Miami.— Desde 2021, Estados Unidos elabora su “lista de corruptos”, o “lista Engel”. En ella, explica el Departamento de Estado, incluye a “individuos que han participado con conocimiento de causa en actos que socavan los procesos o instituciones democráticos, en corrupción significativa”.

Esa lista, además, le permite establecer sanciones. Sin embargo, escándalos de corrupción recientes en la primera potencia mundial dan cuenta de que Estados Unidos está lejos de ser el país “libre de pecado” capaz de arrojar la primera piedra.

“Estados Unidos se dio a sí mismo la potestad de calificar a los países del resto del mundo sobre sus acciones de corrupción y de esa lista tomaba decisiones de apoyos económicos, alianzas o castigos”, comenta Pablo Salas, analista y politólogo, desde Florida, a EL UNIVERSAL. “No ha cambiado mucho, pero sí se ha debilitado esa visión [estadounidense] al resto del mundo porque ahora Estados Unidos también es medido y su corrupción se nota mucho más que antes”.

Aunque no hay una medición de los niveles de corrupción en Estados Unidos, Transparencia Internacional hace mediciones sobre las percepciones de corrupción en la mayoría de los países del planeta. En 2022 reportó que en los últimos cinco años Estados Unidos, con altibajos, ha descendido en el ranking al que estaba acostumbrado. Ese año obtuvo 69 puntos, colocándose en el puesto 24 de 180, siendo cero la de altos niveles de corrupción y 100 la de la ausencia de corrupción. “Desde luego no existe ningún país en cero ni en 100, pero esos puntos ideales sirven para formar una opinión de dónde está cada país a partir de una serie de variables que van midiendo”, comenta el experto.

“Hay que ver parte de la fotografía del país [Estados Unidos] de esos cinco años para acá [2018 a 2022]”, señala el politólogo; “son los dos últimos años de Donald Trump en la presidencia y los tres primeros de Joe Biden. Es claro, la polarización política y la división del país sin tintes medios destapó más actos de corrupción de los que quisieran”, añade.

La corrupción en EU no es un fenómeno nuevo. Baste recordar casos como los del expresidente Richard Nixon y las decenas de miles de dólares de su campaña desviadas para espiar a los demócratas, en el caso Watergate. Sin embargo, la situación había mejorado. Antes de que Donald Trump asumiera la presidencia en 2016, Estados Unidos se encontraba en el lugar 18 de la percepción de corrupción. A partir de 2018 rebazó el dígito de los 20 y no ha podido bajar. En 2020 ocupó el puesto 25 y en 2022 el número 27.

Enumerar los casos de corrupción reportados tanto en el Congreso estadounidense, como en el gabinete presidencial, los gobernadores de cada estado y las alcaldías, sería escribir un compendio de varios capítulos y tomos. Pero, como muestra, en los últimos años los medios han sido muy puntuales en dar seguimiento a los más relevantes.

El mentiroso George Santos

Uno de los casos más recientes y connotados este año ha sido el del republicano George Santos.

La Cámara de Representantes votó el viernes a favor de su expulsión. Fue apenas el sexto miembro en la historia de la Cámara Baja en sufrir la máxima sanción. Un informe de la Comisión de Ética fue lapidario. Alegó que Santos hizo que su comité de campaña presentara informes falsos o incompletos a la Comisión Electoral Federal, usó fondos de campaña para fines personales y violó la ley ética en el gobierno con respecto a declaraciones financieras presentadas a la Cámara.

Las cosas se pusieron más feas para Santos cuando en mayo pasado un tribunal federal le imputó 13 delitos por fraude, lavado de activos, robo de fondos públicos, por cobrar ilegalmente 24 mil dólares del fondo de desempleo, entre otros. En octubre fue imputado por más delitos, hasta un total de 23.

Santos le dijo a CNN después de que la Cámara votara a favor de expulsarlo que “se acabó (...) La Cámara habló, ese es su voto. Simplemente sientan un nuevo y peligroso precedente (...) ¿Por qué querría quedarme aquí? Al diablo con este lugar”. También respondió: “¿Saben qué? Como extraoficialmente ya no soy miembro del Congreso, ya no tengo que responder a sus preguntas”.

