El gobierno mexicano está “fracasando rotundamente” en la que debería ser la prioridad número uno: garantizar la paz y la tranquilidad de la población. En entrevista con EL UNIVERSAL, , profesor de Asuntos de Seguridad Nacional en la Universidad de Defensa Nacional en Estados Unidos, considera que “un México más seguro debería ser la transformación de la 4T”.

Autor de la publicación “Militarización a la AMLO : How bad can it get” (Militarización a la AMLO: Qué tan mal puede resultar”, publicada por el Instituto México del Wilson Center, y quien fuera oficial del ejército de Estados Unidos por 20 años, critica que a pesar de que varios presidentes mexicanos “se han visto forzados a usar las Fuerzas Armadas porque la policía, por corrupción, o porque está rebasada” no tiene la capacidad para enfrentar a los grupos del crimen organizado”, no se ha visto “un éxito, una victoria”.

Y en el caso del López Obrador , Deare alerta sobre el discurso de “abrazos, no balazos”, que minimiza la violencia que se encuentra a niveles insostenibles, incluyendo los asesinatos de periodistas, frente a los cuales la actitud del gobierno, asegura, es preocupante. México, advierte, tiene que trabajar para mejorar la confianza con Estados Unidos, un país que, reconoce, es corresponsable, más que por el tema de las armas, por la demanda de drogas.

Leer más: 

P. Usted ha hablado de la militarización a la mexicana. ¿Por qué el distintivo? ¿Por qué es diferente de lo que sucede en otras regiones en Latinoamérica?

El caso de México es distinto de cualquier otro país de Latinoamérica, en parte por su cercanía geográfica con Estados Unidos, los retos que ha enfrentado con un vecino como nosotros, y por su propia historia. La independencia, la revolución… Todo eso tiene un componente fuerte de las Fuerzas Armadas…

Yo argumento que México siempre ha tenido grados de militarización, a veces más fuertes, a veces menos. Después de la revolución vemos que todos los presidentes eran generales revolucionarios, hasta Miguel Alemán… con el entendimiento de que Alemán los va a dejar en paz, y entramos en un periodo, entre 1946 y los 90, donde el PRI tiene una relación con el ejército y todos los presidentes, de manera mayor o menor, confían en el ejército, de mantener la paz, la tranquilidad, ya sea con los movimientos estudiantiles, o con los grupos insurgentes… Luego llega Vicente Fox, y su relación con el ejército fue muy distinta, no se confió. Incluso parte de su esfuerzo fue cambiar esa relación simbiótica entre el PRI y el ejército. Lo siguió utilizando pero mucho menos y sólo lo utilizó porque tuvo que hacerlo.

Y luego llega Felipe Calderón, con la guerra contra el narco, Enrique Peña Nieto, que trata de minimizar el uso de las Fuerzas Armadas pero se ve obligado a utilizarlas por la violencia, y lo más curioso, a mi juicio, es lo que pasa actualmente con el presidente Andrés Manuel López Obrador, que en la campaña dijo que iba a regresar los ejércitos a los cuarteles, pero los está utilizando más que cualquier otro presidente en la memoria reciente. Incluso quizás más que Calderón, en cuanto a qué tareas se les da. Lo que me parece muy interesante es que un presidente que supuestamente tenía una relación no muy buena con las Fuerzas Armadas, sobre todo el ejército por cuestiones históricas, y a pesar de lo que dijo en la campaña, se ha reforzado en el ejército más que cualquier otro. Por eso digo a la mexicana. No es institucional ahora, como lo fue en los 70 años del PRI, pero aun así cada presidente los ha usado a su estilo.

No es que las Fuerzas Armadas estén buscando un mayor protagonismo. No es su deseo. Por eso, es a la mexicana y a la AMLO. Si el presidente les da una orden que no va con el rol de las Fuerzas Armadas , lo tienen que hacer. Las Fuerzas Armadas mexicanas son sumamente profesionales. Lo que les faltan son recursos.

P. ¿Y el caso de la Guardia Nacional?

Me parece interesante que tanto Fox , como Calderón, como Peña, como AMLO, en sus campañas todos dijeron que iban a fortalecer a la policía.

