Washington. “Iremos tras de ustedes, y los encontraremos”. Tras el operativo estadounidense de la madrugada del jueves en el que murió el líder del Estado Islámico (EI), Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurayshi, el presidente aseguró que se trata de un mensaje a los terroristas. 

La muerte de Al-Qurayshi deja sin líder al grupo yihadista, poco más de dos años después de que también los Estados Unidos acabaran con Abu Bakr al-Bagdadi, su predecesor en el cargo. 

“La operación eliminó del campo de batalla a un importante líder terrorista y envió un fuerte mensaje a los terroristas de todo el mundo. Iremos tras de ti y te encontraremos”, dijo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al anunciar a la nación el resultado de un operativo exitoso para los intereses estadounidenses y que, según dijeron, salió tal y como planeaban. “Estamos alertas, y vigilantes”. 

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Así, Biden se mostró, hacia el interior de Estados Unidos, como el líder que está preparado para defender a los estadounidenses del terrorismo islámico. 

Para Estados Unidos, al-Qurayshi era uno de los últimos “líderes históricos” de un EI “significativamente degradado” de la posición de poder que llegaron a tener, pero que todavía tiene capacidad de cometer actos terroristas en muchas partes del mundo. De hecho, de acuerdo con información de inteligencia, el Estado Islámico buscaba reconstituirse, tanto en Irak como en Siria. Al-Qurayshi buscaba, además, fortalecer el brazo del EI en Afganistán. Las fuerzas estadounidenses esperan evitar, con la muerte del líder del EI, que este grupo resurja. 

Dar con Al-Qurayshi fue una tarea de muchos meses, y no fue hasta principios de diciembre cuando los servicios de inteligencia de EU informaron al presidente Biden de que lo habían localizado, tenían clara su ubicación y estaban en disposición de capturarlo. Desde entonces hasta la mañana del martes, cuando Biden dio luz verde a la operación, el Pentágono y sus fuerzas especiales prepararon la estrategia que terminó con la muerte de Al-Qurayshi.

Un líder de EI que, durante su reinado, ha pasado desapercibido, casi invisible, hasta el punto de que en muchas ocasiones se ponía en duda incluso su existencia. Sin fotos públicas ni muchos detalles sobre su historia, no fue hasta principios de 2020 cuando se empezó a conocer sobre él: un iraquí con gran bagaje e historial en la “yihad”, la llamada guerra santa que moviliza al yihadismo. También conocido como “el destructor”, era señalado por su brutalidad. 

Según varias fuentes, su verdadera identidad sería Mohamed Said Aderamán al Mawla, y habría escalado en los rangos de Estado Islámico hasta convertirse en uno de sus principales ideólogos, estratega detrás del intento de genocidio yazidí en el norte de Irak y al mando de sus operaciones globales, antes de que, desde hace un par de años, se convirtiera en cabeza pensante de las acciones de Estado Islámico. El último ejemplo, el intento de asalto de una cárcel en el noreste de Siria, donde están recluidos decenas de adolescentes acusados de ser milicianos de EI, a los que Al-Qurayshi quería reintegrar, y que frenaron fuerzas kurdas con el apoyo estadounidense. 

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La operación que acabó con Al-Qurayshi, según explicaron desde el gobierno estadounidense, duró apenas dos horas y siguió todos los pasos previstos, mientras el presidente Joe Biden seguía la acción desde la Sala de Crisis (Situation Room) de la Casa Blanca. Una operación que consistió en una redada y no un bombardeo para tratar de minimizar las víctimas civiles, aunque supusiera más riesgo para las tropas de EU. 

A su llegada al inmueble residencial donde habían ubicado el líder yihadista, una casa de tres plantas en la provincia siria de Idlib, en el noroeste del país, las fuerzas especiales estadounidenses empezaron evacuando a una familia que residía en la primera planta, sin ningún tipo de vinculación con los yihadistas. 

Al verse rodeado, Al-Qurayshi habría decidido detonar una bomba, que según Washington planeaba derrumbar el edificio completo. Sin embargo, solo destrozó el tercer piso (algo que según el Pentágono sus ingenieros ya habían previsto).

“Sabemos que, a medida que nuestras tropas se acercaban para capturar al terrorista, y en un acto final de cobardía desesperada, sin tener en cuenta las vidas de su propia familia u otras personas en el inmueble, ha decidido inmolarse, y con él toda la tercera planta, en lugar de enfrentarse a la justicia por los crímenes cometidos”, dijo Biden. El fin de Al-Qurayshi fue prácticamente calcado al de su predecesor, Al-Bagdadi: rodeado de fuerzas especiales de Estados Unidos e inmolándose para no ser capturado. 

Tras la explosión, las fuerzas estadounidenses entraron en un tiroteo con uno de los principales lugartenientes del líder, que se escondía en el segundo piso. Murió abatido, y junto a él también miembros de su familia. 

El balance de víctimas habla de un mínimo de 13 muertos, entre ellos varios niños y mujeres. Según el Pentágono, la explosión provocada por Al-Qurayshi mató también a una mujer y dos niños. En el tiroteo con el lugarteniente también habría muerto un menor.

Según los datos de los denominados Cascos Blancos, grupo civil de rescatistas en la zona, habrían muerto cuatro mujeres y seis niños, unas cifras parecidas a las del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos

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