Madrid.— El ritmo de ha aflojado durante la pandemia por el descenso abrupto, sobre todo en los países occidentales, de la emisión de algunos gases de efecto invernadero como el CO2, aunque los expertos auguran que volverán tiempos climáticos difíciles una vez que el coronavirus haya dejado de ser una amenaza global.

“Los impactos positivos visibles, ya sea la mejora de la calidad del aire o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, son sólo temporales, porque se derivan de una aguda desaceleración económica y un trágico sufrimiento humano”, advierte Inger Andersen, directora del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Como resultado de la disminución de los viajes y desplazamientos, la ralentización de la actividad industrial y la menor generación eléctrica, las emisiones de contaminantes en 2020 se redujeron en promedio 7%, documenta el PNUMA.

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Sin embargo, esa caída “significa sólo una reducción de 0.01 grados centígrados del calentamiento global para 2050”, subraya el organismo internacional.

Fue durante el pico de los confinamientos, sobre todo en el primer semestre de 2020, cuando las emisiones de dióxido de carbono (CO2) tuvieron su contracción más importante a nivel internacional, en torno al 17%, según un informe publicado en la revista Nature Climate Change.

Las grandes crisis mundiales siempre han favorecido de algún modo al medio ambiente, al provocar un significativo descenso de aquellas actividades humanas e industriales que son perjudiciales para el entorno.

En los últimos 100 años, la epidemia conocida como gripe española, así como la gran depresión económica de principios del siglo pasado, generaron una importante reducción de los gases de efecto invernadero derivados del uso del petróleo, gas y carbón.

El coronavirus ha vuelto indirectamente a producir ese efecto regenerador, al limitar los desplazamientos en medios de transporte convencionales, como el automóvil o el avión, y frenar los procesos industriales que contribuyen cada vez más al desgaste del planeta.

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Sin embargo, se trata según los expertos de situaciones transitorias, que muy probablemente desaparecerán cuando el Covid-19 se debilite y las sociedades modernas retomen su frenético ritmo.

“Sobre todo en las épocas de confinamiento estricto hemos visto reducciones muy claras de emisiones de gases de efecto invernadero y otros contaminantes, especialmente en los países occidentales ya que están muy vinculadas al transporte y a los desplazamientos a los lugares de trabajo”, señala a EL UNIVERSAL Javier Andaluz, responsable de cambio climático de Ecologistas en Acción.

Vuelve la degradación

“Pero si observamos entre otros los indicadores de tráfico rodado, que son los más relevantes a nivel ciudadano, vemos claramente que con la reapertura gradual se van retomando también los niveles de degradación previos a la pandemia. Otros indicadores como los del tráfico internacional aéreo todavía no tienen un efecto significativo, porque sigue habiendo restricciones en las fronteras para los vuelos. Pero no es descartable que cuando se eliminen estas barreras, gran parte de ese turismo internacional recupere los niveles anteriores”, agrega el licenciado en Ciencias Ambientales.

En vez de hacer una labor de pedagogía por parte de las administraciones y cuestionar modelos como el turístico, que es altamente contaminante, se hace todo lo contrario, lanzando mensajes que incentivan este tipo de turismo y ocio internacional que tiene un importante impacto climático, lamenta el experto.

La pandemia contribuyó a la reducción de algunos de los gases que propician el calentamiento del planeta, pero no ha evitado que se sigan produciendo otros atentados medioambientales.

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“Fuera de los núcleos de población ha habido otras actividades impactantes desde la óptica del ecocidio que no han cesado durante la pandemia. Por ejemplo, la continuidad de la minería y la propia extracción petrolera, que sigue siendo considerada como una labor prioritaria”, enfatiza el ecologista.

“La deforestación en grandes países como Brasil, tampoco se ha visto revertida por el confinamiento. La política climática que se sigue en ese país sudamericano no es precisamente la más garantista para la salud de la gente. La deforestación también se ha mantenido en otros países como Indonesia o Malasia”.

Una de las lecciones que se deben extraer de la pandemia es la de poner a la ciencia en el centro de la toma de decisiones cuando se producen crisis de este tamaño.

“Con la emergencia climática y la degradación ambiental tenemos que poner a los científicos en primera línea de actuación, ya que tienen años avisando de que los compromisos son insuficientes y que nos acercamos a un punto de no retorno de terribles consecuencias”, asegura el integrante de la organización ecologista.

“La pandemia ha demostrado que somos capaces de adoptar medidas muy duras cuando es realmente necesario, por lo que también hay que adoptar medidas mucho más contundentes para frenar la degradación planetaria en la que vivimos”, concluye el especialista.