El 17-18 de julio tendrá lugar en Bruselas una cumbre entre los líderes de la Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), después de que el diálogo se interrumpiera por ocho años debido a la polarización que provocó la crisis interna en Venezuela y el desinterés europeo.

Con un nuevo ciclo político en América Latina y el empuje del gobierno de España, que ocupará la presidencia rotativa del Consejo de la EU durante el segundo semestre de este año, se reanuda el diálogo político birregional suspendido desde 2015.

Uno de los temas que probablemente dominará la agenda es el de medio ambiente y transición energética. Para la UE, este tema ha sido prioritario desde que se embarcó en 2019 en el Pacto Verde Europeo, una ambiciosa agenda de medidas para luchar contra el cambio climático, pues plantea transformar todos los ámbitos de la economía, desde la producción y consumo de energía hasta el comercio internacional, pasando por el manejo de desechos, la economía circular, así como la producción y consumo de alimentos.

Con la invasión a Ucrania, la transición energética se aceleró, al volverse aún más urgente dejar de depender de los hidrocarburos importados de Rusia.

Por su parte, América Latina y el Caribe, una región muy vulnerable al cambio climático ha suscrito mayoritariamente los instrumentos internacionales en la materia, incluyendo el Acuerdo de París. Sus países requieren inversión y tecnología para promover las energías renovables que han planteado en sus planes nacionales de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

También hace falta inversión europea para extraer y procesar los materiales críticos, como el litio, necesarios para fabricar tecnologías verdes (por ejemplo, baterías para vehículos eléctricos), de los cuales hay importantes yacimientos en la región, y para insertarse en las cadenas de valor del futuro. Los fondos europeos también se necesitan para la conservación de la selva amazónica.

Así, esta cumbre ofrece una oportunidad de discutir al más alto nivel temas urgentes para las dos regiones y para el planeta, y para reactivar un diálogo que a todos ayuda en el objetivo de diversificar relaciones externas para reducir dependencias. México estará ausente en esta cita, no sólo porque no irá el Presidente, pues no suele viajar, sino porque no hay agenda medioambiental y de transición energética que discutir.

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