Madrid.- La , que se celebrará en Madrid el 28 y 29 de junio, tiene especial relevancia ya que, con la guerra de Ucrania en vigor, la Alianza militar buscará posicionarse estratégicamente y consolidar su presencia en la frontera oriental de Europa, con todo lo que ello implica.
 
“Probablemente lo que veamos tras la Cumbre sea una proyección mucho mayor, estructurada y sostenida de la OTAN en la frontera oriental, lo que es una señal más del cambio en la relación con Rusia”, señala en entrevista con EL UNIVERSAL Manuel Muñiz, Rector Internacional de IE University y decano de IE School of Global and Public Affairs.
 
“Desde el final de la Guerra Fría parecía que la seguridad europea no estaba en peligro, pero ahora los países Bálticos, de Europa del Este y los que lindan con Rusia perciben la amenaza de manera muy directa, lo que supone una inyección de energía inmensa para la OTAN, que se está expandiendo”, agrega el doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad de Oxford y ex secretario de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores de España.

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-¿Cuál es la importancia de la próxima cumbre de la OTAN, con la guerra de Ucrania como telón de fondo?
 
—Es una de las más importantes de los últimos años. Primero, por la necesidad de que la Alianza ofrezca una respuesta a la guerra en Ucrania, con debates sobre el posicionamiento estratégico y su proyección en la frontera Este. Probablemente lo que veamos sea una proyección mucho mayor, estructurada y sostenida de la OTAN en la frontera oriental, lo que es una señal más del cambio en la relación con Rusia. Además, la Alianza está en pleno proceso de desarrollo de un nuevo concepto estratégico que se va a aprobar en la Cumbre y que marcará sus líneas estratégicas a futuro sobre amenazas híbridas y nuevas amenazas de seguridad, aunque a la luz de la invasión de Ucrania se abordarán también asuntos de guerra convencional.
 
La guerra en Ucrania parece que ha revitalizado a la OTAN, cuyo papel estaba siendo cuestionado por buena parte de la opinión pública europea cada vez más partidaria de la desmilitarización
 
—Sí, porque en el origen de la Alianza está el deseo de la defensa continental europea. Desde el final de la Guerra Fría parecía que la seguridad europea no estaba en peligro, pero ahora parece que esa posibilidad existe, ya que los países Bálticos, de Europa del Este y los que lindan con Rusia perciben la amenaza de manera muy directa. Esto es una inyección de energía inmensa para la Alianza, que está llevando a que se expanda e incorpore miembros que se habían mantenido fuera de su membresía.
 
En este sentido ¿es conveniente la ampliación de la OTAN a países como Finlandia y Suecia que ya han confirmado su ingreso en la organización, teniendo en cuenta que Rusia interpreta estas nuevas adhesiones como una amenaza a su seguridad?
 
—Aquí hay dos conceptos encontrados sobre las relaciones internacionales y cómo debe funcionar la membresía en una alianza como la OTAN. Está la visión, que yo comparto, de que los países tienen que ser libres de decidir las alianzas a las que pertenecen, como es el caso de Finlandia y Suecia. Y luego hay otra interpretación, la rusa, que mantiene que ese derecho de libre decisión no se debe dar para los países que linden con Rusia o cercanos a ella, por lo que su soberanía tiene que estar cercenada, ya que debe prevalecer la valoración de Moscú sobre su posible membresía. Es el caso de Ucrania que, según el gobierno ruso, no tenía derecho a estrechar sus vínculos con la OTAN por el mero hecho de estar cerca de Rusia, debido a que este país lo interpreta como una amenaza.
 
El acercamiento de Ucrania a la OTAN fue precisamente, según Rusia, uno de los detonantes de la guerra. El ingreso de Finlandia y Suecia en la OTAN está siendo ya interpretado por Moscú como un agravio. ¿Hasta qué punto Rusia podría adoptar nuevas represalias?
 
—Parece que ya las está adoptando en el campo del suministro energético, la ampliación de su huella militar en Kaliningrado (región rusa que limita con Lituania y Polonia), y otra serie de cuestiones que responderían a esta decisión de Suecia y Finlandia. Rusia es libre de adoptar las decisiones que estime oportunas, pero Suecia y Finlandia también son libres de plantear su entrada en la Alianza, lo que es algo perfectamente legítimo.
 
¿Cuál es la vía para que el reforzamiento de la OTAN, sobre todo en la frontera con Rusia, no sea interpretado por este país como una señal de hostigamiento?
 
—Es una respuesta muy complicada, porque es muy difícil convencer a quien quiere sentirse agraviado o amenazado, con independencia de que esa ampliación no suponga una amenaza para Rusia. De hecho, la OTAN ha tenido mecanismos de diálogo y cooperación permanentes con Rusia que no han acabado de funcionar. Esta es una pregunta que habría que planteársela al gobierno ruso, porque la Alianza nunca ha planificado ningún tipo de agresión. Es abiertamente defensiva.

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Algunos dirigentes europeos han manifestado que la paz en Europa pasa por derrotar a Rusia. ¿Está usted de acuerdo?
 
—Si derrotar a Rusia significa que no tenga éxito en su invasión ilegítima e ilegal a Ucrania, contraria al Derecho Internacional, estoy de acuerdo. Pero si la derrota se interpreta en términos más maximalistas, como el colapso de Rusia o la destrucción de su economía, no puedo estar de acuerdo. Creo que lo deseable es volver, en el plazo más corto posible, a una normalización de las relaciones con Rusia y que, desde luego, no sea a costa de los ucranianos.
 
Más allá de cuál sea el desenlace del conflicto en Ucrania pareciera que la Guerra Fría ha regresado en una nueva modalidad… ¿cuáles son los mayores desafíos de la OTAN en este nuevo escenario?
 
—El mayor desafío va a ser definir correctamente su postura estratégica y su proyección en el Este europeo, sobre todo después de la incorporación de Finlandia que suma unos mil 300 kilómetros de frontera nueva con Rusia y que la OTAN asume como una obligación de defensa común. Hay un reto de naturaleza práctica, que es aumentar la capacidad de proyección y posibles respuestas si hicieran falta en todo ese territorio. Otro gran reto de la Alianza es adaptarse a las nuevas amenazas, como las híbridas: ciberespacio, espacio ultraterrestre o desinformación, que son campos de seguridad en los que la OTAN tiene que desarrollar protocolos de respuesta. El primero es convencional y el otro es muy híbrido, distinto.
 
¿Saldrá reforzada la OTAN de esta reunión al más alto nivel?
 
—Creo que sí. La gran incógnita es si de la Cumbre saldrá la aprobación de la membresía de Suecia y Finlandia. Sigue habiendo dudas que ha expresado Turquía por razones de su seguridad interna, relacionadas con grupos que Ankara considera terroristas, por lo que ha pedido que tanto Finlandia como Suecia se empleen más a fondo en la lucha contra estos grupos. Pero el hecho de que vengan todos los líderes y de que se vaya a aprobar un concepto estratégico, junto a la muestra de unidad que se va a trasladar, me parece que anticipan una Cumbre exitosa.
 
La OTAN tiene sus orígenes en la firma del Tratado de Washington de 1949, en plena Guerra Fría. Fue suscrito por doce países de ambos lados del Atlántico (Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido), que se comprometieron a defenderse mutuamente en caso de agresión armada contra cualquiera de ellos. Actualmente, la OTAN está integrada por 30 países.

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