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Washington.— Nunca el impeachment al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estuvo tan cerca. La presión era tan inaguantable y tan imperativa, que la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, anunció ayer la apertura formal y oficial de una investigación para el proceso de destitución del mandatario.
Tras dos años largos de trama rusa, Rusiagate, e insinuaciones sobre la implicación de la campaña de Trump en una posible injerencia electoral, fue un escándalo con un país exsoviético, Ucrania, el que abrió la caja de pandora y llevó a EU a una situación incierta. A dos presidentes estadounidenses se les inició un proceso similar: Andrew Johnson, absuelto, y Bill Clinton, absuelto. Richard Nixon prefirió renunciar antes que ser enjuiciado.
“Las acciones llevadas a cabo por el presidente suponen una grave violación a la Constitución”, dijo Pelosi durante el anuncio. Se refería a la presunta presión de Trump al presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, para que investigara y consiguiera trapos sucios que le sirvieran para atacar a Joe Biden, el aspirante presidencial demócrata, favorito para destronar a Trump del poder en las elecciones de 2020.
El paso es significativo. Preocupada por la implicación electoral de un movimiento así, Pelosi siempre fue reacia a iniciar un proceso de juicio político. Pero la presión era insoportable: más de 160 congresistas de su partido —algunos medios apuntan que la cifra podría estar incluso cercana a los 190 legisladores— exigían el impeachment; altos rangos del Senado como Dick Durbin, el número dos de los demócratas en la Cámara Alta, se posicionaban a favor; y la mayoría de los aspirantes demócratas a la presidencia también.
Trump descalificó la decisión de los demócratas, tildándola de “basura” y “caza de brujas”. “¡Persecución presidencial!”, tuiteó. Las mismas palabras que usaba constantemente para referirse al Rusiagate.
Trump, quien hace un par de días prometía que nunca hizo nada mal, asumió que preguntó a su homólogo ruso sobre las supuestas tramas difusas de Hunter Biden, hijo de Joe Biden, en Ucrania, y después confesó que congeló casi 400 millones de dólares en asistencia militar a Kiev semanas antes de hablar con Zelensky, a quien habría presionado —hasta ocho veces— para que investigara a Hunter, miembro de la junta directiva de Burisma Holdings, una compañía energética ucraniana, a cambio de reinstaurar el apoyo económico.
Biden expresó su deseo de acelerar la investigación y el juicio a Trump. Una pesquisa que liderará el comité judicial de la Cámara de Representantes, descartando la versión sobre la creación de un comité especial para la causa.
Trump intentó salir al paso de los eventos decretando la publicación hoy mismo de la transcripción de su llamada con Zelensky, para demostrar que no hubo presión, ningún momento de quid pro quo, ninguna acción que pudiera considerarse traición a la patria o abuso de poder. Para muchos, la revelación se queda corta: quieren ver la queja del informante anónimo, saber qué fue lo que alertó a los servicios de inteligencia del país para que se desatara una crisis institucional tan grande. Algunos medios locales aseguraron que la Casa Blanca iba a publicar esa queja al Congreso.
Los próximos pasos son confusos. Queda claro que hoy mismo la Cámara podría votar una resolución, condenar el chantaje del presidente y obligar al director nacional de inteligencia a que revele los detalles de la queja del informante anónimo que permitió destapar el escándalo.
Adam Schiff, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara Baja, dijo que el informante anónimo contactó con ellos para declarar sobre el caso, un testimonio que podría acelerarse y producirse esta semana. Los movimientos para iniciar la pesquisa contra Trump sacudieron Wall Street. Al término de las operaciones en la Bolsa de Nueva York, el Dow Jones de Industriales, principal indicador, bajó 0.53% o 142.22 puntos.