San José.— Enfermera, abogada y profesora, la venezolana Magyra Rangel Piñero, de 50 años, se pone a llorar al narrar que su padre —Santiago Rangel Sánchez, de 77— murió hace un mes en sus brazos en un hospital público de Caracas por el profundo deterioro que sufrió en su salud ante la escasez de medicinas e insumos y el deficiente tratamiento médico por el impacto de la aguda crisis socioeconómica en Venezuela.

Magyra también lamenta que su esposo —Róger Crespo Domínguez— murió en Perú en 2021 por coronavirus.

Sin titubear, recurre a palabras como fatalidad, tragedia, dolor, terrible o desgracia para describir los escenarios que, como enfermera de la Cruz Roja Venezolana (CRV), presenció en los últimos 26 meses en Venezuela por la pandemia, en un país en el que la falta de medicinas y de otros materiales sanitarios esenciales llevó a la tumba a gran número de venezolanos.

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Al conmemorarse ayer el Día Internacional de la Enfermería, afirma que sus hijas— Melanie, de 14, y Meribet, de 12— la admiran: “Mis hijas están muy orgullosas de su mamá. Saben cuándo salgo de casa, pero no cuándo regreso porque estoy trabajando con mis pacientes particulares y reconocen mi vestimenta. Saben cuándo empiezo, no cuándo termino (...) Ellas saben que no se me pueden acercar cuando regreso a casa después de que estuve tratando a pacientes de Covid-19. Están entrenadas. Tenemos protocolos de protección para no arriesgarnos. Tengo equipos de protección personal, mascarillas, guantes, botas. Uno no puede obviamente contagiar a su grupo familiar”.

En una entrevista con EL UNIVERSAL, reconfirma que el ataque del SARS-CoV-2 en la sociedad venezolana se diferenció con lo ocurrido en otros países. Venezuela está hundida desde 2014 en un agudo conflicto político, socioeconómico e institucional que provocó escasez o encarecimiento de medicinas, insumos sanitarios, alimentos y artículos de subsistencia básica. “La crisis de Venezuela golpea en la salud. Una vez una paciente se me descompensó en su casa. La ambulancia tardó muchas horas en llegar para trasladarla a un centro asistencial. Cuando finalmente llegó, la señora todavía estaba viva y así ingresó al hospital. Pero ya había transcurrido bastante tiempo y murió”, recuerda.

Al insistir en que “ha sido una dura experiencia saber que hay tanta gente contagiada de Covid-19”, rememora que “unos se pudieron salvar y otros no porque algunas veces se consiguieron medicamentos y en otras no.

“La fatalidad nos persigue”: enfermera en Venezuela
“La fatalidad nos persigue”: enfermera en Venezuela

Con 27 años de experiencia, o más de la mitad de su vida, dedicados a la enfermería y a combinar con sus tareas de abogada, Magyra es profesora del Colegio Universitario de Enfermería de la Cruz Roja Venezolana, en Caracas. Magyra apenas sale del profundo dolor por el deceso de su padre por causas que ella atribuye a la descomposición generalizada del sistema de salud en Venezuela por efecto de la crisis interna. El gobierno venezolano alega que las dificultades son por culpa de las sanciones económicas que EU le impuso con el alegato de que busca presionar al régimen chavista para que se reinserte en la democracia y respete los derechos humanos.

Hija única, compara la muerte de su padre con la de su madre, Rosa Amelia Piñero, en 2013; puntualiza que “el país no estaba como está hoy. La pude hospitalizar en una clínica privada. No pasé trabajo ni penurias. Fue muy triste, pero menos traumático. En 2022 lo que pasé con mi papá fue al borde de la locura (...) Mi padre murió hace un mes por una enfermedad cerebro-vascular y mi experiencia en un hospital público de Caracas fue muy traumática. Como se lo dije a la directora de ese centro de salud, yo no quisiera que ningún venezolano pasara por lo que yo pasé”. Dice que en un inicio lo internó en una clínica privada sin unidad de cuidados intensivos.

“Ameritaba cuidados intensivos y lo tuve que trasladar a un hospital público que irónicamente lleva mi apellido: doctor Miguel Ángel Rangel, reinaugurado hace año y resto. Fue duro, muy duro, sobre todo por la falta de personal médico, de insumos y por el peloteo [indecisiones] en el manejo médico. Fue muy traumático. A mi juicio sí fue errático (...) No fue el mejor manejo médico. Lo sacaron de la unidad de cuidados intensivos. Según el hospital, mi padre ya no tenía que estar ahí y empezó la incertidumbre. Obviamente vino el retroceso, el deterioro de la salud de mi padre. Cuando llegué al hospital por una emergencia de mi padre, pues mi papá se me murió en mis brazos”, cuenta, sin dejar de llorar.

Sin dudar, se declara convencida de que su padre fue una víctima más de las carencias en Venezuela. “En el hospital no había neurólogo. Al salir de cuidados intensivos el deterioro fue progresivo. Pasó lo que yo sabía que iba a pasar. Fueron dos semanas y media de terror: así se lo hice saber al hospital y le dije que no es justo que ningún venezolano pase por lo que yo pasé. Fue muy duro”.

Magyra Rangel Piñero
Enfermera, abogada y profesora
“Según el hospital, mi padre ya no tenía que estar ahí y empezó la incertidumbre. Obviamente vino el retroceso, el deterioro de la salud de mi padre”

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