Cuando Justin Trudeau arrasó, en las elecciones de diciembre 2015 , dos cosas destacó la prensa de él: su frescura y su carisma.

Fotogénico

, cercano a la gente, dispuesto a disfrazarse lo mismo de Clark Kent que de Sherlock Holmes , o a convertir sus peculiares calcetines en su sello personal , Trudeau arrancó sus primeros meses como primer ministro canadiense con el pie derecho y comenzó a ser apodado “el chico de oro”.

Pero el carisma podría no bastarle para lograr la reelección en los comicios del 21 de octubre . Un escándalo y una serie de malas decisiones se han convertido en la sombra del popular primer ministro y si hace algunos meses era impensable su no reelección, hoy esa posibilidad es una realidad.

En agosto pasado, un reporte del comisionado de ética concluyó que Trudeau violó la ley de conflicto de intereses por haber presionado a su fiscal general para llegar a un acuerdo con el gigante de ingeniería SNC-Lavalin.

Trudeau inició el año con el destape de ese escándalo, que hasta el momento ha costado el empleo a dos ministros y dos altos funcionarios . Según la acusación, Trudeau y su gente intentaron influenciar a la fiscal Jody Wilson-Raybould, para evitar que procesara a SNC-Lavalin en un juicio por corrupción relacionado con el pago, en 2015, de supuestos sobornos para garantizar contratos en Libia.

Para Trudeau, hijo del apreciado primer ministro Pierre Trudeau , recordado como el “refundador” de Canadá y quien tuvo un funeral multitudinario en el año 2000, fue un golpe brutal.

De 43 años, Trudeau gozó por meses de un aura de invencibilidad y de una popularidad envidiables. Cuando se convirtió en primer ministro, gozaba de un 63% de aprobación. En marzo pasado, el porcentaje de había desplomado ya a 40%, de acuerdo con una encuesta de la firma Ipsos. Menos popular, destacó la prensa canadiense, que el presidente Donald Trump en Estados Unidos (43%).

Casado con Sophie Grégoire y padre de tres hijos , Trudeau, nacido en Ottawa, asumió la responsabilidad de un escándalo que no sólo lo afectó a él, sino a su Partido Liberal, pero no se disculpó.

El egresado de la Universidad McGill, donde obtuvo la licenciatura en Literatura Inglesa, y de la Universidad de Columbia Británica, donde se licenció en Educación, intenta rescatar su aura y busca hacerlo, entre otras cosas, con una agenda verde.

No sólo es consciente de que su reelección está en peligro, sino de que él es su propio enemigo.

Malas decisiones lo han colocado en el límite. Por ejemplo, cuando en 2016 aceptó unas vacaciones con su familia en la isla que el Aga Khan, líder religioso de los musulmantes ismaelitas, tiene en el Caribe , justo cuando la fundación de éste negociaba con Canadá una subvención por 15 millones de dólares.

La aprobación de una polémica segunda línea del oleoducto Trans Mountain no fue vista con buenos ojos. Y su visita, el año pasado, a India, se convirtió en un total desastre, con errores que fueron desde invitados polémicos hasta la forma de vestirse tanto de él como de su familia, que causaron indignación entre la población india, que los acusó de verlos como un estereotipo . Aquel viaje generó dudas sobre los manejos de Trudeau en política exterior.

Trudeau busca hoy recuperarse de esta serie de tropiezos para poder imponerse en octubre al líder del Partido Conservador, Andrew Scheer, a quien algunos han llamado “el Trump canadiense”.

lsm

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