San José.— La mexicana María Elvira Murillo, las colombianas Victoria Henao Vallejo, Gladys Álvarez Pimentel y Ana Rocío Restrepo, la hondureña Nancy Vásquez Martínez y la panameña Felicidad Sieiro disfrutaron en las décadas de 1980 y 1990 de una vida sin límites de lujos, placeres, caprichos y fiestas en México, Colombia y Panamá.

Cada una de ellas sufrió también una subsistencia de clandestinidad y miedo como esposas de seis de los capos más importantes en la historia del narcotráfico de América Latina y el Caribe: el mexicano Miguel Ángel Félix Gallardo, los colombianos , Gonzalo Rodríguez Gacha y Gilberto Rodríguez Orejuela, el hondureño Juan Ramón Matta Ballesteros y el panameño Manuel Antonio Noriega.

“Se acostumbraron y se convirtieron en rehenes de un estilo de vida de lujos y peligros que les gustó”, declaró el colombiano Luis Forero, sicólogo forense y analista en Inteligencia y Perfilación Criminal.

También lee: 

“Además del afecto, hay elementos que las llevan a no medir el riesgo y rasgos límites de personalidad que les hacen verlo como normal. Las mujeres al lado de criminales y que arriesgan su integridad física, su entorno, a hijos y familia, están de algún modo de acuerdo con todo eso”, explicó Forero a EL UNIVERSAL.

“Ese peligro no lo miden, perciben o ven de la misma manera como lo mide, percibe y ve la mayoría. Hasta les puede gustar, parecer atractivo y les llama la atención”, aclaró.

La conflictiva atadura entre amor y crimen reemergió con la captura esta semana en Estados Unidos de la mexicana-estadounidense Emma Coronel, esposa del sentenciado narcotraficante mexicano Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo, por narcoactividad.

Historial de tormenta

Murillo, Henao, Álvarez, Restrepo, Vásquez y Sieiro nunca ignoraron que Félix, Escobar, Rodríguez Gacha, Rodríguez Orejuela, Matta y Noriega acumularon fortuna y poder por un negocio: el narcotráfico.

Murillo se convirtió en la segunda esposa de Félix, El Flaco, fundador y líder del Cártel de Guadalajara en la década de 1980, como cerebro de una red que, tras insertarse en tráfico de marihuana a Estados Unidos, se alió al Cártel de Medellín, Colombia, y fue una de las más importantes proveedoras de cocaína al mercado estadounidense.

Hábil empresaria, Murillo conectó a Félix con los círculos de poder de Guadalajara, Jalisco. Involucrado en el asesinato en 1985 del mexicano-estadounidense Enrique Kiki Camarena, oficial de la DEA (agencia antidroga de EU), Félix está preso desde 1989 con una condena de 40 años por homicidio, delitos contra la salud y cohecho y sigue casado con Murillo, regida por el hermetismo y la discreción.

También lee:

Por el contrario, Henao lleva una intensa labor mediática en Argentina como viuda de Escobar, El Patrón, el principal narcotraficante de la historia colombiana, jefe visible del Cártel de Medellín, en el noroccidente de Colombia, y muerto a balazos en 1993. Fanática de las obras de arte de precio exorbitante de famosos pintores, todavía recuerda con amor al despiadado traficante que modificó para siempre el negocio global de la droga y al que se entregó en cuerpo y alma cuando tenía 13 años.

Álvarez también era niña cuando conoció a Rodríguez Gacha, El Mexicano, socio de Escobar, especie de “ministro de guerra” del Cártel de Medellín y muerto en un tiroteo con autoridades en 1989. Aunque su esposo la mantuvo alejada de las transacciones ilegales, tras el deceso de su marido fue condenada a seis años de prisión como testaferra y solo purgó dos.

Las esposas del narco: relaciones amor-pavor
Las esposas del narco: relaciones amor-pavor

Exreina de turismo de esa zona, Restrepo vivió unos ocho años de clandestinidad con su marido, estuvo presa de 1995 a 1999 y terminó el lazo amoroso a mediados de 1990.

Vásquez fue esposa de Matta Ballesteros, ligamen entre los cárteles de Medellín y de Guadalajara y secuestrado en 1988 de Honduras por agentes de la DEA, por su vínculo con el caso Camarena y otros delitos. Cumple 12 cadenas perpetuas en EU.

Sieiro saltó a la fama como esposa del general Noriega, el “hombre fuerte” de Panamá de 1983 a 1989 que se alió a narcotraficantes colombianos para enviar cocaína a EU y “lavar” dinero. Se entregó en enero de 1990 por tropas estadounidenses que invadieron suelo panameño en diciembre de 1989.

Las esposas del narco: relaciones amor-pavor
Las esposas del narco: relaciones amor-pavor

Línea delgada

La ligadura en ese tipo de pareja tiene una débil frontera. “Es una relación amor-odio. Oscila entre amor y pavor”, afirmó el costarricense Andrés Muñoz, expresidente del Colegio de Criminólogos de Costa Rica y analista de criminología del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), cuerpo policial del Poder Judicial de este país.

“Es un amor banal, sin valor. La atracción a esos niveles de crimen organizado se vive en la clandestinidad, sin posibilidad de gastar legalmente el dinero obtenido legalmente. Es un amor supeditado a la opulencia, a pesar de límites y riesgos”, relató Muñoz a este diario.

“Hay un afán de pertenecer a ciertos círculos, pese a las vulnerabilidades... para una mujer y en especial pertenecer al líder, en algunos países da una posición y es bien visto”, describió.

“Pero al final todas son desechables: es un riesgo latente del amor-odio. Son rehenes de sus parejas y eso es parte del ciclo de violencia que empezó como algo principesco. Para atraer a la víctima, el victimario le puso alfombra roja y de oro. Cuando está dominada, todo cambia y ella se vuelve rehén de su avaricia”.