Lo que dice la literatura académica es que para confrontar ciertas amenazas, que no son de índole militar netamente, pero que también rebasan la capacidad de la policía, se requiere una fuerza intermedia. Los ejemplos clásicos son los europeos: la Guardia Nacional española, el Carabinieri italiano y la Gendarmería Francesa. También se podría agregar los Carabineros de Chile, que era una fuerza con alguna especie de influencia militar, pero de carácter civil. No eran Fuerzas Armadas.

Lo interesante de la propuesta de AMLO en la campaña fue esto de la activación, de la operacionalización de la Guardia Nacional , pero de carácter civil. Pero en la actualidad no lo está haciendo. Incluso está la propuesta de ley para ubicarlos no en la secretaría de Seguridad Pública, sino de la Secretaría de la Defensa Nacional, que a mí me parece que no es la solución. Es la respuesta incorrecta al problema. Supongamos que no ha sido suficiente la cantidad de Fuerzas Armadas para plantar cara efectiva al crimen organizado. Entonces reforcemos a las Fuerzas Armadas, pero la Guardia Nacional no es eso. Si parte del desafío con el crimen organizado es que en algunos casos hay que utilizar la fuerza militar en contra de una agrupación grande, no se puede ir con una patrulla. Hay que ir con un pelotón, inclusive un batallón. Pensemos en el Culiacanazo y la mala planeación para realizarlo, pero reconociendo que Culiacán es un caso distinto por la fuerza del Cártel de Sinaloa.

Porque no son insurgentes, son criminales cuyo objetivo es el lucro; para ombatirlos no es con las Fuerzas Armadas, es con policía, con inteligencia, investigación, arrestos, juicios, mandarlos a la cárcel. Y ahí viene toda la cuestión de justicia, impunidad, etcétera. Esa es una carencia.

Se ha perdido en estos cuatro últimos sexenios la oportunidad de reconocer que si bien hay algunas cosas que deben y pueden hacer las Fuerzas Armadas, el meollo del asunto se debe resolver con la policía, policías que tengan la autoridad de investigar, arrestar, etc. Reconozco que por razones de la realidad mexicana las policías tienen fama de ser corruptas, pero la solución no es desaparecerlas, es crear mejores y fortalecerlas.

Leer más: 

En gran medida, es el Estado el que no ha invertido en sus policías… ¿Cuánto les pagan? por eso tienen que robar, ser corruptos para sobrevivir.

P. Hablando de este uso del ejército para enfrentar al narco. La violencia no sólo no para, sino que cada vez es peor. ¿Cuál es su evaluación?

Si bien es cierto que varios presidentes se han visto forzados a usar las Fuerzas Armadas porque la policía, a cualquier nivel, federal, estatal, municipal, por corrupción, o porque está rebasada, sus capacidades no están para enfrentar a grandes grupos del crimen organizado, no hemos visto un éxito, no hemos visto una victoria o resultados que uno podría decir: 'parece que sí ya estamos teniendo éxito'.

¿Por qué es así? No sabemos. Podría ser, y esta analogía es muy pobre, pero la hago de todos modos: si uno está haciendo un experimento químico y agrega ciertas cosas, si no hay cantidades suficientes de varias cosas, el efecto deseado no se produce. Entonces, una posibilidad es que aunque se haya utilizado a las Fuerzas Armadas, no ha sido suficiente. Es decir: si entiendo bien, el gasto militar actual en México es de 0.6%. El promedio global es de 2.5%. El promedio regional es de 2%. El caso estadounidense es distinto por sus responsabilidades globales. Uno podría decir: si vamos a usar las Fuerzas Armadas, dotémoslas de capacidades suficientes para realmente hacer lo que tiene que hacer. Y no estoy diciendo que esa es la solución, de incrementar el pie de fuerza y sus capacidades materiales en cuanto a material, etc. Pero puede ser.

P. Últimamente lo que hemos visto en las noticias es el encarecimiento del precio del limón, la suspensión de la importación de aguacate mexicano en Estados Unidos. Todo ello, ligado a la violencia, a la presión del narcotráfico con productores mexicanos. En otras palabras, está afectando las cadenas de suministro.