El senador demócrata Robert Bob Menéndez ha sido señalado reiteradas veces de actos de corrupción, junto con su esposa Nadine. Foto: Especial
El senador demócrata Robert Bob Menéndez ha sido señalado reiteradas veces de actos de corrupción, junto con su esposa Nadine. Foto: Especial

Los procesos contra Trump

Sin duda quien se lleva las palmas en función de señalamientos y acusaciones de corrupción en la era moderna de Estados Unidos es el expresidente Trump, quien acumula más de 150 cargos, entre administrativos y judiciales, en su contra.

Entre las acusaciones más relevantes contra el republicano se cuentan, por ejemplo, el fraude empresarial en Nueva York; está acusado de violar la ley estatal por presuntamente ocultar reembolsos de su exabogado Michael Cohen. Es el caso donde trataron de callar a la exactriz porno Stormy Daniels en 2016, con quien tuvo una aventura. Cohen le pagó de su dinero 130 mil dólares y luego los cobró a una de las empresas de Trump como un gasto legal. Este juicio esta programado para marzo de 2024.

Otro de los casos es por el hallazzgo de decenas de documentos clasificados que Trump había negado tener y que después se negaba a entregar. Fue acusado en junio y se espera la fecha del juicio. También está acusado de fraude fiscal, al inflar o deflactar sus propiedades o ingresos para conseguir mejores préstamos o eludir pagos de impuestos. Fue acusado en noviembre y todavía no hay fecha para el juicio.

Quizá el más delicado, que incluso podría costarle la nominación por el Partido Republicano a la presidencia, son los cargos por conspiración para anular los resultados de las elecciones presidenciales de 2020 en Georgia. Con Trump hay otros 18 políticos acusados.

Entre otras cosas también tuvo que enfrentar acusaciones sobre conflictos de interés por ingresos comerciales para su familia cuando fue mandatario de EU. Lo investigaron por su posible colusión con Rusia durante su campaña. Sin olvidar el juicio político en 2019 que la Cámara de Representantes le promovió acusándolo de presionar al presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, para investigar a Hunter Biden.

Entre los demócratas

El bando demócrata tampoco se salva. Baste el ejemplo del senador Robert Bob Menéndez, quien reiteradas veces ha sido señalado de actos de corrupción (2017 y 2018), junto con su esposa Nadine. En este 2023 se le acusa de estar en una red de corrupción junto con tres empresarios para favorecer con su cargo, de senador y como presidente del Comité de Relaciones Exteriores, al gobierno de Egipto, a cambio de millonarios obsequios que incluye supuestamente dinero en efectivo, oro y autos de lujo. Menéndez alega inocencia y se niega a dimitir.

Chris Collins, excongresista republicano por Nueva York, fue condenado por traficar información privilegiada y mentirle al FBI. Le dieron dos años y dos meses de prisión en 2022. También están los casos del congresista republicano Matt Gaetz, quien en 2021 fue investigado por su aparente participación en un caso de tráfico sexual de menores. La investigación aún esta abierta.

Andrew Cuomo, exgobernador de Nueva York, fue señalado de acoso sexual y conducta inapropiada en 2021 y terminó renunciando al cargo.

En 2020, Hunter Biden volvió a ser noticia. Desde entonces ha sido objeto de una investigación federal por sus relaciones comerciales con Ucrania y China y un posible tráfico de influencias, al ser hijo del actual presidente de Estados Unidos. Sin embargo, hasta ahora, nada se le ha comprobado. En cambio, está acusado por comprar un arma de fuego, supuestamente bajo la influencia de estupefacientes.

Steve Stockman, excongresista republicano por Texas, fue condenado a 10 años de prisión, en 2020, por robar cientos de miles de dólares de donativos caritativos. Michael Cohen exabogado de Trump, fue condenado en 2019 a tres años en la cárcel acusado de evasión fiscal, violación financiera en campañas políticas y fraude bancario.

“La lista es mucho muy larga. Hay que decir que ningún país se salva de la corrupción gubernamental y empresarial”, señala Pablo Salas. “En realidad, la búsqueda es poder combatirla y bajarla al menor grado posible para el bien de cualquier país”, indica.

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