El mundo ha de ser tal como lo ve Donald Trump, o no será. Cualquier decisión en materia de política exterior se basará en aquello que haga más poderoso, más rico, a Estados Unidos. Democracia, alianzas, la paz, todo es negociable.
Tal es, en resumen, la estrategia de seguridad nacional que presentó la administración Trump el viernes pasado y que enciende alertas en Europa, pero también debería hacerlo en América Latina. Para los rusos, en cambio, es una fiesta.
Lejos están los tiempos en que los países europeos eran aliados de Estados Unidos. Para Trump, Europa es hoy una civilización decadente, que sólo absorbe recursos estadounidenses.
Así como impone en Estados Unidos su visión “América para los americanos”, donde los migrantes deben estar fuera, donde todo lo que suene a progresismo es amenaza a la seguridad nacional, donde no tienen lugar el aborto, o los transexuales, quiere una “Europa para los europeos”, donde se cierren las puertas a la migración y se abran a la ultraderecha, a los conservadores que piensan como MAGA y sólo a ellos. ¿Irán o Corea del Norte? Ni figuran en las prioridades o amenazas que ve Estados Unidos.
Trump quiere el fin de la guerra Ucrania-Rusia, pero en sus términos; quiere una paz que le permita “restablecer la estabilidad estratégica con Rusia”. De ahí su lógica de que los ucranianos tienen que ceder territorio a los rusos, y que éstos ya están cediendo “no avanzando más”.
La estrategia también marca un cambio para China. Si por años fue señalado como la principal amenaza para Estados Unidos, Trump da un giro: ahora, deja claro que puede entablar relaciones comerciales, si son benéficas para Estados Unidos. Siempre y cuando, China cumpla dos condiciones: alejarse de América, un territorio que Trump considera como “suyo”, y frenar el flujo de precursores del fentanilo.
Pocos gobiernos en América Latina —más allá del colombiano Gustavo Petro— se han manifestado desde que la Casa Blanca dio a conocer su estrategia, que confirma que Trump busca aplicar en el continente su doctrina Donroe, la versión 2.0 de la Doctrina Monroe.
Trump piensa en el continente americano como el patio trasero que solo le sirve si le permite afianzar su política Estados Unidos Primero. Washington preferiría países alineados ideológicamente al conservadurismo trumpiano, pero tampoco le importa negociar con gobiernos de ideología distinta si le garantizan: 1) mantener al narco y los migrantes lejos de Estados Unidos y 2) poner a Estados Unidos en sus prioridades comerciales, haciendo negocios en los que los estadounidenses puedan sacar ventaja (eso implica, al mismo tiempo, alejarse de los chinos).
Trump está dispuesto a hacer lo que sea, incluyendo atacar al narco como lo ha hecho, lanzar operaciones en tierra o forzar un cambio de régimen, con tal de mostrarse como el rey del hemisferio. Uno cuyo poder sea la envidia de los demás y no tenga parangón. No le importa que el resto del mundo se caiga a pedazos si no afecta a los intereses económicos de Estados Unidos.
Estados Unidos Primero, a su máxima expresión, sin importar a quién se lleve entre las patas.
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