supe que había muerto toda mi familia”, detalla.

Los cruzrojistas localizaron a una tía de Martínez que vivía a unos 40 kilómetros de Valdivia. Ella lo envió a estudiar secundaria y posteriormente él se alistó en la Armada (marina) de Chile, donde aprendió fotografía y de la que, por indisciplina, fue expulsado en 1967, por lo que optó por iniciar una carrera como reportero gráfico.

A 60 años del terremoto, y curtido en una vida de imágenes de toda índole, Martínez repasa secuencias dramáticas de la tragedia. “A los muertos los envolvían en una sábana, les ponían el nombre y los sepultaban en huecos grandes por temor a infecciones”.

En una de esas fosas comunes están Isaura, Mardoqueo, Julia, Mardoqueo y José, su familia de hace 60 años.

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