San José. – La miseria extrema y moderada hinca a Chile.

Por ingresos, los cálculos oficialistas establecen que en ese país hay un millón 500 mil pobres, que es 8.6% de los 17.5 millones de chilenos, pero si se miden otros factores, como acceso a salud, educación y seguridad social o vivienda, convivencia social y entorno, la pobreza multidimensional nacional llega al 20.7%: unos 3 millones 600 mil chilenos.

Con esos datos, la chilena Catalina Littín, directora ejecutiva de la Fundación Superación de la Pobreza en Chile, admite en entrevista con EL UNIVERSAL que “todos los chilenos fracasamos en atacar la pobreza” y que los gobiernos y la sociedad civil nunca lograron consenso para abatirla.

La presión social acumulada desde que Chile retornó a la democracia en 1990, tras 17 años de la dictadura militar que el ya fallecido general Augusto Pinochet instaló en 1973 con un golpe de Estado, es la que, a juicio de Littín, emergió en las últimas dos semanas en esa nación con una violenta crisis en las calles chilenas.

El conflicto surgió en repudio al plan del gobierno chileno de subir tarifas del transporte subterráneo y que el presidente de Chile, Sebastián Piñera, acorralado por la presión popular, suspendió el sábado anterior ante una convulsión interna. Pero la suspensión tampoco acabó con la crisis y alentó intensas protestas en las que, según Littín, el trasfondo es la desigualdad y la injusta distribución de la riqueza.
Un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) mostró que el 1% más adinerado de Chile se quedó con 26.5% de la riqueza en 2017, mientras que el 50% de los hogares de menores ingresos accedió sólo al 2.1% de la riqueza neta del país.

¿Por qué estalló la crisis?

Vemos hoy una superposición de inequidades que hemos acumulado con el tiempo: inequidades en distribución de ingreso, acceso a precios razonables de medicinas, buena atención de salud. Chile avanzó enormemente en reducir la pobreza por ingreso de 40% en 1990 a menos de 10%.

Pero el ingreso tampoco es lo único que determina la vulnerabilidad de las personas. En territorios rurales, aislados del desarrollo, las brechas aumentaron. Hoy vemos (en las protestas) la expresión del cansancio por esas desigualdades que se sumaron desde el retorno a la democracia y habrá que tomar medidas determinantes para responder a un pueblo que siente que sus problemas no se solucionan, pese al innegable desarrollo de Chile.

¿Qué pasó con el publicitado milagro económico de Chile?

Es innegable que Chile, con el retorno a la democracia, tuvo un desarrollo de crecimiento económico muy relevante. El país se modernizó en muchos aspectos, pero las manifestaciones de pobreza y desigualdad también se fueron transformando. Superamos la desnutrición o la falta de acceso a la educación, pero eso tampoco nos ha convertido en tener educación y salud social de buena calidad. Hay mucha desigualdad.

El país necesita crecimiento, pero no cualquier tipo de crecimiento, ni de trabajo o de salud. Ahí es donde no hemos avanzado.

¿Allí está el germen de la crisis actual?

La crisis es producto no del fracaso de un gobierno, o de este gobierno. Hemos fracasado todos. Los que estamos en la sociedad no hemos tenido la fuerza suficiente para incidir en los gobiernos de turno frente a los cambios que eran necesarios. Todos los chilenos fracasamos en atacar la pobreza, enfrentar la desigualdad.

¿Hay voluntad política para atacarlas?

Esta crisis es una oportunidad para sentarnos todos a la mesa a lograr un nuevo pacto social. Para eso necesitamos una voluntad política transversal importante, disponible a hacer cambios en la estructura. Necesitamos una élite que esté dispuesta a perder parte de sus privilegios, a compartirlos más que a perderlos.

Piñera dijo este domingo: “Estamos en guerra”. ¿Es así de grave?

No, claramente no compartimos esa frase. Estamos concentrados en recomponer el tejido social.

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