¿Cómo se ve este problema desde Estados Unidos?

Es preocupante. Antes nos referíamos casi exclusivamente a narcotraficantes, o a cárteles, o a organizaciones de tráfico de drogas. Pero lo que hemos visto es que -y por eso el término que se usa ahora en Estados Unidos es el del crimen organizado transnacional, que ya no es sólo un peligro, una amenaza para un país específico, sino para una región, para no decir globalmente- el crimen organizado se fortalece cada vez más, nutrido quizá primordialmente por estos lucros de las drogas, pero ahora se han diversificado. Cualquier producto del que pueden obtener un lucro, mandándolo por contrabando, de manera ilegal, lo van a hacer: fruta, verdura, personas, animales, cigarros, lo que sea. La preocupación no es la política per se, sino la estrategia del gobierno actual -mexicano- de cómo tratar de solucionar el problema. Y sé que estoy sobresimplificando, pero esta cuestión de abrazos, no balazos, pues no. Entiendo que a la larga hay que reformar partes del Estado, de la sociedad, las instituciones, pero en el corto plazo, con el crimen organizado cada vez más fuerte, es responsabilidad del Estado atenderlo. Y no minimizarlo.

La violencia no ha crecido, pero no ha disminuido, se ha mantenido en un nivel que no es aceptable para la sociedad mexicana. Me parece que debería de haber una reacción y una discusión más seria sobre qué se puede hacer y el rol de Estados Unidos es de ser corresponsable. Por eso me gustó la Iniciativa Mérida. Su gran logro fue que Estados Unidos reconociera su corresponsabilidad en todo esto. Reconoció que la demanda nuestra es parte del problema.

Lo que es necesario es una mayor coordinación, entre nosotros, de este lado, entre ustedes de su lado, y entre los dos.

Hemos llegado a este acuerdo Bicentenario, y se ve muy lindo en el papel, pero dónde están los resultados.

P. ¿Existe cierta responsabilidad de parte de Estados Unidos en la violencia que existe en México? Se lo pregunto en el contexto de esta demanda que presentó el gobierno mexicano contra las armerías estadounidenses, señalando que las armas que se producen en Estados Unidos terminan en manos de los criminales y que tienen responsabilidad en ello.

Sí, incluso yo digo que la mayor responsabilidad que existe de parte no del gobierno estadounidense, sino de la sociedad estadounidense, es la demanda de drogas y de otros insumos ilegales. Sin la demanda nuestra, el exceso de oferta de cualquier cosa no sería problema. El fentanilo se quedaría en China, la cocaína se quedaría en Perú, Bolivia y Colombia. Es la demanda nuestra el motor que genera todo esto. Esa es la gran responsabilidad nuestra.

Es cierto que nuestras leyes, nuestra cultura con las armas, que es distinta a la de México, también es parte del problema. Pero supongamos que termina la Segunda Enmienda en Estados Unidos -que defiende el derecho a la posesión de armas- y que no se produce un arma adicional. ¿El crimen organizado no sería capaz de encontrar armas en otras partes? Obvio que sí. No minimizo el rol nuestro, y nuestras leyes en eso, y es parte. Pero no es el factor predominante. Para mí, el factor predominante es la demanda.

Leer más

:

P. ¿Una solución sería la legalización de las drogas?

No estoy a favor del consumo de la droga per se, pero me parece que como sociedades globales, si regresamos al siglo 19, principios del siglo 20, la comunidad internacional a mi juicio erró al criminalizar el consumo de drogas en vez de tratarlo como una cuestión de salud pública. Y al criminalizar no sólo la producción y el tráfico, sino también el consumo, hemos creado esta realidad que existe de que los que producen y trafican droga, lo hacen con las características del mercado negro. Para ellos es mejor. Producen menos y ganan más. Hay costos adicionales en cuanto a seguridad y violencia, y tal. Pero el lucro es mayor. Reconociendo que habría efectos contraproducentes de segundo y tercer orden al legalizar las drogas, el argumento es que si el Estado los regula y es capaz de sacar impuestos y en vez de utilizar todo el dinero combatiéndolo, sino tratándolo como una cuestión de salud pública, quizás a la larga las sociedades evolucionen. Es probable que siempre habrá un cierto nivel de demanda, pero a la larga la cuestión es la educación.

P. Usted menciona la importancia de una mayor coordinación entre Estados Unidos y México. Pero uno de los factores que la complica es el que tengamos figuras de relevancia, como el caso del exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, detenido en Estados Unidos por cargos relacionados con el narcotráfico. O lo que ocurrió con la detención del exsecretario de Defensa, Salvador Cienfuegos. ¿Existe el nivel de confianza necesario entre el gobierno de Estados Unidos y el de México para que se pueda dar un trabajo en equipo?

Es un desafío enorme. Hace falta mucho para que México desarrolle mecanismos en cada institución para empezar a generar esa confianza... Es un reto empezar a superar esa falta de confianza en los controles que tiene México. Sería un programa que tarda meses y años. Pero si asumimos que la demanda de nosotros no va a desaparecer, por lo menos en el corto y mediano plazo, y que el nivel de corrupción estructural en México está dónde está, ¿cuál actuación puede tomar el gobierno mexicano para empezar a reconocer eso y construir mecanismos para superarlo?

P. Hay un tema que no puedo dejar de mencionar porque está teniendo un impacto muy fuerte y porque está relacionado con la violencia de la que hablamos: los asesinatos de periodistas en México. Incluso ha habido reacciones de parte de senadores y autoridades estadounidenses. ¿Cómo se ve desde Estados Unidos lo que está ocurriendo y el discurso del gobierno mexicano?

No estoy hablando por el gobierno estadounidense, sino especulando en lo que la gente que tiene esa responsabilidad acá podría pensar. Y creo que está vinculado con la preocupación en general de la actitud del gobierno en cuanto a estas situaciones. Es sumamente preocupante que en vez de reconocer qué tan serio es el desafío de la inseguridad en México, el presidente y su equipo traten de minimizarlo… Me parece que parte de la Cuarta Transformación podría ser transformar a México en país más seguro. Regresarlo a una era donde regía la paz.

Quizás ahora ya es tarde, porque ya pasaron tres años -del gobierno de AMLO-, pero quizás el próximo candidato o candidata ponga la seguridad como un tema mayor y no diga que lo vamos a resolver con Fuerzas Armadas. Garantizar plenamente la paz y la tranquilidad, ese es el objetivo número uno de cualquier gobierno, y están fracasando rotundamente. Y minimizarlo a lo mejor tiene sus ventajas políticas, pero para la sociedad mexicana es terrible. Ese nivel de violencia e inseguridad es inaceptable. El presidente lucha y argumenta a favor de la sociedad menos próspera, pero son en cierto sentido los más afectados. El rico puede vivir detrás de rejas, o irse a Miami, a Houston. El pobre dónde va, no se puede mudar, cómo protege a su familia.

P. El discurso va además en el sentido de pintar a la prensa como el enemigo. ¿Cuál es el riesgo de usar este tipo de mensaje?

Es altamente preocupante. Hablo del caso estadounidense: a ningún presidente le gusta la crítica. Quisieran que los reportajes fueran maravillosos. Pero el rol del periodista es contar la realidad. Y el gobierno mexicano lo está tratando de minimizar. La responsabilidad del periodista es reportar críticamente lo que pasa. Es la entidad de la sociedad que se encarga de hacer que los gobernantes rindan cuentas… En Estados Unidos, todos los presidentes tienen que aguantar a la prensa. Si no te gusta la crítica de la prensa, no te metas a la vida pública, pero si eres presidente, gobernador, senador, esas son las reglas.

P. Analizando todo este panorama. ¿Ve algún escenario donde pudiera darse un viraje de estrategia del gobierno mexicano?

Todo es posible. A mí me sorprendería porque el presidente es como es. Me da la impresión de que él no piensa que está mal. Está convencido de que lo que está haciendo está bien. No sé qué hechos tendrían que presentarse para que él diga: he metido la pata.

Es posible, si los senadores de Morena, escuchando los argumentos de los demás partidos, y preocupados por la situación de seguridad dicen: caray, señor presidente, debemos cambiar algo. Veremos.